Perspectiva. "Una cosa que hago cuando me siento agobiado, cuando todo corre prisa y pierdo la perspectiva, es formularme otra pregunta sencilla: "De aquí a diez años, ¿Qué importancia tendrá todo esto?", aconsejó Spencer Johnson, creo que en su "¿Quien se ha llevado mi queso?". Al menos, con esta aptitud (con "p"), aunque no solucione mis problemas, confío en que así se reviertan, sintiéndome más tranquilo. Luego, procuro mirar a la cuestión, mirarme en esta, desde otro ángulo, desde otro ánimo, desde otro espacio, mental o emocional no tiene importancia de la misma manera a si fuera arriba o abajo (mejor arriba), a un lado o a otro, aquí o allá, algo lejano, o acaso más de cerca (mejor desde una lejanía admisible, cómoda), no tiene importancia, decía, si la nueva perspectiva, de efectuarla, pues ahora seria cuestión de actitud (con "c"), me aporte el equilibrio y sentido adecuado, en lucha y en fuga contra la desolación y todos mis miedos. Perspectiva. Y ayer volvió a sorprenderme la palabra, o la noción, en la interesante Charla de Emilio Carrillo en Ronda, en recuerdo y homenaje a Vicente Pérez Moreno, y cuyo título, “La constitución septenaria del ser humano", no hace bueno a la claridad de la exposición ni al aliento para la reflexión. La perspectiva, aquí, como la última clave de luz, la última cualidad en la evolución trascendente del ser humano, el último estado, esta vez sí elevado por su mayor perspectiva, tras la muerte del vehículo fisico y etérico del alma particular hacia la Unidad. Perspectiva, tan fundamental en nuestro devenir diario, tan convenientemente ejercitable. Sin duda. En estos momentos, no sé cómo terminar esta confesión o disquisición o barrunto o lo que sea pero efectuada en voz alta, así que muevo el ordenador, la silla, y aprovecho este sol que penetra por mi ventana...
(C) F.J. Calvente
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