Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



martes, 9 de noviembre de 2021

"BALDOSAS AMARILLAS"

 


Andas ocultándote, escapándote de todo, o por contrario quieres que te encuentren. ¿Qué? Sea como fuere, asumiendo la posibilidad, una voluntad, o una actitud cuando se trata de la otra, o con la confusión de una creyendo ser la otra, o una y otra segura, existe una señal y guía y sin duda sugerencia. Mágica, evidentemente, latente. Asomarte al balcón, con la noche tejiendo su misterio, cautivado por un frío otoñal que templa la piel, suelda tus manos ateridas a los hierros, y abre algún dique al humedal de los ojos, saboreando un relente saturado de suspiros agónicos ante la muerte próxima, y al hosco humo de las primeras chimeneas, a leña y no al tufo de los nuevos sucedáneos crematorios, y ver un universo de destellos irreflexivos, de reflejos sorprendentes, en un extraño anochecer en la alameda del Barrio, en la embocadura de la calle San Francisco de Asís. La plaza, en soledad y silencio, sin la estridencia de los veladores y su estertor de ocio o tregua, ahora como una proyección irreal de lo que fue o de lo que ya jamás sería. Y en esta sugerente fantasía abierta en la normalidad del día, o del día que transcurre por la noche, reparas en la línea de mármol del pavimento de la alameda, una sola y entera, tintada con el oro de los sueños, dorada como el luminoso ocre con el que se entregará, con sublimidad, el otoño al invierno. La guía, la señal, la sugerencia, como un singular camino de baldosas amarillas, reluciente y suave, sinuoso o rectilíneo, y por cuyo trayecto o intención no importa si te arraigará a la Tierra de Oz o te adentrará con audacia en la Ciudad Esmeralda, garantizando el testimonio de estar siempre ahí o allá, lo veas o no, lo entiendas o no, acaso en un reclamo que te permita esconderte, escapar de todo, o, por contrario, con su refulgir en un aviso para que te encuentren.

 

 

“BALDOSAS AMARILLAS”

F.J. Calvente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario