“… hablando de Tucídides y de lo que
pasó en Corcira. De cómo el odio entre los que forman parte de una misma
comunidad puede producir toda suerte de aberraciones y hay quien logra salir de
ellas y quien en cambio las perpetúa.”
“¿No quieres caldo?,
pues… ¡toma dos tazas!” En este caso, con “El mal de Corcira” (Destino, 2020)
de Lorenzo Silva, dictado como algo deseado, más que deseado, y como asimismo lo
sería cualquier caso anterior de los guardia civiles Bevilacqua y Chamorro. Porque
son dos novelas en una, dos narraciones que desarrollan uno de los reclamos
editoriales de la obra: “¿Hasta qué punto nos convertimos en aquello contra
lo que luchamos?” Por un lado, el brutal asesinato de un hombre en
Formentera, y por otro, el pasado de lucha antiterrorista de Bevilacqua en el
País Vasco. Dos historias que son una, narradas con un ritmo trepidante, ágil, desplegando
una perfecta semblanza de nuestra historia más cruda, el terrorismo de ETA en
la sociedad del momento, con una nueva investigación que engarza con aquella y
nos ofrece una perspicaz visión de su desarrollo y actualidad. Una novela, o
dos en una, interesante, madura, y recomendable.
“Un hombre que elige la muerte repele
los adjetivos, tanto de quienes lo postulan para héroe como de quienes lo
aborrecen como monstruo. Un hombre que elige la muerte es una pregunta sin más
respuesta que un vacío tenebroso: ese del que nace su afán y que se traga su
vida.”
Sinopsis editorial:
«Lorenzo Silva retrata
la Guardia Civil con un cuidado semejante al de Le Carré cuando escribe sobre
el espionaje británico.» Antonio Muñoz Molina
Un varón de mediana
edad aparece desnudo y brutalmente asesinado en una solitaria playa de
Formentera. Según varios testimonios recogidos por la Guardia Civil de las
islas, en los días previos se lo había visto en compañía de distintos jóvenes
en locales de ambiente gay de Ibiza. Cuando sus jefes llaman a Bevilacqua para
que se ocupe de la investigación y lo informan de la peculiaridad del muerto,
un ciudadano vasco condenado en su día por colaboración con ETA, el subteniente
comprenderá que no es un caso más.
Para tratar de
esclarecer el crimen, y después de indagar sobre el terreno, Bevilacqua tendrá
que trasladarse con su equipo a Guipúzcoa, el lugar de residencia del difunto,
a una zona que conoce bien por su implicación casi treinta años atrás en la
lucha antiterrorista.
Allí deberá vencer la
desconfianza del entorno de la víctima y, sobre todo, lidiar con sus propios
fantasmas del pasado, con lo que hizo y lo que dejó de hacer en una «guerra»
entre conciudadanos, como la que veinticinco siglos atrás hubo en Corcira —hoy Corfú— y que Tucídides describió en toda
su crudeza. Esos fantasmas lo conducirán a una incómoda pregunta que como ser
humano y como investigador criminal le concierne inexcusablemente: ¿en qué
medida nos conforma aquello contra lo que luchamos?”
“… mi mirada prendida a la línea del
mar y a la distancia que marcaba. Siempre me ha gustado escudriñar ahí, en el
límite que le impone la curvatura de la Tierra, en esa raya que el ser humano
ha soñado con traspasar desde que es humano y, por tanto, esclavo irremediable
de sus sueños.”
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