Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 19 de febrero de 2018

"Ese resol"



Luego se nubló, pero esta mañana nada más salir a la calle fue curioso, y desmoralizador, también fascinante, y terrible, que el mismo día y no yo, a través de uno de los cielos más cercanos que recuerde y del que, acaso por el peso de un embozo de nubes en desfragmentación, anunciador de lluvia o la esperada lluvia o el habitual espero pero no pasa nada o cae muy poca agua de la que se esperaba, un rayo de sol animoso, de distintas y sesgas trayectorias su resol, optimista y puntilloso tanto por lo delicado y si este último adjetivo sirviera además para definir las puntas de su naturaleza, el aspa acomodada en su reflejo, en una metáfora de las incógnitas y de la excelsitud que acuchilla el guion del día o de los días, viniese a recordar, y no yo, que un nuevo día es un nuevo comienzo, un reto, una posibilidad, un sueño en proceso o la esperanza de concluir tal vez algo de ayer, o de olvidar un fracaso, o un camino cortado y más si éste es aciago, artero o bochornoso; o la confianza definitiva en intentar lo nuevo, jamás se empieza lo malo, o cambiar o matizar o desdoblar alguna que otra perspectiva imposible que debería quedar en el desconcierto del día previo e incluso en el que transcurra, ojalá, mañana. Esto debería de haberme dicho, de haberme fustigado la escena, el cielo inmediato, los escombros nubosos, el rayo de sol asomado al balcón de mi vecina Paca, la ilusión de la jornada, de la oportunidad, de que hoy es el primer día del resto de mi vida u otros tópicos retóricos o solo bienaventurados; pero no la molestia malhumorada de una ceguera parcial o tachonada de borrones negros provocada por el relumbre, y la que me ha impedido con su fastidioso contratiempo escribir no estas letras, otras que ya prosperaban por la pantalla y las de tinta en un formulario inexcusable, y, principalmente, la ocasión despejada de ver el mundo pasar.


© F.J. Calvente.

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