Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 30 de septiembre de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Los vigilantes del faro" de Camilla Läckberg

“Aquello era el principio, pero también el final. Y era incapaz de vivir en el presente, cuando lo que contaba era el futuro. Un futuro que ya no se le antojaba tan seguro como antes”



“Si algo funciona, no lo toques, si sabes lo que funciona, hazlo más…”, ni más ley de Murphy, ni más “diagrama de flujo” para solucionar problemas, solo perseverar en ello. Y a esto se aplica Camilla Läckberg en esta séptima entrega de la serie Fjälbacka, “Los Vigilantes del Faro” (Maeva, 2013), y para los protagonistas Erica Falck y Patrik Hedström. Misma disposición y exposición, mismo estilo, mismos personajes… más de lo mismo. Nada nuevo bajo el sol frío de Suecia. Esta novela es igual a las anteriores en todos los aspectos y de los que ya he hablado en este blog con anterioridad y a los que me remito. Insistiré, de todas formas, en su triple estructura habitual: la investigación policial, y oficial, del asesinato a cargo de Patrik y su equipo de la comisaría de Tanumshede, y la de su esposa, y escritora, Erica, llamémosle extraoficial. Luego las relaciones personales y familiares de los personajes cardinales, incluyendo al jefe de policía Mellberg y su nueva familia, o inclusive a la hermana de Erica, Anna, y la suya después de una atormentada relación anterior. Para completar con una historia no relacionada directamente, podría decir espectralmente, con el crimen y ambientada a finales del siglo XIX. De acuerdo que esta reiteración de la fórmula no implica descrédito a la autora y a su obra, no; ni por quienes consideran que, al contrario de Agatha Christie por caso (y disculpen la comparación con la reina del suspense) la escritora sueca oculta datos con los que el lector pueda resolver el crimen y desvelar al asesino, forzando la espectacularidad, por previsible que sea, en la resolución final de la historia. No, no me importa. Leer a Camilla Läckberg es andar seguro; más para aquellos que, como en mi caso, intenten distraerse de preocupaciones inmediatas con una lectura entretenida y sin otras atenciones o intenciones, solo por entretenimiento y diversión. Otra novela negra blandita, de enganche rápido y amenidad garantizada. Suficiente.

“El nuevo caso de la serie de Fjällbacka para Erica Falck y Patrik Hedström en la novela más espectral de Camilla Läckberg. Una historia de antiguas leyendas y tragedias familiares entre la década de 1870 y la época actual.

Desde que Patrik se ha reincorporado al trabajo, Erica se dedica de lleno a sus gemelos, que nacieron prematuros. Apenas tiene tiempo para ir a visitar a Annie Wester, una compañera de instituto que acaba de regresar a Fjällbacka después de muchos años. Junto con su hijo Sam, Annie se ha instalado en el faro abandonado de la isla de Gråskär, propiedad de su familia. A pesar de los rumores que circulan por el pueblo sobre la leyenda de la «isla de los espíritus», en la que los muertos vagan libremente, no parecen importarle las voces extrañas que oye por la noche. Además, su antiguo novio Matte Sverin, quien también ha pasado unos años en Estocolmo y acaba de empezar a trabajar en el Ayuntamiento de Fjällbacka, aparece asesinado. Annie es la última persona que lo ve con vida.
Estos sucesos le depararán a Patrik y a su eficaz colaboradora Paula muchos quebraderos de cabeza. Por su parte, Erica, que realiza su propia investigación en paralelo, conseguirá atar algunos cabos sueltos que serán de gran ayuda para la resolución del caso.”

Más de lo mismo, decía antes de la sinopsis, tono y forma de novelas anteriores y con seguridad en las posteriores a ésta. Novedoso y destacable, no obstante, la aparición del factor sobrenatural, ese factor típico de las historias de fantasmas, principalmente en la historia que transcurre en el siglo XIX, y que… en definitiva, impronta Läckberg. En “Los vigilantes del faro”, por esta vez, la trama primordial concluye más o menos de manera correcta, no con la espectacularidad de su predecesora, “La sombra de la sirena”, que me dejó con los nervios deshechos, mordiéndome las uñas con su final, irritablemente inconclusa, ávidamente febril; pero hay un par de investigaciones paralelas que no se resuelven o a lo mejor sean hueras pajas para rellenar páginas, o quizás constituyan pautas para siguientes entregas; así encontramos en la narración del balneario o spa de Fjälbacka y la relación con el lugar de dos hermanos… y no digo más por miedo a meter la pata con el spoiler. Incide en este libro, además, con la ventaja de acrecentar la familiaridad con sus protagonistas y a los que cada vez conocemos mejor entrega tras entrega, propiciando el interés por las que vengan. Bien es cierto que en esta séptima parte Erica Falck pierde protagonismo en la investigación criminal, incurriendo en su lío doméstico de pañales, biberones, paseos… con gemelos recién nacidos.
Seguro que en la próxima revierte el rol. En su demérito, es este de los volúmenes con la trama más predecible; y con esto no digo más, me entenderán. Por otro lado, Camilla Läckberg continua incluyendo temas de actualidad, aquí en “Los guardianes del faro” es la violencia de género, con episodios o escenas duras que remueven un sentimentalismo acusado, tema que ya se repitió en novelas anteriores con el maltrato a Anna, la hermana de Erica, por su marido. Muy logrado, por último, la atmósfera de suspense y misterio que crea la autora, más al encajar sus tramas disímiles o reunir al final el pasado con el presente y con los que alterna a lo largo de sus 450 páginas.

Y con estos ingredientes la escritora insiste en hacer una obra amena y adictiva, con su estilo directo, sencillo y con pericia al jugar con la identidad del asesino, para atrapar y entretener al lector. Indudablemente no volveré a leer más esta novela, pero sí leeré las siguientes.


“La técnica era algo estupendo, pero sabía por experiencia que, para resolver un asesinato, también hacía falta una buena dosis de suerte”

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