"Entre dos puntos la línea divide un infinito", leí a José Ángel Leyva. No sé dónde, ni en qué tiempo, solo que lo recordé cuando sentí, o al sentir el momento, el contexto, recordé el verso, esas letras... ¡Qué más da! No importa nada cuando importaba todo.
Luego, o unos instantes antes, llegué, paré, respiré y me disolví. Dejé de ser yo o solo entonces lo fui: Un lugar y un infinito. Vívidos. En otro ocaso que se derramaba desde calle Gallarda. Barrio San Francisco. Una frontera siempre abierta y asombrosa, entre la rutina del subsistir y la aspiración mágica de Vivir. A un paso. En un infinito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario