Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 27 de marzo de 2021

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El silencio" de Don DeLillo.

 “La vida se puede volver lo bastante interesante como para que nos olvidemos de tener miedo.”

 

 


“¡Pero qué coño ha sido esto!”, fue lo primero que me dije cuando finalicé la lectura de “El silencio” (Seix Barral, 2020) de Don DeLillo. A lo largo de su poco más del centenar de páginas, he buscado y no he encontrado al célebre autor norteamericano, o solo lo he conjeturado en las perlas de determinadas frases, o en una intención que en un primer momento no había o no supe descubrir y por tanto aquilatar o lo era por razonable. La caída, el cataclismo de la principal base en la que se asienta el mundo actual, o el mundo mal llamado civilizado, en este caso un fallo tecnológico, un apagón general que impone la duda al sentido de la humanidad, de la identidad, el hecho de ser humano. “Sistemas perdidos en el punto crucial de la vida cotidiana.” Aunque, incomprensiblemente, narrado sin alarma, sin peligro, sin miedo; todo es frío, insensible, romo. La mirada ambigua que vadea un silencio muy ruidoso, el de cinco amigos donde trasciende, de pasmo en pasmo para el lector, la magnitud de esta hecatombe digital o técnica; y a través de unos elementos, quizás ficciones o alusiones, teselas de un sencillo puzle o de un jeroglífico sin término: el wiski que llena la impotencia y la impaciencia, la tragedia por la emisión deportiva como esas ilusiones perdidas o ausentes, un poema que revolotea como el signo de una belleza esquiva, o un manuscrito de Einstein como la balsa insegura en un océano que se desagua por el sumidero de la inconsistencia, la de un silencio ubicuo y poderoso.

 

En una distopia de escaso fuelle, de diálogos automatizados, surreales, repetitivos, y de semblanzas mentales perfiladas a vuela pluma en unos símbolos que pueden llegar a ser tan absurdos y chistosos, como uno de los personajes que queda paralizado en mitad del salón, de pie y con los pantalones bajados, dan valor al mensaje o expresan a una humanidad en definitiva débil, sin recursos, e insignificante en su precariedad cuando le usurpan o desaparece de improviso lo que le da significado. Y acaso por estas circunstancias o efectos, por la misma brevedad de la obra, por el críptico surrealismo apocalíptico de la trama, por el arrastre de una sensación equívoca y por tanto decepcionante, creí a este “El silencio” como otra voz alta o quizás otro eco postrado de una sociedad apurada en su propia y a resultas fingida fortaleza. Una burla narrativa, un resultado, una consecuencia más de ese cataclismo relatado, pandemia o apagón digital, donde el ser humano aparece tan frágil y perdido, “-Cuanto más avanzados, más vulnerables”, y tan aparente. Un cansancio narrativo, igualmente en otro doblez de DeLillo. Una creatividad en estado de desgracia, tal vez. Un disfrazarse de payaso serio que se ríe frente al espejo de la realidad. El silencio, o un vacío absoluto, el frío de la nada, la apariencia insustancial; quitándonos, además, la posibilidad de reflexionar, de plantearnos preguntas porque las respuestas, en este inadmisible contexto, son innecesarias.

 

Un panorama donde más que una contracción, supone una dispersión en la nada. Supongo que para DeLillo era importante, muy consciente de efectuarlo, de escribir una obra menor, una breve y anodina narración, en abierta sintonía con el absurdo y degeneración de lo relatado, de una humanidad esclavizada y superviviente de su propia creación. Un declive, otro colapso dentro del descrito colapso. Solo de esta manera he podido entender o excusar a esta novela.

 

 

“-Treinta y siete años -dijo Diane-. No de infelicidad, pero sí en condiciones de rutina atroz, dos personas tan pegadas la una a la otra que se acerca el día en que nos olvidaremos del nombre del otro”

 

 

Sinopsis:

 

 

En un mundo dominado por la tecnología, un apagón mundial obligará a un grupo de amigos a replantearse qué es aquello que nos hace humanos.

 

Domingo de la Super Bowl. Año 2022. Cinco amigos han quedado para cenar en un apartamento en Manhattan. Una profesora de Física jubilada, su esposo y su exalumno esperan a la pareja que se unirá a ellos tras un accidentado vuelo desde París. La conversación abarca desde las apuestas deportivas hasta el bourbon y el manuscrito de 1912 de Einstein sobre la teoría de la relatividad. De pronto, un apagón deja al mundo a oscuras y las conexiones digitales que han marcado nuestras vidas se cortan.

 

Don DeLillo completó esta novela pocas semanas antes del advenimiento de la Covid-19. El silencio es la historia de una catástrofe diferente y una vuelta de tuerca al poshumanismo como tema central de su obra: si ya habíamos asimilado la tecnología como una parte esencial del ser humano, ¿qué queda de nosotros, de nuestra identidad, si nos vemos obligados a renunciar a ella?

 

Desde el asesinato de Kennedy hasta el 11-S, DeLillo ha sabido reflejar en sus novelas los hechos que han marcado cada momento histórico. El silencio describe una sociedad cuya mayor amenaza ha dejado de ser algo tangible para convertirse en un enemigo invisible, ya sea una pandemia, un ataque informático o el caos financiero.”

 

 

Una novela sencilla, y difícil, esquiva, cuidado con salirse por la tangente, decepcionante y con todo sorprendente.

 

 

“Nuestras percepciones personales se hunden en el dominio de lo cuántico.”

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