Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 13 de marzo de 2019

"OJALÁ BASTARA"

-Ojalá me bastara...

-Te bastara... qué.

-Son solo palabras. No son nada.

-¿Nada? No, las palabras no son nada: crean en las simas difusas, las de huecos desdibujados, insondables e inciertos, en los desahogos, en las fugas, por necesidad, en la invisibilidad tras las esquinas, por hambre y saciedad, en el vaho de los espejos, en un rastro de tiza en el encerado, en la pared, en la infinitud de granos de la arena, o yo contigo en este lienzo en blanco, en este momento, aquí, ahí, en un camino que se abandona, también abandonado, incluso en el absurdo de unas nubes que surcan el cielo, de unas gotas de lluvia en un balcón de balaustrada de hierro,... en cuantos lugares, espacios, mundos o quimeras que en un principio, originalmente, nada albergan, sí, mas permiten, con su álgebra y relaciones, la penetración, su expresión o connotación.

- No son mías las palabras.

- Tampoco importa de quién sean, las letras, más cuando estas hablan, con las que hablas, escuchas y te escuchan, las esbozas con los dedos, el lápiz o el teclado, o  te encuentran y obedeces a su dictado, justamente, pues son ellas las que hacen, te hacen, un poco, mucho o todo.

- Es extraño, porque fueron frases que recordé el sábado pasado, en la laguna de Fuente de Piedra, junto a una añorada y mítica encina que quizás por la calor, la intensidad de la luz, el momento, la gente, tanta gente, el estrépito ininterrumpido de los graznidos de los flamencos, rosas, el reclamo de unas grajillas que volaban bajo y desaparecían tras escalofríos como su pelaje en la trasera del centro, el ánimo huidizo de unos conejos, grises como la posibilidad, o tal vez por la fugaz transitoriedad del instante, de un tiempo que no me pertenecía, el que del mismo modo no incumbía al entorno o no era propicio para mi exigencia de recrear la nostalgia, una memoria de calmas memorias ... Palabras que recordé, de Rayuela, la novela de Julio Cortázar, y a las que allí, en la laguna, no entendí el porqué de su aparición, inesperada, de su sentido, inextricable, pues aquel desarraigo o ignorancia no tenían nada que ver con un grato almuerzo, con la bonita fiesta sorpresa de la tarde, la de un arte gestante, tan bien resuena, una de esas "belly painting" en torno a la expectante barriga de Nely embarazada; no, ni siquiera con el lugar, o con su épica ayer remisa, esa que no se desplegaba a como yo codiciaba o asi pugnaba mi recuerdo, retraída. Hasta que hoy han vuelto con fuerza a aflorar, las letras, para ilustrar o dotar de alma, un poco, mucho o todo, a esta foto, en la que soy yo o aquel que se mira en el azogue de un presente uniforme, manipulada o alterada por impresiones o capas de efectos y afectos que, si bien emboscan la realidad, la muestran en toda su desnudez y retórica.

-Entonces... Ojalá te bastara...

- "Cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar".

(...)

- Ojalá me bastara... 

(...)

- Es que tengo los ojos semiabiertos, abstraído de silencios vacíos, con las gafas de una lectura pausada o por estas palabras que ahora escribo, con un esfumado en blanco y negro, inusual o propio a cuando yo lo ocupo, y este peso anclado en una inercia triste del pasado.



"OJALÁ BASTARA"
© F.J. Calvente.

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