“¿Pero qué podía importar entonces de dónde provenía el suave impulso
que incita el alma al movimiento y la echa a andar, condenándola a no detenerse
nunca?”
Confieso una impresión personal
que quizás pueda entenderse de frívola o absurda y ajena a esta o a cualquier
reseña medianamente ilustrativa sobre este libro, “Tiempos románticos” (Lumen,
1974), o de uno de los autores más preciosistas de todos los tiempos, Vladimir
Nabokov. Según ésta, mi sensación, me imagino al autor como un genio con una
memoria fotográfica portentosa, con una imaginación detallista y rigurosa, o de
alguien que se acompañaba las 24 horas del día y todos los días del año con un
cuaderno y un lápiz, incluso con una grabadora, anotando o registrando cuanto
observaba con lucida prosa o erudición, y para ser luego usado como apuntes en
sus novelas, en su creación literaria. De esta manera, o por alguna de ellas, podría
explicarme su enorme capacidad descriptiva, puntillosa, recogiendo el mínimo
detalle, sensación, color o sabor. “Tiempos románticos”, al igual que otras
novelas de Nabokov, marca este peculiar estilo pleno de matices, de
descripciones prodigiosas y pródigas en detalles. De acuerdo que esta prolijidad
disimula una trama bastante endeble, una historia de pobre desarrollo, el amor
no correspondido del joven Martin Edelweiss y su indefinido idealismo absoluto,
muy similar, dicho sea de paso, a la propia biografía del escritor. Asimismo, en
“Tiempos románticos” se entrevé el modo del autor de escribir, tan peculiar,
sin un objetivo definido, con el único propósito de garabatear en el papel lo
que solo en esos precisos momentos de creación pasaba por su mente o tripas. Sea
como sea, no en vano estoy hablando de una de las figuras de la literatura
universal, es un deleite sumergirse en la lectura de Nabokov, con la grandeza
de transportarnos a contextos, a escenas, que las paladeamos como si
estuviéramos allí.
De “Tiempos románticos” se reseña
que es una “novela del héroe romántico de la desilusión, este bellísimo relato
es, a la vez, la historia de la frustración de un gran amor y el drama de la
imposibilidad de ser amado. Basado en el eterno desajuste de sentimientos de la
pasión no correspondida, su conflicto central plantea un problema de doble
filo. Por una parte, la renuncia a la felicidad de un hombre dispuesto a
aceptar una existencia sin amor, pero incapaz de vivir sin ideales. Por otra,
el callado heroísmo de un idealista puro que, al descubrir que ha malgastado su
vida en una pasión inútil, busca en el riesgo y el sacrificio la realización de
su propio destino”
“dedicó cada hora de lluvia a leer, y pronto se familiarizó con aquel
olor especial, el olor a bibliotecas de prisión, que emanaba de la literatura
soviética”
Un magnífico clásico de un clásico
de la literatura universal. Recomendable.
“Martin volvió a experimentar una sensación que había percibido más de
una vez en su niñez: una incontenible intensificación de todos sus sentidos, un
impulso arrebatador y mágico, la presencia de algo, sólo por lo cual valía la
pena vivir”
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