“- Es una historia de traiciones, de inocencia,
de eterna tristeza…”
Siempre me ha interesado la historia egipcia, y me han fascinado sus
enigmas, sus prodigios arquitectónicos, artísticos y mitológicos, y a sus figuras
representativas, algunas tan escurridizas, incluso incómodas, como la del
faraón Akhenatón, el conocido por el rey hereje. Si a esto le añadimos el
magnífico hacer en una crónica novelada y de mano del genial Naguib Mahfuz,
Premio Nobel de Literatura en 1998, entonces, esta “Akhenatón. El Rey Hereje”
(El País Novela Histórica, 2005) reunirá el interés histórico, riguroso, con la
amenidad de una narrativa magistral, entretenida, concisa y fácil de leer; en
la que, desde un prisma de distintas apreciaciones sobre el faraón, conocemos
su historia, la religión, el cisma, la ética, el poder, el amor… y en
definitiva el determinismo de las acciones humanas en sus relaciones de poder o
influencia. De hecho, así lo recoge la sinopsis editorial de la novela:
“Mediante la historia del joven Miri-Mon y de su viaje a Panapolis,
Naguib Mahfuz nos desvela la enigmática trayectoria vital y política de
Akhenatón, el llamado rey hereje; un hombre valiente que rompió con las
tradiciones más arraigadas y desafió a los dioses y al destino. Finalmente, de
labios de Nefertiti, Miri-Mon descubrirá nuevos aspectos de este fascinante
rey. Naguib Mahfuz consigue transmitir con una belleza y eficacia
impresionantes el inagotable encanto de la historia de Egipto, algo que, junto
a sus novelas de estilo más costumbrista, le hizo merecedor de uno de los
galardones más importantes de las letras mundiales, el Premio Nobel de
Literatura”
“Me escribió una carta de recomendación para
los ancianos contemporáneos de aquellos hechos, quienes los vivieron, de cerca
o de lejos, quienes conocieron su dulzura y más tarde su amargura, y quienes
vivieron primero la amargura y luego la dulzura. Y me dijo:
-
Tú mismo has escogido tu camino, Miri-Mon,
ve y que Dios te guarde: algunos de tus abuelos fueron a la guerra, otros se
dedicaron a la política o al comercio; tú deseas dedicarte a la verdad. Todos
han hecho según su designio. Sin embargo, guárdate de levantar la ira del
poderoso o de insultar a la prostituta, sé como la historia, que escucha a todo
el que habla sin inclinarse ante nadie, para luego entregar la pura verdad a
los que observan”
Naguib Mahfuz utiliza la técnica periodística de la entrevista a
catorce personajes muy
cercanos al Faraón, respetando siempre el lugar de la primera persona
narrativa, (Ay, Horemheb, Bek, Tadu-Hepa, Tiy, Miri Ra, May, Bintu, Nakht…
Nefertiti), empresa que realiza a través de otro personaje, el joven Miri-Mon,
fascinado por la ciudad de la luz, Akhetatón, y por los misterios de su
abandono, emprendiendo la búsqueda de la verdad en torno a su impulsor,
Akhenatón (“espíritu eficaz de Atón”), quien solo reinó en la fértil orilla del
Nilo durante 17 años, hacia el 1350 a.C. en el Imperio Nuevo. Éste, Amenofis
IV, hijo de Amenofis III y de Tiy, influyente madre, desde temprana edad
manifestó unos incoherentes, heréticos pensamientos y actitudes que chocaban
frontalmente con el dogma politeísta de la religión y las costumbres egipcias influidas
por el culto al dios Amón. Monoteísta convencido, decidido, Akhenatón predicó
una nueva religión de paz y amor. Un aliciente inequívoco a esta heterodoxa
manera de entender la realidad, fue su unión con Nefertiti, misteriosa y bella
mujer con la que formaron el perfecto complemento y baluarte de la pareja solar
en símbolo del dios único y en despecho del resto de dioses alrededor de Amón-Ra
y a quien el propio rey prohibió su culto.
De hecho, tan importante y
trascendente fue esta mujer, la reina Nefertiti, que en el libro ocupa la
última entrevista de Miri-Mon, y a la que nos lleva, entre otros interesantes
aspectos, por la intriga sobre el porqué del abandono a su marido, frustrados
todos los sueños, condenándose a la soledad de las ruinas de su palacio en la
ciudad abandonada, la esplendorosa Akhetatón (la actual Tell el Amarna), la
ciudad del “horizonte de Atón”, construida por el propio Akhenatón en honor al
dios único, Atón, establecida en capital del Imperio y tras marcharse de Tebas
ante las conjuras de los sacerdotes de Amón.
Extraordinario por su concisión y significación el relato del autor
de esta gran revolución espiritual; más por la descripción de esas relaciones
humanas dentro del poder, esas miserias nutridas de la hipocresía, la envidia,
la traición, pero también del amor y la lealtad.
“ La fuerza maligna anida en el corazón de
los sacerdotes. El corazón de mi señor y maestro no conocía el mal; quizá fue
ese el secreto de su drama (…)
- Vuestras
tradiciones, maestro, ahogan vuestros espíritus… (…)
- Con
las tradiciones derrotamos al tiempo, príncipe. (…)
- Con
cada nuevo sol nace una nueva belleza…”
Los siglos, los tiempos, la escritura de los vencedores, ha diluido
si esta herejía histórica, esta utopía fugaz, fue producto de la enfermedad, de
la locura de un Faraón embarazoso, o de una larvada lucha en contra del poder
omnímodo de la casta sacerdotal de Amón, solo que terminó enterrada en las
arenas del desierto. La revolución mística, solar, de la que, en sus
planteamientos, recuperaría otra figura histórica relevante, trascendental, Jesús
de Nazareth, en una religión asimismo de amor, de pacífica y fraternal
convivencia. La historia relata la presión y hostigamiento de los enemigos de
Egipto, en especial los Hititas, lo cual terminó por recrudecer las conspiraciones
contra el Faraón, las traiciones más íntimas, haciéndolo capitular en favor de
su hermano Tutankhamón, quien volvió a situar la capital en Tebas, devolviendo
todo el entramado religioso y poderoso en servicio de Amón a la casta
sacerdotal. Akhenatón no abandonó su ciudad, al igual que Nefertari, donde
murió en extrañas circunstancias.
“ - Egipto es un país de tradiciones
eternas, y la mujer es el vaso sagrado en el que se guardan esas tradiciones.
(…)
- Mi
corazón también está lleno de sentido del deber”
Maravilloso y bello relato histórico sobre Akhenatón, “para unos, un
ser repugnante, deforme, medio hombre, medio mujer, que desatendió las tareas
políticas para consagrarse a la difusión de una nueva religión monoteísta, lo
que permitió que los enemigos de Egipto derrumbaran el Imperio. Para otros, un
hombre fascinante que revolucionó no sólo la religión, sino el arte y la
sociedad, y al que las tradiciones y el poder de los sacerdotes de los viejos
dioses acosaron hasta la muerte. La visión de su esposa Nefertiti, y tanto de
los que le quisieron como de los que renegaron de él, compone el retrato de un
faraón que no anheló territorios, sino sabiduría.”
“- En los tiempos difíciles es cuando se
conoce a los hombres fieles. (…)
- Hemos
derribado el muro con todas las mentiras que contenía, sin embargo la verdad
debe ser escrita”
Una lectura muy recomendable.
“- El trono da gloria, pero la felicidad
depende de la sabiduría de cada uno”
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