“… las fichas están quietas. Pero se moverán. Nunca se queda nada en
suspenso, nunca nada se queda inmóvil. Siempre gana el movimiento”
Me ha sido grato descubrir a Fred
Vargas (seudónimo de la arqueozoóloga francesa Frédéric Audoin-Rouzeau) en su último
libro “Tiempos de hielo” (Ed. Siruela, 2015). Es cierto que tenía conocimiento
de su nombre, y obra, como referente inequívoco de la novela policíaca, no solo
de la francesa. Y no me ha defraudado en esta historia de guillotina con hielo,
entre un cuento de hadas y una mascarada actual de la revolución francesa, en
la que al crimen, a un asesino en serie, se une lo fantástico, lo irreal, en
una perfecta construcción y con final impresionante. Fred Vargas, por tanto,
queda en mi lista de autores a seguir. Y dicho esto, veamos la sinopsis
editorial de este “Tiempos de hielo”:
“Alice Gauthier, una respetable profesora de matemáticas de sesenta y
seis años, aparece muerta en su bañera; todo parece apuntar a un suicidio, pero
ciertos detalles, como un extraño signo trazado en el lugar del suceso, hacen
pensar que quizá haya algo más detrás de su muerte, por lo que el caso es
derivado al equipo de la Brigada Criminal del comisario Adamsberg. Al poco, una
mujer dice haber enviado una carta que la muerta había escrito a un tal Amadée
Masfauré..., cuyo padre se habría suicidado dejando un signo similar. Las
sospechas se confirman al comprobar que ambas muertes tenían algo más en común:
las dos víctimas formaban parte de una trágica expedición a una remota e
inexplorada isla de Islandia, diez años antes…
Un extraño club de admiradores de Robespierre, viejos rencores
familiares, pistas falsas, reminiscencias de antiguos mitos nórdicos…, y la
imbatible sagacidad de Adamsberg y su brigada son los ingredientes de la
magnífica nueva obra de la reina de la novela negra europea.
Fred Vargas huye de lo fantástico, pero en su nueva novela, que narra
una cadena de asesinatos, cultiva lo irreal”
A ver cómo me las arreglo para
descubrir lo extraordinario y lucido de su trama sin caer en el spoiler:
Un asesino que deja en el lugar
del crimen su firma, un signo de muerte, la razón analítica tiene que guiarse
de la irracionalidad, de lo fantástico, el espíritu guardián de una piedra en
Islandia que concede la vida eterna, Brigada Criminal de París, el singular comisario
Jean–Baptiste Adamsberg, no usa un reloj, sino dos, y los dos están parados, una
persona intuitiva con gran facilidad para abstraerse, pide y le da la hora el
comandante Danglard, padre solitario de cinco hijos, una enciclopedia andante
que complementa a la perfección, salvando ambiciones personales, la intuición
pura del comisario, investigación de unos suicidios que se elucidan de
asesinatos en serie, el choque de dos universos: una expedición perdida en las
inmediaciones islandesas del Círculo Polar Ártico, la pequeña isla de Grímsey, dos
asesinatos y un pacto de silencio entre diez supervivientes aislados por la
bruma durante semanas y …, y diez años después, en torno a un club parisiense
devoto de Robespierre, cuatro asesinatos más, estos muertos pertenecían a la
expedición islandesa y a la Asociación de Estudios de los Escritos de
Maximilien Robespierre, que reproducen los discursos y conductas de los personajes
encarnizados de la Revolución Francesa, Danton, Fouché o el propio Robespierre,
los 700 miembros de la asociación están en la mira del asesino, uno de los 700
miembros de la asociación es el asesino, una torre maldita, una criada o bruja
o un hada fumadora que convive con un jabalí en el bosque, Robespierre
reencarnado, la conmoción entre dos personajes que descubren de pronto que son
hermanos, la llamada de una criatura mitológica… Raro y también fascinante. Esto,
y más, en las 344 páginas de “Tiempos de hielo”.
“Cuando se aflojan las resistencias, se crea movimiento”
No sé si Fred Vargas, de
imaginación fabulosa, ha creado su propio estilo fantástico-criminal dentro del
género negro, de hecho la trilogía del Baztán de nuestra Dolores Redondo me ha
recordado este genial clima de irrealidad de la autora francesa. Me ha gustado
su estilo, osado, sin postergarse al canon clásico o a convenciones exitosas de
la novela negra, ni con los más puros ni con los más trasparentes ni con los
más escrupulosos, sin complejos, desafiante, fiel a su singularidad. Ha
construido una historia que, sin necesidad de circunscribirse a lo policíaco o
criminal, engancha: por sus personajes definidos, rara avis con los que,
paradójicamente, nos sentimos familiarizados; por el interés de la trama, por su
originalidad, por lo inverosímil, por enrevesada, que a veces transcurre
rápida, otras veces pausada, y en ningún momento aburre, y ello por su fluidez,
hipnótica; por su peculiar humor negro, que lo hay; por el manejo de sus
diálogos, rotundos, irrepetibles, con giros chocantes que, mérito de la autora,
estimamos de lo más cotidiano; al igual esta cotidianidad, pareciera lo que
pareciera, podemos aplicarla en las reflexiones y comentarios eruditos.
Terminé, pues, rendido a Fred Vargas, por su maestría, y sin importarme, que
las hay, esas pequeñas trampas para encauzar el enigma hasta su final
deslumbrante.
Merece la pena leer a Fred
Vargas, y merece la pena seguir leyéndola tras este “Tiempos de hielo”, una
novela de misterio que nos hace recordar, que nos hace asumir que somos, los
lectores, cada uno de nosotros, misterios insondables, con infinitos vericuetos
secretos y necesidades inconfesables, íntimas; aunque sea desde el horror de la
muerte. Una novela de misterio que desentraña la propia naturaleza humana, o el
alma recóndita de los lectores a través del espejo de sus complejos o insólitos
personajes, a través de una apasionante investigación, la recomposición de un
puzzle hasta su asombroso final. Y todo con la genialidad narrativa de la
autora, por su ironía, irrealidad, raciocinio, erudición y, en especial, por su
frescura literaria. Se exige seguir.
“… la frontera en que se confunden lo verdadero y lo falso y se suelta
la presa para ir en pos de la sombra. Y qué gran sombra la de esas jornadas
enloquecidas y sangrientas”
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