viernes, 16 de julio de 2021

"CORTINA"



“Ya somos el olvido que seremos.”

 

 

Las cortinas cumplen con su función. Sólidos espejismos que nos protegen del exterior, nos resguardan de ligerezas humanas o de insidiosos insectos, de ciertas fobias, manías y en definitiva de algunos miedos. Frágiles pantallas que velan por la intimidad, aunque la ausencia sea tramposa al difuminar la representación del rodar del mundo de afuera. Trémulas barreras en el intermedio, de un estar o no estar, de un estar a salvos, en paz, o en el afán de ocultos inquisidores, por malestar o solo por asesinar a los momentos, con vestir al tedio o a la curiosidad. Caricias de sus cuentas en los tránsitos de dentro al exterior, demoradas, y de alivio mayor y gratificante al viceversa; entre susurros de una voz persistente, la del tiempo, y algo más insistentes en las palabras que desliza o toca con sugerencia musical en sus laminillas el viento. Ayer incluso proponían a distracciones, lúdicas e ingenuas, ¿verdad? Frenos, filtros, a llamadas que se aplazan o se hunden en la incertidumbre regurgitada con cautela de gargantas más próximas o extrañas, a bienvenidas o encogimientos por un silencio mezquino a despedida o destierro. Cortinas o velos, visillos o persianas, celosías o cierres, de tejidos sintéticos u otras texturas, de abalorios de plástico o PVC en sus tiras de caída vertical o estas de metal que refulgen las albas y los ocasos, o un destello súbito y efímero, de un cristal, un coche que pasa por la carretera, o este que llega a la estancia, en el reflejo de platas en una palmera o de las hojas de un recio arbusto que la sustituya o mejor en la lisura de una roca tajada y épica, de la llama que enciende un cigarro, o de un resol anónimo y momentáneo, tras una mirada que cambia, se mueve, y entonces se desvanece. Tras las cortinas, afuera, el universo, afrentoso afirmar si la realidad, o una realidad consensuada para todos; adentro nosotros, o ellos, los otros, indiferentes al espacio porque solo duran los tiempos, los instantes, los hechos que los esculpen y conforme a la emoción estos así se olvidan o permanecen. Y con todo, Jorge Luis Borges, o además, con estas, o a través de estas, de las cortinas de la casa, del hogar, fijo o provisional, miden y exponen el grado de valentía y expiación, de revelación o de transgresión quizás, por el número de veces de quien permite, como en la fotografía, la confluencia de los dos ámbitos, interno y externo. Este, al entornar ahí con seriedad, o con una tristeza reflexiva, melancólica, con las palmas de las manos las tiras, con suavidad, y donde a través de la apertura, de la dilatación diáfana, abre resquicios en su frontera, opacidades vulneradas a medias, aberturas geométricas en cuña o incisivas, intersticios sean por curiosidad o agotamiento, por respuesta o indicación, bañando de sombras y luces aquel perfil, la presencia del yo o del otro, “alguien, cualquiera”. Sin embargo, estos son asomos no definitivos, imprudentes o tímidos, todos insuficientes para refutar el preámbulo, este complicado y extraño camino o pensamiento, al no desmentir, sino al aseverar de otra manera que ya para el mundo somos el olvido, este voluntario o tal vez impasible tras la cortina, que seremos.

 

 

“CORTINA”

                                                      © F.J. Calvente. 

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