"La poesía y la oración metían en la
cabeza de la gente ideas que solo conseguían que los mataran, los distraían del
implacable mecanismo del mundo"
No me ha sorprendido que esta novela, "El ferrocarril
subterráneo", (Literatura Random House, 2017), haya sido premiada con el
Premio Pulitzer 2017 y con el National Book Award 2016, situando a su autor,
Colson Whitehead, en el puñado de elegidos de las letras norteamericanas junto
a Faulkner, Proulx, Updike y A. Walker; ni por el hecho anecdótico de haber
sido una obra destacada por Barack Obama y Ophra Winfrey, entre otros; tampoco
por si verdaderamente se trata de un fenómeno literario y merecedor de tan
altos galardones, los que, dicho sea de paso, no me condicionan, pero sí me
aconsejan a leer este y no otro título en un momento determinado... Me ha
sorprendido, bastante, el tema de la novela, el argumento en torno a "Una
renovada visión de la esclavitud donde se mezclan leyenda y realidad y que
oculta una historia universal: la de la lucha por escapar al propio
destino". Y es que sorprende, además, cuando se está convencido de la
superación de estas lacras o al menos ya con sus excepcionalidades
"controladas", este repunte lamentable, esta preocupación actual por
el tema del racismo, más en la población afroamericana, resurgida tras la
llegada al poder de una nueva hornada de políticos-empresarios, rancios,
fascistoides, populistas y tan peligrosos en sus proclamas contra la igualdad,
la justicia y la solidaridad. Por tanto, con independencia del estilismo y
calidad literaria, a los que luego intentaré referirme tras la sinopsis del
relato y con toda mi buena intencionalidad característica, aplaudo y agradezco
esta lucha llamémosle intelectual y cultural para combatir con la pluma, con
las letras, el inexplicable mal y locura del racismo.
"Si sabes lo que vales conoces tu lugar
en el orden de las cosas"
"Cora es una joven esclava de una plantación de algodón en
Georgia. Abandonada por su madre, vive sometida a la crueldad de sus amos.
Cuando César, un joven de Virginia, le habla del ferrocarril subterráneo, ambos
deciden iniciar una arriesgada huida hacia el Norte para conseguir la libertad.
El ferrocarril subterráneo convierte en realidad una fábula de la
época e imagina una verdadera red de estaciones clandestinas unidas por raíles
subterráneos que cruzan el país. En su huida, Cora recorrerá los diferentes
estados, y en cada parada se encontrará un mundo completamente diferente,
mientras acumula decepciones en el transcurso de una bajada a los infiernos de
la condición humana... Aun así, también habrá destellos de humanidad que le
harán mantener la esperanza.
Whitehead nos brinda una historia universal, onírica y a la vez
brutalmente realista, sobre la libertad y las ilusiones truncadas, que nos
habla de la fuerza sobrehumana que emerge ante la determinación de cambiar el
propio destino."
"Cuando llegabas a tan viejo, daban igual noventa y ocho que ciento
ocho. Al mundo no le quedaba nada por
mostrarte más que las últimas encarnaciones de la crueldad"
Antes de nada comentar que el título, "El ferrocarril
subterráneo", es una metáfora de la compleja red de caminos y refugios
secretos que tenían como fin posibilitar la huida de los esclavos de las
plantaciones del sur hacia los otros estados de la Unión y Canada, donde podían
vivir en libertad, como personas y no animales de carga, importante fue la abnegación, la colaboración, arriesgando incluso
sus propiedades y vidas, de activistas abolicionistas blancos.
"Cada sueño es un sueño de fugas
incluso aunque no lo parezca"
Esta historia no es una reconstrucción de la red clandestina de
liberación negra, antiesclavista, sino que la alegoría del ferrocarril
planteada por Whitehead, a la que literalmente hace real, no hace aquí de la
realidad un artificio, estructura, planifica el discurrir narrativo a través de
la protagonista, Cora, en su dura existencia en las plantaciones, con las
gentes, explotadores y explotados, y en las etapas de su fuga; aunque con esa
amarga decepción, o frustración, o resignación cruel de saber que el tren jamás
llegará al destino final, a la salvación y libertad.
"Un día la sangre derrumbaría el
sistema"
Del mismo modo, al hilo del anterior símil, narrativamente parece
que la novela no termina de satisfacer, de llegar a su máxima expresión; es
decir, avanza y para, no termina de alcanzar un ritmo constante, rígida y
flexible sin un término medio: ahora resulta casi pastoril como al siguiente
renglón resalta una crudeza insoportable y al siguiente poética y reflexiva.
Acaso esto sea culpabilidad o responsabilidad de una traducción formal pero sin
alma, o porque para percibir los muchos recursos maestros de Whitehead, que los
tiene, se hace imprescindible leer la novela en inglés, puesto que solo así,
hecho que se pierde con la traducción, podrá oírse la música, la rítmica de las
palabras en su lengua correcta, la armonía de las letras.
"América era un fantasma a oscuras,
como ella"
Asimismo, muy presente la incertidumbre en cuanto a su elasticidad
narrativa: fragmentos en los que oímos a Toni Morrison, para luego acercarnos a
Twain, Faulkner y en especial a esa musicalidad de Pynchon, para desaparecer
todos, o absorberlos, e irrumpir, no con toda la destreza y dominio de la prosa
que se le intuye a Whitehead, o porque acepta dejar a un lado la retórica para
apuntalar el aspecto moral del mensaje, en un complejo relato entretejido de belleza
y crudeza.
"¿Cómo puede una persona hablar por
esta raza, grande y bella, que no es una raza, sino múltiples razas, con un
millón de deseos y esperanzas y anhelos para nosotros y para nuestros
hijos?"
La novela tendría un acento más marcado de fábula, donde los buenos
son muy buenos y los malos malísimos, de no ser por esos latigazos
insoportables con los que se describe la brutalidad en las condiciones y el
trato de los esclavos negros, explícita y real, no hay ficción en esto (en
estos instantes recuerdo una impactante escena, durante un acontecimiento
festivo en una plantación, los propietarios blancos desuellan a fustigazos a un
joven esclavo negro, Big Anthony, castrándolo después, rociándolo con aceite y
quemándolo vivo a fuego lento).
Estas atrocidades, junto a las bellas
descripciones como germen de cierta autenticidad ideal, la asumida por su
diversidad, la que no llegó a terminar o consumarse por sus quizás
"trayectos subterráneos", escondidos,
discriminatorios, irracionales, la personificada en la huida soterrada
de Cora a través de sus agudas etapas, hace a Whitehead incidir, recalcar en el
gran trauma de la nación norteamericana, la supremacía blanca. La supremacía de
una raza que revive en la actualidad con ese esperpento de personajillo convertido
en presidente del estado más poderoso del mundo. Si no Trump es Arnold
Ridgeway, el cazador de esclavos, otro de los protagonistas indispensables y
definidos de la narración, quien sintetiza esta maldición fundacional de
Norteamérica con: “El imperativo
americano”.
“América es un engaño, el más grandioso de
todos. En su fuero más íntimo, la raza blanca cree que está en su derecho de
apropiarse de la tierra, de matar a los indios, de hacer la guerra, de
esclavizar a sus hermanos. Si hubiera alguna justicia en el mundo, esta nación
no debería existir, pues sus cimientos son el robo, el asesinato y la
crueldad"
En conclusión, una buena novela, de enorme hondura por su mensaje,
aunque a la que podía exigirse mayor definición en sus líneas, en la importancia
de los matices hasta en su ámbito de atrocidad, como si ese tren metafórico al
que perdemos de vista en las profundidades, reapareciese y flamante arribara en
un destino literario definitivo y razonable; a no ser que el maquinista
desacierte en la traducción, o tal vez a que el rítmico traqueteo solo sea
audible, posible, en su lectura en inglés. En cualquier caso, una lectura
recomendable.
“Escapar suponía una transgresión tan enorme
que el castigo abarcaba a todas las almas generosas que había encontrado en su
breve visita a la libertad”.
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