“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?"
Declama Loreto sostenida por mujeres en una misma voz, en una misma alma. Costaleras de la Hermandad del Santo Entierro. Caen algunas lágrimas, muchas, como el otro llanto de un firmamento gris y pesado que ha impedido, más que la salida de la procesión, traer el cielo a las calles, a la promesa, a la oportunidad de experimentar, iguales en todos, juntos y fuera, a la esperanza, renovación y transformación.
“No está aquí. Ha resucitado.”
Con todo, Loreto sonríe, alienta a abrir los corazones, abrirlos a un nuevo comienzo, es el momento; con amor, con humildad, incluso con fe si se quiere, desde un poder inefable, energía de resurrección, a ser mejores o buenos, interna y fraternalmente. Atrás quedaron los desafíos, sacrificios y dolor, tinieblas y muerte, contrariedad, vencidos o trascendidos por la Luz y un compromiso de Vida, renacimiento. Loreto es hoy, en Pascua, esos 'laureles' de su nombre que simbolizan la victoria frente a la oscuridad, el miedo no a la muerte, sino a una vida que nos es extraña e incierta.
"Yo soy la resurrección y la vida".
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