Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 14 de agosto de 2019

"FELICIDAD CREPUSCULAR"


El hombre que mira a los ocasos y vive con el fuego de su melancolía, está sentado, en la Alameda del Tajo, en un banco o cubo de piedra aprovechando un saliente ex profeso en la balconada de hierros, adobes, pináculos y asombros, el que una vez y todas recibió al poeta, que protege, aquilata o sublima el abismo; ni un parpadeo mientras moldura una reflexión de Borges y cuando, obviamente, deslee los flamígeros tachones del anochecer. Mirarlos y sentir, con fuerza, con devoción, la sacudida de la melancolía que en estos instantes identifica con la felicidad. La proscrita felicidad,  crepuscular y prístina. "Quizá porque ya no veo la felicidad como algo inalcanzable; ahora sé que la felicidad puede ocurrir en cualquier momento y que no se debe perseguir". Cierra los ojos, retiene muy adentro el incendio del horizonte. Entonces, aun abismado, sonríe.

"FELICIDAD CREPUSCULAR'
© F.J. Calvente.

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