“Difícil
es solo lo que uno no sabe hacer”
Novela negra, thriller, me
apetecía, con todas las características que se le suponen, se le requieren al
género: sobrecogimiento, emoción, acción, oscuridad, crimen, secretos y
sospechas… Esto parecía cumplirse en la divulgación editorial que subrayaba a “La
sustancia del mal” (Alfaguara, 2017), opera prima de Luca D´Andrea, en “El
thriller literario del año. No devorarás este libro: este libro te devorará a
ti.” Razón y atractivo suficiente para embarcarme con interés en su lectura. Luego
mi impresión ha sido de tibieza; pesan más los contras que los pros, éstos
sugestivos y logrados y correspondientes a la que debería ser la protagonista
auténtica, la intriga en sí. Del mismo modo, no he visto en este autor italiano
como otros sí lo han hecho e incluso ponderado, un estilo en la línea de otros
grandes de la novela negra. Sin embargo, ni a lo “Misery” de Stephen King, ni a
Patricia Highsmith, ni Jo Nesbo, ni Stieg Larsson, ni Joël Dicker, tampoco Luca
D´Andrea ha necesitado parecerse a nadie para crear una novela, a mi juicio no
sin la magistralía con la que se la ha acreditado, de la que me esperaba más, evidenciando
una historia de misterio interesante, correcta y entretenida. Solo.
“En 1985, durante una
terrible tormenta, tres jóvenes son brutalmente asesinados en el Bletterbach,
un enorme cañón tirolés cuyos fósiles cuentan la historia del mundo. Treinta
años más tarde, el documentalista estadounidense Jeremiah Salinger se instala
en la pequeña localidad alpina junto a su mujer y su hija pequeña y, a medida
que va conociendo a los habitantes de la comunidad, se obsesiona con ese caso
nunca resuelto. Nadie a su alrededor desea remover el pasado, como si aquel
sangriento acontecimiento llevara consigo una maldición, y todos parecen
esconder secretos inconfesables.
La identidad del asesino o
asesinos no se nos revelará hasta la última página. Por entre medio gozaremos
de múltiples indicios, líneas de sondeo que son un atolladero, giros
inesperados y escenas de magnífica ternura en oposición a otras de gran tensión
y discreta elegancia narrativa”.
“La sustancia del mal”
pivota en torno a tres ejes en orden de importancia: ambientación, trama,
tradición.
“-No,
no me divertí. Es tan…, es una locura decirlo, todo el mundo es viejo, pero
allí se nota el peso del tiempo”
Ambientación: Muy visual,
la novela reseña perfectamente, a modo de una guía de viajes completa y
atractiva, un ostentoso e impar decorado: la cordillera alpina de las
Dolomitas, en el Tirol, el Alto Adige italiano, un cañón originario profuso en
fósiles, de ocho kilómetros de extensión por casi medio millar de metros de
profundidad, el Bletterbach, inclemente y sobrecogedor, pleno de nieves, de
amenazas blancas, y… de la Bestia.
“Mejor
no bromear con el diablo.”
Tradición: De la misma
forma el autor acopia y trasmite con detalle y solvencia las tradiciones, las
leyendas, las supersticiones, la vida en un pequeño pueblo de las cordilleras alpinas
tocado de una protección rigurosa, cerrada y desconfiada ante toda injerencia
externa.
“-Dios
nunca me perdonará por eso, ¿verdad, Salinger? –Tú no lo has hecho.”
Trama: Escrita en primera
persona, de estilo ágil, sencillo, parco, de breves capítulos y oraciones
sucintas, exterioriza los problemas íntimos del protagonista, Salinger, de la
lucha para que sus obsesiones no se interpongan en el amor y resguardo de su
familia; más al sentirse mordido hasta casi el desequilibrio,
soportando una
presión inhumana, por dilucidar qué sucedió tiempo atrás en lo más recóndito de
las montañas, la brutalidad de unos crímenes de los que
desconocemos si perpetrados por humanos o por algo terrorífico, mítico,
sobrenatural. La angustia del protagonista principal, por el contrario, no
termina de sobresalir de las páginas para transmitirse al lector, y establecer así
la reclamada empatía que hubiera dotado de mayor atracción al relato. Los
personajes, a nivel general, muchos como para que en ciertos momentos se pierda
el hilo de su afinidad o identidad, están bien caracterizados.
“Preguntar
a los muertos para dar respuestas a los vivos.”
La novela tiene un inicio
pesado, un ritmo lento, acaso para que D´Andrea sitúe personajes, argumento y
escenario, que no deja de tener la impresión, la contrariedad, de unas
demostraciones destinadas a amantes de la escalada, de las actividades o
solaces en la alta montaña. Cuando creía que esto era solo al principio y que
necesariamente la narración tenía que progresar en suspense y emoción, el autor
continúa dosificando con cicatería, acrecentando ahora un ritmo medio, inadecuado
y flojo, los giros identificativos del género, los datos o pistas para
dilucidar los crímenes, exigiéndose más acción, más avance en la investigación
y no tanto en las subtramas; hasta un final, eso sí, con importante vértigo y
sorpresa, pero si no previsible, sin dirimir con capacidad al mal, la bestia,
la fantasía o la crueldad humana; trasmitiendo una sensación en el lector, si
bien satisfactoria, impasible.
“Una
parte de mi mente, esa parte animal que conocía el terror porque había vivido
en el terror durante millones de años, comprendía lo que la Bestia silbaba.”
En definitiva, trama, leyendas
y ambientación en un thriller fácil de leer, no tan adictivo como debía
esperarse, donde el escenario tiene más importancia que los personajes o la
historia en sí, adoleciendo de algo más de esa genuina oscuridad en esta
narrativa de suspense. Sea como sea, una novela entretenida.
“Olvidas
aniversarios, cumpleaños. Olvidas caras. Por suerte, también olvidas los
dolores, los sufrimientos. Pero las risas de esa época, de cuando aún no eres
un hombre, pero tampoco eres ya un niño..., esas permanecen dentro de ti.”
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