lunes, 18 de abril de 2016

TRES IMÁGENES CON LETRA



Ayer, alrededor de las ocho de la tarde.
Refulgente y mágica luz crepuscular, derramada hoy sobre la "Ciudad Soñada".


Hoy. Camino de Torremolinos.

Alborada alquímica, inesperada la transmutación en el éter de una solución de azufre de luz blanca en un légamo iridiscente de piedras filosofales... Pero entre las que sigo sin encontrar la mía.


Y luego la busqué, mi piedra, mi piedra filosofal, entre la infinita miríada de las yacidas en la arena, en el ocaso de tantas emociones endurecidas por la indiferencia y la decepción. La busqué, mi piedra, en el indicio dejado por la alborada alquímica de la mañana, en los guiños plateados, relumbrantes, cómplices, en los lomos de las olas que lamían la playa, cuando se retiraba la espuma susurrante y me afligía en el intervalo hasta la próxima: uno, dos, tres latidos de mi corazón y otro batir de ola con sus lágrimas saladas como ciertas empresas irreconciliables con los anhelos, uno, dos, tres... y registraba con avidez los fulgores arrancados en los húmedos guijarros, silenciosos y pronto secos. Sin resultado, sucesivamente. Regresé adentro, ni me despedí, con rencor o sumisión, de la mar. ¿Decepcionado? No. Curioso. Quizás al entrever, en la honda respiración del Mediterráneo, la señal, la escritura de la revelación que si no ponía fin a mi búsqueda, la llenaba de esperanza, ahí, siempre, en los destellos cristalinos, vivísimos, contentos, de mi hija, como esas curvas de felicidad que dibujaban las olas en la arena.

Mediodía en una playa de Torremolinos.

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