Borges y yo. No sé él, aunque parezca decir, ahí en la foto, aquello de: "Mentir es decir lo contrario de la verdad: ser mentiroso es tener el hábito de mentir, sin que ello signifique una obligación de mentir todo el tiempo"; porque yo, al introducir a mi vez la mano en la reproducción de ese detector de mentiras que es la Boca de la Verdad ("Bocca della Verità"), una antigua y legendaria máscara de mármol, no perdí mi mano por mentir o por mentiroso, sino que la máquina estalló en ensordecedor destrozo de plásticos y circuitos y algunas monedas que igual a un estertor agónico escupió la abertura ya imprecisa, poniendo pies en polvorosa. Tampoco creo que Borges perdiese la suya, su mano, aún por épica que fuese su mentira. De hecho quedó ciego, no manco, por otra e infeliz circunstancia y que no le impidió escribir el fragmento de este evangelio apócrifo en su "Elogio de la sombra", o como del mismo modo ahora intuyo me comunica a través de su fotografía: "No exageres el culto de la verdad: no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces." Entonces yo recuerdo el estrago en la máquina del centro comercial, a extranjeros y autóctonos mirándome con miedo e indignación, y me compadezco al pensar cuándo mi sinceridad dejó de ser una virtud para convertirse en maldición. "Así te ha ido, Angus", me llegó con lamento de fantasma, o con dosolación antigua, ya no sé si de la boca cerrada de Borges o de la abierta de la original y mítica careta de mármol pavonazzetto en la iglesia de Santa Maria in Cosmedin en Roma.
"MENTIR"
F.J. Calvente.
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