Y digo yo:
No, no es una nave espacial, ni alienígena ni humana; aunque su realidad y función ahora no se encuentren conformes a lo normal y apropiado. No es un ovni, uap o nave extraterrestre o del terruño, no; aunque ciertos comportamientos de los de dentro confirmen la afinidad, el misterio o su absurdo, es el edificio del Tribunal Constitucional de España (TC), sito no en Ganímedes o Raticulín, sino en el Madrid más castizo de una libertad distópica de caña y propina.
A contracorriente, de jueces recusados que incumplen la legalidad y votan en contra de su recusación, instalado en su "mundo del revés" a lo "Stranger Things", de pájaros (gaviotas moderadas) que disparan a las escopetas, el TC ha paralizado, obediente a la soberanía popular que parece residir únicamente en Génova 13, una ley antes de que se apruebe. Ofensivo y para preocuparse, bastante. En este su segundo salto al vacío, se agarran a un fleco íntegro de la Democracia, arrastrándola en su despeñar definitivo al margen ... ya de lo normal y decente. Alea jacta est, en este ridículo cruce del Rubicón jurídico hacia el desastre, en una herida mortal al Estado de Derecho.
F J. Calvente.
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