Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 3 de enero de 2017

IMÁGENES CON LETRA: "Luna de piedra

LUNA DE PIEDRA
© F.J. Calvente



Y tan soñada Ronda incluso a pleno día, en la fría vigilia de ayer y en un andar por sus cenizas milenarias, las de sus calles inclinadas, de las que no se contagiaba el cielo terso como uno de esos edredones azules de la infancia, en los que, arrebujado a su calor, sentías creer en la magia de las ilusiones que necesariamente tenían que materializarse más pronto que tarde, para luego quedar fragmentados de remordimientos y olvidados en el vaho de los espejos de la rutina, desleidos en un gesto de la mano, la caricia húmeda como el tacto de lágrimas de asombro y esperanza al confirmar en quién te han convertido y extraño a la misma confrontación del azogue. Entonces ves, paras el paseo, compruebas, sientes surgir la escena, la capturas o no en este fotograma, el imprevisto detalle, ese prodigio de una inmensa luna de piedra que recibida descansa en los muros que delimitan la protección, el respeto receloso en la entrada al Tajo, o al abismo en forma de dos piezas de un puzzle cósmico que una vez identificadas jamás se acoplarían y porque existen misterios irresueltos, incluido el nuestro. La noche en día o el día en metáfora de la irrealidad de la noche, de ensueños que a la tímida luz de este sol se convierten en piedra. De piedra la luna o la esfera para la imaginación de un mundo apenas descubierto en el Barrio de Padre Jesús, el aliento, subrayado en la silueta de la iglesia homónima que acoge el recuerdo del ocre despierto dejado atrás o el fuego de los ocasos que allí abandonan su primor por la hondura, el dolor, la fascinación hasta de los ecos matizados en un vacío de penumbras y desgarros. La noche del Tajo, hechicera, del que emerge esta luna pétrea en un día luminoso de invierno, o uno de los argumentos de esta ciudad que siempre será sueño, y soñada.

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