Hoy, Carnaval en Ronda, me he disfrazado de... yo mismo. Aunque, según mi hija Inés, así, peinado y afeitado, soy otro; he dejado de ser, insisto en que según ella, un vagabundo soñador. Vale que el adjetivo sea mío, al igual que de poner sonriente, para atenuar la conmoción, oiga, qué menos. Todavía ella es muy joven para entender que a estas alturas, a mis alturas de la media edad y como diría Cortázar, "mi diagnóstico es sencillo: sé que no tengo remedio".
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