Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 18 de agosto de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El dragón de Shanghai" de Qiu Xiaolong

“- La perspectiva siempre le añade interés a una historia”



Bárcenas, Cam, Fabra, Matas, Gürtell, Nóos, Púnica… y un sinfín más de casos de corrupción política en España; con un partido, el del gobierno, ahora el de un gobierno en funciones e incapaz de lograr los apoyos necesarios para gobernar, procesado. Esto es España, sí, sacudir las pulgas propias hacia los demás y esperar a que estos acaben con el problema. Y sin embargo, no es que la corrupción sea una lacra específica de aquí, no, y no es esto un consuelo ni mucho menos descargo. En este sentido resulta curioso, dentro de cualquier justificada indignación y desconfianza, conocer otros casos de corrupción política en países donde la “mordaza”, el yugo, la voluntad maniatada, controla todos los ámbitos de la ciudadanía, de los que casi es imposible informar e informarse sobre la existencia y el alcance de los ruines tejemanejes en estos casos. En países como China sin duda alguna, de régimen totalitario, de unipartidismo, en el que cualquier medio para difundir, para criticar esta realidad ya no es solo una acción o actitud elogiosa, sino valiente. Y es esto lo que despliega en forma de novela negra Qiu Xiaolong con “El dragón de Shanghai” (Tusquets Editores, 2016), uno de los mayores escándalos que conmocionaron la vida política en China, el caso Bo Xilai, un influyente político encarcelado en 2013 por corrupción y por la implicación de su esposa en el asesinato de un extranjero.

Por otro lado, tenía curiosidad por la narración de Qiu Xiaolong, en la actualidad una de las mejores plumas de novela negra, y del que no había leído nada ni conocía a su protagonista principal, el Inspector Jefe Chen Cao, del que esta, “El dragón de Shanghai” ya es su séptima aventura.

“En la brigada de casos especiales de Shanghai están todos estupefactos: con la excusa de ascenderlo a un cargo burocrático, han alejado al inspector jefe Chen de los expedientes más delicados. Tras comprobar que intentan atraerlo hacia una trampa, Chen decide alejarse de Shanghai, aunque ello no impedirá que atienda a la petición de auxilio de una hermosa y melancólica joven. Chen se inmiscuye en un caso decididamente plagado de minas, mientras investiga a quienes le persiguen hasta el punto de haber puesto precio a su vida. El ahora ex inspector se enfrenta a la investigación más peligrosa de su carrera, precisamente cuando un ambicioso alto cargo y su esposa encarnan una renovación comunista. Y es que mientras los cantos revolucionarios todavía resuenan en las mentes de todos, y pese a la propaganda que habla de transparencia y modernización, la ambición y la corrupción campan a sus anchas en la China actual”

Abril es un mes cruel, quizá el más cruel de todos”. De esta manera comienza “El dragón de Shanghai”, con un párrafo de “La tierra baldía” de T.S. Elliot, tan importante éste para el autor como para su personaje el inspector jefe Chen Cao. De este poeta, dramaturgo y crítico literario anglo-estadounidense, junto a otros poetas de las antiguas dinastías chinas, toma el autor referencias que componen el elemento novedoso, tal vez digresivo, un nuevo horizonte en el género, identificativo de la narrativa de Xiaolong; y no por ello disonante, sino un uso atractivo y sugestivo dentro de la novela policíaca, junto a ese ritmo cadencioso de la opera de Suzhou y al que parece adherirse la trama y su narración. Cadencioso, en ocasiones muy lento. El proverbio de la ópera de Suzhou: “No persigas de forma demasiado implacable al enemigo que está desesperado”.

“El sistema del Partido, al que tiempo atrás había pensado que podría recurrir, ahora le parecía una cámara de vigilancia omnipresente y omnipotente que seguía todos los movimientos”

Una novela de investigación policial en los recovecos de la corrupción entre altos cargos del Partido en Shanghai, entre los “bolsillos llenos” (dícese de aquellos políticos y ejecutivos de alto poder adquisitivo que realizan negocios con el gobierno), “ernais”, las concubinas de estos; en torno a disquisiciones sobre la historia de China, la Revolución Cultural, el gobierno de Mao, la ideología comunista, la religión o espiritualidad, tradiciones, ese espacio raras veces definible entre la china ancestral y la comunista actual, el omnímodo control del Partido en todos los sectores de la vida China, sin que nada quede fuera de su dominio; y sin embargo, esos peculiares tentáculos del capitalismo llegan a China para, precisamente, separar más al pueblo de los “príncipes”, la gente adinerada; gastronomía o un derroche gastronómico muy al estilo de Vázquez Montalbán,
del que Xiaolong se considera admirador; y, en especial, de su personaje principal, Chen Cao, inspector jefe de policía, un honesto hombre melancólico e introvertido, pero también un gran literato, un gran investigador de la literatura, poeta, traductor entre otros de T.S.Eliot. Todo narrado con una prosa lírica, pespuntada aquí y allá de citas y poemas, reitero que en ocasiones tan profusos que cansan, que si la política, los usos y las costumbres, el Partido Comunista, Mao, o esta especialidad culinaria… que restan agilidad a una trama ya de por sí mediatizada por una investigación lineal, sin sutilezas, sin inesperados giros narrativos.

“El agua fluye impotente, y la corriente se lleva los pétalos”

A pesar del ritmo en ocasiones cansino, “El dragón de Shanghai” dispensa una lectura muy amena y entretenida por la intriga propia del género, por el exotismo oriental, por la identificación o empatía con su protagonista, lo cual incentiva a leer otras aventuras de Chen Cao. Indudablemente tiene su aliciente, qué duda cabe.

“A veces, la vida real es más sorprendente que la trama de una novela policíaca”



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