Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 11 de noviembre de 2017

DON'T TRY



- Tómatelo con calma.
si hay luz
ya te
encontrará. 

Me dijo Charles Bukowski, con la lengua trapajosa por el alcohol, decepcionada por una mala partida de cartas o por los esquivos tréboles musicales de una tragaperras; y del mismo modo resonaba lúcida, apasionada por la embriaguez de unos versos, estos u otros que iluminaron la noche más fría del otoño. Alcé la mirada del suelo de guijarros de la Alameda de mi Barrio, tumbado cuan largo era sobre su dureza y helada épica, tal vez en resignada alegoría para unos días grises, estrujados de ruinas, de sombríos callejones sin salida, o en definitiva a cómo sentirme al tocar y no levantarme del fondo de mis fondos de cenizas y desesperación. Me incorporé con las manos lo suficiente para, ante la impávida vigilancia de las murallas como centinela de mis expectativas contrariadas, del guiño profético de unas farolas, afrontar al personaje, envuelto en nubes de tabaco, quieto y espectral como la oscuridad quebradiza de las ramas de los árboles. "¡Qué coño hace éste aquí! ", pensé y no dije por miedo a su extraña presencia; aunque de mi boca salieron otras palabras trémulas por el gélido relente y más que por la sorpresa de su imprevisto plante, vibrantes por la revelación que pronto llegaría para deslumbrarme:

- ¿Qué me encontrará? 

Bukowski solo entonces me miró de hito en hito, parecía acuchillarme con los tajos negros de sus ojos entrecerrados por naturaleza o por los espíritus del vino. Le dio una última y profunda calada al cigarrillo, tirándolo lejos, entre tenues y azuladas hilachas de humo, usando los dedos pulgar e índice a modo de preciso resorte o lanzadera. Ambos seguimos ensimismados el arco palpitante de la brasa hasta desaparecer o congelarse en otra piedra de charol del pavimento, en un pedazo caído de la noche. Luego metió las manos en los bolsillos, se encogió de hombros, y tras darme la espalda para iniciar los primeros pasos hacia la Bodega San Francisco, a por otros tragos en los que escanciar las musas de sus versos, elevó un brazo por encima de su cabeza en un ademán de despedida y sentencia, para responderme:

- ¡Tú sueño, cojones, tu sueño!.

(C) F.J. Calvente.


(Fotografía de la Alameda del Barrio San Francisco de Ronda, una perspectiva declinada en la primera noche verdaderamente fría de otoño. El título de este relato, “Don't try", está inspirado en el mismo epitafio de la lápida de Charles Bukowski, el poeta maldito. "No intentes", porque lo que anheles te encontrará.)

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