Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



viernes, 16 de junio de 2017

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El Perfume" de Patrick Süskind

“Quería ser el Dios omnipotente del perfume como lo había sido en sus fantasías, pero ahora en el mundo real y para seres reales… Porque los hombres podían cerrar los ojos ante la grandeza, ante el horror, ante la belleza y cerrar los oídos a las melodías… pero no podían sustraerse al perfume. Porque el perfume era hermano del aliento… Quien dominaba los olores, dominaba el corazón de los hombres.”



Alguien me dijo en cierta ocasión, y así insistí en creérmelo y en demostrarlo, que el verano no era adecuado para las relecturas, para ninguna, y menos de los tildados y trillados bestsellers. Sin embargo, y aún no siendo verano pero con un canícula precursora y sofocante que lo vale, acabé por destrozar a ese ingenuo aserto, ya más próximo a la manía, con "El perfume: historia de un asesino", (RBA Editores, 1992), la opera prima de Patrick Süskind. Y esta historia sobre la búsqueda de la belleza absoluta a través del perfume supremo, ha vuelto a atraparme. Indudablemente, la originalidad de su trama, la narrativa empleada, escrita con soltura y ritmo ágil, el hecho de no poder encasillarla en un determinado género (negra, histórica, thriller, terror... ¿?), y puesto que su subtítulo, "Historia de un asesino", no hace honor, más bien confunde, en el desarrollo del relato, hace de lo insólito de su lectura un atractivo siempre dispuesto a sorprender y amenizar al lector, en verano y en cualquier estación. 

"El perfume vive en el tiempo; tiene su juventud, su madurez y su vejez."

Jean-Baptiste Grenouille es un hombre invisible porque nació sin olor, y es como el Flautista de Hamelin porque tiene el poder de la seducción, de someter a voluntad las conductas y emociones de los hombres a través de su prodigioso sentido del olfato y de la admirable capacidad de destilar los aromas que suscitan simpatía, amor, piedad... todo el amplio abanico de sensaciones y  sentidos humanos; y para lo que no le importa convertirse en un despiadado asesino en serie y en un inquietante prestidigitador del perfume. 

"Hay en el perfume una fuerza de persuasión más fuerte que las palabras, el destello de las miradas, los sentimientos y la voluntad."

Conocemos a Jean-Baptiste Grenouille,  "uno de los hombres más geniales y abominables de su época", desde su mísero nacimiento, de su abandono, de su inhumano periplo por lugares y ocupaciones crueles, inmundas, de su fuerte necesidad de aferrarse a la vida para expandir su sentido, su conocimiento olfativo. Esta superación personal, a pesar del rechazo que inspira, a pesar de su propio y vehemente desarraigo, le hace escalar posiciones en la sociedad hasta llegar a ser un magnífico perfumista; hecho que no significa más que la coyuntura necesaria para permitirle licuar su propia fragancia personal y en las circunstancias determinadas. Un alquimista de la fragancia que, sin embargo, obtiene su particular "piedra filosofal" de los fluidos y olores íntimos de jóvenes muchachas pelirrojas a las que asesina. 

"Se había aislado del mundo para su propia y única satisfacción, sólo a fin de estar cerca de sí mismo."

Con todo, acaso por el sufrimiento y penares de Grenouille, por su incapacidad de amar y del rechazo de sus congéneres desde su nacimiento, el lector se ve influido por cierta consideración, por una extraña simpatía o compasión hacia este terrorífico ser que siempre interpretó el mundo, o buscó su identidad dentro de su misma soledad, en ese París, esa Francia del siglo XVIII, a través de su desarrollado olfato con el que llenaba sus profundos vacíos; no era alguien a quien el mundo lo hizo así, sino que ya nació siendo lo que fue. 

"Lo que codiciaba era la fragancia de ciertas personas: aquellas, extrema
damente raras, que inspiran amor.
No es como en el recuerdo, donde todos los perfumes son imperecederos."

Patrick Süskind consigue narrar esto y más, en un enorme y admirable ejercicio literario a través de la perspectiva personal de su raro e incómodo personaje, a través de una mirada única, de por sí alejada, adversa, diferente de la realidad, que además logra situarnos en esa posición tan difícil de conseguir de identificarnos,  de compadecernos con el asesino, de ver y entender dentro casi de él las motivaciones que le impulsan al crimen, tan accesorio este. Y del mismo modo, el autor despliega esta perspectiva en una realidad, en un ambiente perfectamente definido: ese París dieciochesco con sus calles, con sus gentes, con sus oficios, con sus costumbres, religión... todo rigurosamente documentado y perfilado. En especial destacar, como no, todo un universo de olores, de fragancias, tanto de los perfumes perceptibles como de los que no lo son, salvo para Grenouille, pero de acción o influencia en los humores humanos, en su casi infinito espectro. 

"... miles de aromas formaban un caldo invisible que llenaba las callejuelas estrechas y rara vez se volatilizaba en los tejados
en los olores del atardecer aún seguía viviendo el día"

Magnífica, en definitiva, la construcción narrativa, a la que el autor imprime una intensidad e interés que no decae en ningún momento, e insisto que en un artificio difícil al tratarse de un relato en torno a un personaje del que vamos conociendo sus pormenores sin escatimar detalles, desde su nacimiento hasta un final de la historia que eleva lo fantasioso hasta un nivel máximo y no por ello decepcionante, al contrario; más en una narración sin dialogos, con descripciones meticulosas,  sin que se pierda el interés en su intriga por su ritmo, aunque pausado, ameno, destilado con... habilidad olfativa.

"... jamás podré olvidarla, ya que jamás olvido un aroma, y durante toda la vida me consumirá su recuerdo como me consume ahora, en este mismo momento, la idea de que llegaré a poseerlo..."

Por ultimo, no voy a desaprovechar la ocasión de reflexionar, o de dejar un elemento para la reflexión, de cómo la propia realidad, la vida, crea sus monstruos, aquellos que como Grenouille  tienen distorsionado su enfoque o condicionado su sentido de la ética y de la moral y de acuerdo a unas intrínsecas y diferentes características excepcionales, en este caso una hipersensibilidad olfativa. De lo cual nos introducimos en la curiosidad por conocer cómo son, su visión distinta de la realidad a la que la mayoría tiene o tenemos. Y es esta diferencia, ciertamente incómoda y despreciada y más por cuanto no se entiende, la que impulsa a esa mayoría a separar, a aborrecer, a expulsar a estos seres diferentes; y a cómo éstos se defienden o se protegen según su única concepción social y psíquica. Sea como sea, "El perfume" es una extraordinaria visión de una singular relación entre los hombres. 

"Cuando por fin se atrevieron, con disimulo al principio y después con total franqueza, tuvieron que sonreír. Estaban extraordinariamente orgullosos. Por primera vez habían hecho algo por amor."

Una novela, de la que aún no he visto la película, muy recomendable y de la que ninguna de sus relecturas defraudará al lector.

"...el perfume parecía exhalar un fuerte y alado aroma de vida."

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