jueves, 23 de septiembre de 2021

"COINCIDENCIA VICARIA"

 


Hoy me he levantado arrastrando el peso de cometer, tarde o temprano, una equivocación. Quizás este testimonio lo sea, un error; o probablemente el inferido traspié esté en el relato que escribí ayer sobre la llegada del otoño y del que desconozco la circunstancia que me obligó a no compartirlo y a delegar su lugar, tan legítimo y pertinente, por este otro con su confusión particular y relativa. Un desatino. No sé...

 

Muy curioso, e incluso enigmático, sorprendente, la inquieta relación o correspondencia entre aquello que se lee en un momento puntual con la propia existencia; o más ajustado, a un episodio o aspecto de la misma, de la realidad, tan oportuna y rayana. Sí, la conexión con algún reconcomio, cierta tristeza o zozobra personal, uno de esos aguantes y consuelos, algunos o varios, únicos y en cambio referidos o recreados, en cualquier caso explicados, en un libro, o en las páginas que son leídas en ese momento, ni antes ni después, ahora. Particularmente no es la primera vez que me ha sucedido, y por fortuna no será la última, la de este sibilino entretejer en una convergencia de ficción y realidad, de las letras imaginadas por otros con unos hechos y sentidos específicos y afines al lector, a mí, de la historia de otro engarzada con mi historia individual, con mi propio derrotero o suceder marcados por una emoción o desazón. En ocasiones, tal la cuestión, la respuesta escrita, el pensamiento ilustrado de una determinada situación o contexto que no fueron fijados con voz o letra en su tiempo específico. Dejo la coincidencia, la sincronicidad tal vez, y me importan bien poco los aludidos o los que se sientan aludidos por cuanto en estos instantes escriba y ya lo esté efectuando, los que surgirán y encontrarán las más peregrinas puntadas, ese fleco o puntos suspensivos de los que tirar hasta querer provocar el desgarro, la insolencia, la oportunidad inexistente para entremeterse y entrometerse al sentirse lesos y descalabrados… No es mi problema, sino el suyo, y a los que solo, y ya es mucho, les dedicaría, con sonrisa incluida para disipar el delirio de su crueldad, que no sinceridad, la imagen que acompaña a estas otras líneas. Bien, a lo importante: Así estaba yo y al mismo tiempo durante la lectura de la novela, cuando tropecé con el siguiente fragmento:

 

Yo llevaba tiempo retirado y ´quemado´, como suele decirse de quien ha sido útil y ha dejado de serlo, de quien se ha expuesto a lo largo de años y se ha gastado con ellos, o bien de quien no ha tenido más remedio que permanecer en el dique seco y así ha perdido sus facultades, sus reflejos y habilidades, o por lo menos se le han oxidado. Se me había dado de baja (…) Eso había coincidido con mi descubrimiento de un engaño originario (el que me metió en esta vida y en este trabajo, demasiado joven para oponerme) a cargo del que fue mi reclutador y mi jefe más visible, (…) porque todo mal vuelve y mi errabundia estuvo llena de males que después añoré, una vez terminados, como se añora todo lo que ya no está y estuvo, la alegría y la tristeza, el entusiasmo, el sufrimiento, cuanto nos obligó a avanzar y nos abandona.

 

 

Sorprendido, por verme en el azogue de unas hojas del libro, por oír y ser oído, por hablarme y hablar cuando debí hacerlo mucho antes. Aunque todavía había más, más adelante, igual de inaudito al ajustarse a mi ánimo, casi un centenar de páginas después:

 

 

La mayoría no se mete en eso voluntariamente, sino que es reclutada en una leva y va obligada, o se alista demasiado joven para adivinar en qué se embarca y qué clase de horrores la aguardan. Nosotros, en cambio, casi todos nos apuntamos, y deberíamos saber o sabemos en qué puede desembocar un mal cálculo, un mal paso, una impaciencia. Si yo no me apunté al principio y además era fácil de asustar y engañar -un pardillo-, tampoco me desapunté cuando todavía no era muy tarde y acaso estuvo en mi mano, es decir, cuando ya se me había olvidado por qué había empezado a hacer lo que hacía, y creía hacerlo por sentido de la utilidad y el deber y por cierto gusto y cierto orgullo más o menos inconfesados: lo que viene a ser lealtad y patriotismo, o la famosa defensa.”

 

 

Y esto se entrelazó con otro asunto, o con otro ramal del mismo, quién sabe. Un pespunte con solución de continuidad, y del que, por entonces, día arriba o día abajo, me afectaba, me afecta aún, por mantenerme prudente e incluso invisible, y que vino a ser como un eco que pretendía llenar la desesperación del silencio, la impotencia del respeto, más por ante quienes más cercanos y adentro, más distantes y ajenos y desafectos. Otros párrafos que leía con asombro y nerviosidad, tan ajustados a los otros hechos que me habían hecho recordarlos, tan contiguos y presentes un poco más adelante:

 

 

“- La crueldad es contagiosa. El odio es contagioso. La fe es contagiosa… Se convierte en fanatismo a la velocidad del rayo… (…) Por eso encierran tanto peligro, por eso son difíciles de parar. Cuando uno quiere percatarse, ya se han propagado como un incendio en el bosque. (…) lo que conviene detectar al primer síntoma y cortar de raíz. (…) – La locura es contagiosa. La estupidez es contagiosa, (…) La gente adopta una fe y se pone muy seria, después solemne. Empieza a creerse cuanto viene amparado o envuelto por esa fe, y entonces se vuelve estúpida. Si se la contraviene enloquece de rabia, no consiente que se la llame estúpida ni que se ponga en tela de juicio lo que constituye su totalidad y su repentina razón de ser. A partir de ahí desarrolla un odio meramente defensivo, irracional, hacia cuantos no comparten su fanatismo. Y a los que lo combaten abiertamente los trata con crueldad. Cuando la gente descubre esta última, se instala en ella y la esparce, y tarda mucho en hastiarse de su aplicación. (…) solo había un antídoto, al que le es casi imposible abrirse paso en medio de la enajenación. (…) -Y luego estaba el único antídoto. (…) vano consuelo. La risa es contagiosa. (…)”

 

 

Y algo más cabía, o en colofón a mi determinado contexto, ahí, un poco más allá, unas pocas páginas inmediatamente:

 

 

Me hacía gracia (…) con sus ideas exageradas y peregrinas, con su apasionamiento y rotundidad, en el fanatismo hay siempre entusiasmo, por eso es tan peligroso y contagioso, todo lo pinta muy simple y eso atrae a las multitudes. La templanza y la moderación no prenden, o les cuesta un mundo, años en lugar de días.

 

 

Y sea aquí que lo dejo, a este insólito espejo donde aspectos de mi intimidad, o de mi vida personal, tuvieron su correspondencia, resol o la voz escrita, en las páginas, en la narración que solo a la sazón, en esos momentos, leía de otro con fascinación, con admiración, y, por esto, incluso con temor. Circunstancias personales, pues, que solo a mí importan, supongo que también a los aludidos o a quienes se sientan así de perjudicados, pero de los que poco o nada me interesan, allá ellos con sus superficies o los agujeros en estas. Por otro lado, también importante, por tratarse de uno de mis escritores predilectos, Javier Marías, los fragmentos señalados, estos que iba leyendo y a la par se inmiscuían con mi privacidad, pertenecen a su magnífica novela “Tomás Nevinson”. Este juego “casual” del destino continuará, con seguridad, y creo hacerlo atractivo al considerarlo y compartirlo, por tentarlo y tentaros. Bendita señal. Bendito mi desahogo gracias a la creación de otro. Un juego de refracciones y voces del que espero, de una forma u otra, asimismo les sirva. Prueben. Y disculpen mi probable equivocación, de ser esta.

 

 

“COINCIDENCIA VICARIA”

F.J. Calvente

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