Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 19 de octubre de 2019

«EN SETENIL...»

Setenil de las Bodegas, la de los refugios ancestrales, la erigida entre luces y sombras verticales, la de las cuevas, «donde el cielo es de roca, y el silencio de sueño de piqueta», para Gerardo Diego, poeta, para los que hacemos de su asombro conmoción y fantasía.


domingo, 13 de octubre de 2019

«ZOZOBRAS»


Desde esta mirada por la ventana...

Seguiré sabiendo que no quiero seguir. Seguir donde me lleva el deber, la forzosa inercia. La inercia de los días, a una velocidad que en la distancia corta se antoja morigerada, como las caídas, espaciadas, de las primeras hojas en la alameda cercana, pero a resultas engañosa por su vértigo hacia el fin, de las rutinas y de la obligación más insegura y acaso precaria. Precaria como las metáforas sin color, las sonrisas sin curvas, el insomnio plano, el sobresalto articulado, el blanco lechoso e insoportable de las madrugadas, el disimulo adolorido y desolado, los desconchones en la casa de enfrente que declinan como lenguas sedientas a merced de un aire arisco de reproches, de espectros que jamás fueron por el miedo que los imaginaba y en consecuencia los creaba, la humedad en unos ojos amados, las oportunidades perdidas, las decisiones equivocadas, las falsas promesas, la luz amarilla en la otra ventana, matizada por la discreción de unos visillos como pestañas sesgadas, las otras penumbras espectrales, allí, en un lóbrego zaguán cohabitado por muertos vivientes, el pozo y el sonido de unos cubos de hojalata, misterios pretéritos; ahora están las nubes quietas, en un cielo pesado, escombros blancos, y esta inquietud interior pujante, devastadora e insondable. Insondable como este, de todos los vacíos en la espera de un grito, de unas palabras que le concedan forma, expresión, contorno, significado, desgarro, o solo un desahogo al que ya no alcanza estas letras, una posibilidad para el recuerdo en el momento en que la existencia se ingenie mirando atrás con agrado y melancolía, de esperanza comprometida con su silencio. Silencio que declama hasta lo que aún está por llegar, el que dobla sus campanas, del mismo fierro lunar que el enrejado, por ese morir en vida de la resignación, el estrés asumido como un mal consubstancial, del suicidio de las ilusiones cuando resbalan por el tedio con un rodar marcial por las crueles manecillas del reloj,  las que rígidas acuchillan la evasión y el respiro del sueño o de tener al menos los ojos cerrados; cuando se estremece y apaga por cansancio la luz de la belleza, aquella que incita a verla, sentirla, habitarla, absorberla o ser absorbido por ella. Ella, la que mora en la antigua música de unos versos, unos acordes al viento, el fulgor en un espejo, una gota de lluvia deslizándose por el cristal de una o esta ventana, mañana, yo, tú, nosotros, un reconocimiento propio en los contraluces de atardeceres o albas incendiadas, de esa luna disimulada por los cascotes etéreos, y de querer y ser querido más que en compañías, en soledad. Soledad, la más sola del abatimiento, la que borra las palabras escritas con sueños, con leyendas que alguna vez, o nunca, nos hará felices y héroes eternos. Eternos, alguna vez; felices, en una búsqueda de confianza. Con fianza encadenada al inaugural seguiré sabiendo que no quiero seguir... porque no alcanzo o pierdo con esto el camino de baldosas amarillas de la felicidad. Felicidad que no es hacer lo que uno quiere, sí Jean Paul Sartre sí, sino querer lo que uno hace. Hace y sucede que no quiero, y lastima, algo que hago. Hago, no es suficiente, por decirme: Aligera imbécil que mañana es tarde. Tarde. Cierra la ventana que hace frío y pronto asoma el lunes tras ese horizonte de tejados y zozobras.

«ZOZOBRAS»
© F. J. Calvente.