Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 17 de noviembre de 2018

"Un vago temblor"

"Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas"


Noche. Una calle. O acaso la metáfora de un camino, el tuyo, el mío, la andadura, una reflexión sincera de la vida, por espontánea, por sugestiva. La pausa inquieta, también interesada. Aire. Un pronóstico de aguas. La fachada de la casa, de cal y azogues yermos de metal, hermanos de tinieblas, o anhelos de penumbras. El balcón avanzado. Arriba. La reja del balcón. De negros hierros y fríos cortantes en sus sinuosidades. Rémoras. Prisiones abiertas de las que no se quiere huir, escapar. La luna velada por unas erráticas nubes. Más arriba. Gélidas. Noche. La de una canción otoñal. Aullidos en las esquinas. Este inesperado temblor por Federico Garcia Lorca, al salir a la calle, al ver a la luna correr, o acaso son las nubes que ocultan a las estrellas. El verdadero sentido de las cosas, de la existencia. Tal vez. Oído, corazón.

UN VAGO TEMBLOR.
© F.J. Calvente.

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