Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



domingo, 18 de septiembre de 2016

IMÁGENES CON LETRA: "LA CALLEJUELA ROTA"



Calle Gallarda del Barrio San Francisco, Ronda. Hoy me la encuentro en una situación, en un momento inesperado, durante mi vagabundeo por las calles ya no sé si a la búsqueda de algo o dejando que ese algo, sea lo que sea, me atrape o afronte de una vez. Dudas que parecían tildar, quizás, mi peregrinaje en la búsqueda de los atardeceres, los arrabales y la desdicha, el entonces de Borges, sin imaginar siquiera cuando pasaría a descubrir las mañanas, el centro y la serenidad. Me detuve. Y vi. En el margen geométrico del cielo observé una pauta de trasmutar los azules distantes del verano a la cercanía húmeda del Otoño; un punteo rosáceo marcaba la línea de sutura, el ensayo con colores a los que se acomodaría la estación más relapsa. La elegancia del sinónimo, la nobleza del nombre del callejón no disimulaba la verdadera dimensión que trataba de esconder, reconocida su trasversalidad,  su papel secundario, la de partir o entrecuzarse con otras vías: la de asumir su trascendencia, su comunicación, su camino a la sombra de las otras calles principales, San Francisco, Torrejones y San Acacio. La unidad paradójica de la desmembración de su trayecto. Las sombras de lo recóndito. Las penumbras que arañaban el blanco roto de la cal de las paredes, como un vaciado indiscriminado de lo obscuro del enlosado, esquivo al neutro negro de los hierros, absorbían la luz crepuscular de unos solitarios faroles en las esquinas cortantes, aristas de lo permanente. Solo mi hija era capaz de alcanzar y atrapar la realidad de esta rota callejuela, del atardecer. Yo no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario