La mar hoy, en el regreso a Torremolinos, el espejo donde miro mis tiempos con sus entramados emocionales, los misterios engarzados en lejanías que se acometen y siempre están igual de inaccesibles y extraviadas, ese horizonte en el azogue de mi alma enfrentada al desorden o al quedo silencio del momento, exhibe, incita a través de sus infinitas refulgencias de plata, a tener confianza en la posibilidad una vez descubierta para mi su esencia, su sutileza que leo en la grafía ancestral del rumor de su superficie ondulante, a pescar estos sueños que una vez fueron míos, con la red tamizada de empeños tras las conquistas cotidianas, y solo con el objetivo, o búsqueda, de tejer felicidad.
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