“—Hay
cosas que no pueden explicarse, y cuando se explican se convierten en
literatura.”
Extraordinaria. Magnífica
novela de intriga de Víctor del Árbol, muy original, “La víspera de casi todo”
(Destino, 2016), de la que resulta hasta accesorio el haber sido ganadora del
Premio Nadal. Una historia del eterno retorno, el pasado que vuelve; y de unos
personajes que entienden cómo para tirar adelante es necesario volver a empezar
con todo de nuevo. Una novela tan buena que, de no ser por un final al que le
sobra tiempo, la consideraría de obra maestra. Sin embargo, ha sido de las sobresalientes,
quizás junto a la de Manuel Rivas, “El último día de Terranova”, la mejor de
las que he leído y disfrutado este año. Tanto que me impuse una lectura lenta, atenta,
saboreando sus palabras, descripciones… trama, con calma, releyendo muchas
veces esto y aquello, admirado de la enormidad de la prosa del autor, de la pericia
en la construcción de esta historia impresionante. Yo también he caído, por
supuesto, seducido por el sortilegio narrativo de del Árbol, por la curiosidad
de un argumento en el que están perfectamente marcados sus lapsos, por la
sensibilidad de su fluida expresión, por un artificio de misterios criminales,
con fantasma inclusive, plenos de ternura y pasión, maldad y traumas, el deber doloroso
y la sufrida resignación… Verdaderamente no es que sea un relato sobre una
investigación típica de novela policial, no, pero es una indagación, una
exploración policíaca, casi científica, metódica, dentro de una concreta
rigurosidad establecida por su sublime lírica y emoción. Me ha gustado
muchísimo el estilo del autor, sus personajes atormentados, complejos, sus
historias sombrías… casi una obra maestra.
“—Tratamos
de huir de nuestro destino sin darnos cuenta de que nos dirigimos hacia él.”
Sinopsis editorial de “La
víspera de casi todo”:
“Germinal Ibarra es un
policía desencantado al que persiguen los rumores y su propia conciencia. Hace
tres años que decidió arrastrar su melancolía hasta una comisaría de La Coruña,
donde pidió el traslado después de que la resolución del sonado caso del
asesinato de la pequeña Amanda lo convirtiera en el héroe que él nunca quiso ni
sintió ser. Pero el refugio y anonimato que Germinal creía haber conseguido
queda truncado cuando una noche lo reclama una mujer ingresada en el hospital
con contusiones que muestran una gran violencia.
Una misteriosa mujer
llamada Paola que intenta huir de sus propios fantasmas ha aparecido hace tres
meses en el lugar más recóndito de la costa gallega. Allí se instala como
huésped en casa de Dolores, de alma sensible y torturada, que acaba acogiéndola
sin demasiadas preguntas y la introduce en el círculo que alivia su soledad.
El cruce de estas dos
historias en el tiempo se convierte en un mar con dos barcos en rumbo de
colisión que irán avanzando sin escapatoria posible”.
“En
esos ojos cabían todas las metáforas pero ninguna se les acercaba; eran
laberínticos, una red de trampas que impedía a los demás saber qué pensaba.”
“Una bala es un objeto perfecto, estético. Una píldora contra el dolor,
un remedio definitivo”, de esta forma reflexiona Germinal Ibarra, el
policía, con el cañón de su pistola metido en la boca. Y estas cavilaciones, o
la tintura del sufrimiento, no son exclusivas de éste, sino alcanzan a todos los
demás personajes, al cuadro de los trayectos oscuros de la emigración a
Alemania, de la Argentina de las desapariciones, de las torturas, de la
dictadura, e incluido el propio narrador omnisciente, todo un venero de frases
enmarcables: “Los muertos saben cosas que
los vivos ignoran”. “Todo empieza
donde otra cosa acaba”. “Tratamos de
huir de nuestro destino sin darnos cuenta de que nos dirigimos a él” … y
guardo muchas más.
“—A
veces hay que mantenerse un tiempo alejado del mundo para poder permanecer en
él.”
“La víspera de casi todo”
es una historia obscura, pero apasionante; velada, pero brillante. Conjuga
todos los ingredientes para hacer una creación señalada, con un perfecto manejo
y anclaje de todas sus facetas o sumarios, de un puzle magistralmente trazado y
aclarado, sin que aflore ningún fleco ni ninguna pregunta sin respuesta. Ya he
dicho que la narración es conducida por un narrador absoluto, en una fluida
alternancia de pasado y presente, lugares y personajes, hasta que estos y sus
subtramas convergen en un colofón trazado de manera quizás demasiada rápida a
lo que venía siendo el relato y, por tanto, innecesario el fárrago de sus páginas
finales. Conste que no quiero poner pegas a un tiempo de lectura tan
gratificante.
“Pero
de la vanidad no se come. Y cuando ya se ha comido uno el orgullo, solo queda
la desolación de lo evidente.”
La Costa da Morte, A
Coruña, Málaga, Alemania, Argentina… Germinal Ibarra, Eva o Paula Mahler, Dolores,
Martina, Mauricio, Daniel… los poemas de Juan Gelman, los cuadros de Gauguin,
de Vermeer, los textos de Cortázar, de Proust, de Thomas Mann aunque termine
quemado en una chimenea, música de Johnny Cash…
“Él quería ser artista. No sabía de qué clase. No tenía ninguna
habilidad especial para la pintura, para la música o para la escritura. Pero en
su imaginario, el artista era lo más parecido a un nómada que, siempre en fuga,
buscaba algo que le hacía feliz e infeliz al mismo tiempo. La culpa la tenía
Cortázar. Leer Rayuela” Escenarios y personajes para una formidable
historia con la que el autor, con su hondura, su poesía, sus descripciones sensitivas,
sin detalles superfluos, con su ritmo lánguido, preciosista y constante, nos
lleva a un escenario de terror y dolor, del sentimiento en su más negro extremo.
“Me hago daño a mí mismo para ver si
todavía siento. Me concentro en el dolor, lo único real” Fenomenal. Una
historia con prefacio en el año 2007, que transcurre en la primavera y verano
de 2010, con epílogo en el año 2013, dividida en 25 capítulos. Una bella
historia de las consecuencias del pasado, de horror y sufrimiento.
“—Descubrí
que nadie es absolutamente libre. La gente dejó de interesarme cuando me di
cuenta de que solo somos espejismos.”
Son los personajes
quienes hacen la historia. Protagonistas con un pasado cargante, grave, caracterizados
por un dolor que los hace complejos, únicos, y que vacían su daño en la
intensidad diversa de su gradación: resignación, tristeza, violencia,
venganza... traspasando esa delgada línea entre el bien y el mal. Psicópatas,
uno con un síndrome médico raro, artistas de la fotografía, de la música, del
cine, pederastas cinéfilos… Personajes perfectamente trazados, diseccionados
hasta en su más mínima esencia, de acuerdo que oscura y no por ello menos
interesante. Seres rotos enfrentados a la sombría grafía de un pasado, o de los
hechos de un pretérito inamovible que los condena a la huida del presente hacia
un futuro incierto; y al que intentan reconducir, canalizar, cambiar, a empezar
de nuevo, recomenzar desde la nada, de cero, o desde la víspera del porvenir,
de lo que vendrá, la víspera de casi todo.
“—Mauricio
y yo somos dos solitarios que a veces compartimos la desorientación de un mundo
al que no pertenecemos.”
Gran novela. Novelón intenso
y perturbador. Casi una obra maestra. Imprescindible. Una historia que
permanece aun cerrando el libro. Una novela única.
“A
veces se sentía desconcertado ante las cosas que él mismo escribía y, al
releerlas, le preguntaba al poeta, con verdadera necesidad de saber, qué
sentido tiene una existencia sin objeto, qué clase de rebeldía es esa. «¿Para
qué sirve esa máquina de la palabra, para transformar las heridas en versos?».”
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