“El
primer conocimiento que hay que alumbrar, no obstante, es la consciencia de
nuestro desconocimiento”
A los amantes de la
novela histórica les va a gustar esta obra finalista del Premio Planeta 2016
“El asesinato de Sócrates” (Planeta, 2016) de Marcos Chicot. A mí, que no soy
muy dado al género, me ha parecido una novela interesante, amena, bien narrada,
con un argumento que ensambla perfectamente el entretenimiento con la
ambientación histórica. Libro atractivo, e incluso novedoso, en el que no vamos
a encontrar otro tocho sobre Roma o el Imperio Romano, excusado Santiago
Posteguillo, sino una trama emocionante, con personajes sugerentes, atenienses
y espartanos y en su mayoría reales, en la casi inédita Grecia Clásica del
siglo V a.C. A lo mejor, pienso, no sería muy adecuado encasillar el texto de
novela histórica, por el suspense que atrapa la lectura y que deja el rigor
histórico en un segundo plano, a que no resulte tan lento, tan pesado; lo cual,
sin duda, orienta más en la consideración de “El asesinato de Sócrates” de un
thriller de corte histórico en la Grecia del conflicto entre Atenas y Esparta.
“Un oscuro oráculo
vaticina la muerte de Sócrates.
Un recién nacido es
condenado a morir por su propio padre.
Una guerra encarnizada
entre Atenas y Esparta desangra Grecia.
El asesinato de Sócrates
recrea magistralmente la época más extraordinaria de nuestra historia. Madres
que luchan por sus hijos, amores imposibles y soldados tratando de sobrevivir
se entrelazan de un modo fascinante con los gobernantes, artistas y pensadores
que convirtieron Grecia en la cuna de nuestra civilización. A lo largo de las
páginas de esta absorbente novela, brilla con luz propia la figura inigualable
de Sócrates, el hombre cuya vida y muerte nos inspiran desde hace siglos, el
filósofo que marca un antes y un después en la historia de la humanidad”
Son pocas las novelas
históricas que nos trasportan a la Grecia clásica, y pocas las que, sin
cansarnos, nos entretengan y con la que aprendamos Historia. “El asesinato de
Sócrates” es una de estas obras, con una base documental notable que hace ágil
y visual de cómo era la vida en Grecia durante esos 37 años del siglo V a.C y,
en especial, en los 27 años de la Guerra del Peloponeso, con las dos formas de
sociedad en tensión permanente y tan contrapuestas como la ateniense y la
espartana. Una novela, además, que consigue atraparnos con su lectura, a través
de una trama de muchas subtramas, de venturas y desventuras por batallas,
traiciones, deseos, celos, amores, enseñanzas, lances… de pasiones y
pensamientos, por hechos o aconteceres históricos y ficticios, todos los que
recorren sus 768 páginas, con una intriga atrayente y entretejida por
personajes reales e históricos, Sócrates, Brásidas, Querefonte, Arquidamo,
Cleón, Alcibíades, Demóstenes… junto a otros de ficción y perfectamente
definidos y de entre los que destaca Casandra, hija de Eurípides, y una mujer
de Esparta, Dayanira…
“-
Yo no soy adivino, ni un sabio. No puedo mostraros la voluntad de los dioses ni
ofreceros magníficas respuestas. Ya sabéis que me gusta conversar y reflexionar
con quien quiera hacerlo; si poseo alguna habilidad, ésta consiste en formular
preguntas más que en encontrar respuestas”
Aunque Perseo, hijo de los
atenienses Eurímaco y Altea (en verdad de los espartanos Aristón y Dayanira),
es el personaje principal e hilo conductor del relato, la figura de Sócrates
emerge de manera excepcional y sin de mediar su crimen, desde un papel quizás
secundario, de acuerdo, pero no por ello intrascendente. Aquí me gustaría confesaros,
y lo hago, de cómo me llevé de un error por el título de la historia, “El
asesinato de Sócrates”, creyendo interesarme y leer una novela negra de tintes
históricos. No es así. No hay asesinato del filósofo, ni detectives, ni intriga
policíaca. Al terminar el libro, todavía me cuestionaba por la incongruente intención
del autor de dar ese título al mismo, en una paradoja que él mismo resuelve en
el epílogo: “De hecho, como también
ocurría en mi novela El asesinato de Pitágoras, el título no sólo es una
metáfora de la trama, sino que encierra una paradoja, pues mi intención real no
es asesinar sino resucitar a estos filósofos extraordinarios”.
Un Epílogo, por cierto,
extraordinario, correcto, indispensable. Un epílogo donde Chicot resume los
hechos y personajes, verdaderos, la recreación de los hechos bélicos, en mar y
tierra, y otros escenarios auténticos (Esparta, Atenas, la Acrópolis, el teatro
de Dionisio, los santuarios de Delfos, Olimpia y los Juegos Olímpicos…),
diferenciándolos de los sucesos y protagonistas ficticios; refrescando la
lectura, matizándola, aclarándola, y redefiniendo la trama con sus subtramas
para una mejor comprensión de lo leído y de lo pensado. Una novela que brilla
con luz propia. Y su luz narrativa, no solo por la eficiente labor de
documentación histórica y su traslado a la narración, de su trama bien
hilvanada, también ilumina la importancia de la Filosofía en su capacidad de
reflexión, de orientación hacia la realidad, sobre el mundo; de indefectible crítica
al problema que plantea su docencia, de una pedagogía errónea basada en
procesos nemotécnicos, limitados a una temática formal, cerrada, inexpresiva,
en la que no se implica a todos, profesores y alumnos, en su vinculación y
juicio con la propia realidad. De ahí, una vez más, la intención del autor con
el título: resucitar la Filosofía desde el asesinato metafórico de uno de sus
más grandes exponentes, Sócrates.
Una novela, en
definitiva, amena, con un buen manejo del uso de los tiempos, con un perfecto equilibrio
entre entretenimiento y precisión histórica, divulgativa, atractiva, asequible
y visual para un público mayor. Recomendable.
“Todos
los presuntos sabios que había interrogado eran ignorantes sin saberlo,
mientras que yo siempre he sido consciente de mi ignorancia, por lo que al
menos en ese sentido era más sabio que ellos”
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