“El amor y el miedo tienen algo en común, ambos son
estados en los que permitimos que nos engañen y nos guíen, confiamos a alguien
la dirección de nuestra credibilidad y, sobre todo, de nuestro destino”
¿Qué sucedería si
la ordenada y controlada vida de los niños por los adultos, tan inocente y predecible,
se viera quebrantada y aquellos tomaran la decisión propia de su discurrir,
reinterpretando la realidad y las conductas, la sociedad y los modelos de
convivencia? De una de estas posibilidades escribe Andrés Barba en “República
luminosa” (Anagrama, 2017), ganadora del XXXV Premio Herralde de Novela 2017.
Me ha gustado este relato distópico (narración de una sociedad ficticia
indeseable en sí misma), fascinante, perturbador, desasosegante; suscribo lo
manifestado por Edmund White en la contraportada: “De cuando en cuando aparece
un escritor que no se limita a registrar las cosas sino que crea una nueva
realidad capaz de arrojar luz sobre nuestros sentimientos más oscuros. Kafka lo
hizo. Bruno Schultz lo hizo. Y ahora también Andrés Barba”. Una nueva
perspectiva, y oscura, de la infancia, o del ordenamiento social.
“¿Qué tiene que
suceder para que nos veamos obligados a redefinir nuestra idea de la infancia?
La aparición de treinta y dos niños violentos de procedencia desconocida
trastoca por completo la vida de San Cristóbal, una pequeña ciudad tropical
encajonada entre la selva y el río. Veinte años después, uno de sus
protagonistas redacta esta República luminosa, una crónica tejida de hechos,
pruebas y rumores sobre cómo la ciudad se vio obligada a reformular no solo su
idea del orden y la violencia sino hasta la misma civilización durante aquel
año y medio en que, hasta su muerte, los niños tomaron la ciudad. Tensa y
angustiosa, con la nitidez del Conrad de El corazón de las tinieblas, Barba
suma aquí, a su habitual audacia narrativa y su talento para las situaciones
ambiguas, la dimensión de una fábula metafísica y oscura que tiene el aliento
de los grandes relatos.”
“El mundo infantil nos había empezado a incomodar a todos”
Frase del narrador
de la novela que resume su argumento o mensaje, de lo sucedido veinte años
atrás (1993) cuando treinta y dos niños surgidos por ensalmo, de entre nueve y
doce años, los que mantenían un lenguaje incomprensible y una suerte de
comunicación telepática en torno a unos fines precisos e introspectivos, sin
ataduras con la colectividad adulta, estableciendo una singular e
incomprensible civilización salvo para ellos, tuvieron en vilo a una población
tropical, San Cristóbal; con sus desórdenes y violencia, a veces gratuita, a
veces lúdica, que viven en la selva, en el subsuelo, en un presente continuo, y
a los que se les va uniendo los otros, los niños más civilizados, llamémosle
así y para diferenciarlos de aquellos asilvestrados: “Casi no nos damos cuenta de que en la preocupación por los niños,
también por los hijos de esas familias de clase media que se van sumando a la
horda, se esconde algo más, algo difícil de definir y que poco a poco se va
concretando como otra forma de violencia”.
“Su vida era como los sonidos de los sueños: una cosa
extraordinaria”
“República
Luminosa” es una novela inquieta porque rompe de manera directa el aspecto
idealizado de la infancia, de su dependencia del mundo adulto, de su ingenuidad
que adquiere aquí unos matices recelosos, enfáticos, dominadores y ahondados,
bajo la óptica de los mayores, o del narrador en primera persona de la
historia, hacia la desolación en un agujero existencial oscuro y terrible,
amoral. Una pesadilla llena de preguntas sin respuestas, de tinieblas, que
mantiene arriba la intensidad y tensión en su trama casi apocalíptica; donde
los niños constituyen una amenaza para el sistema o, acaso para ellos, para
todos, de una necesaria redefinición del estatus social, ajeno a la dimensión
resignada adulta, y de la convivencia, o de la libertad en las relaciones, con
toda la carga social y psicológica de la reflexión descrita con un rigor
estilístico sorprendente, diferente, obsesivo, y magistral.
“La infancia es más poderosa que la ficción”
“República Luminosa”
tiene un final… no voy a decir nada de éste; solo, como los buenos finales,
como el colofón a una magnífica novela, te sigue calando luego de la lectura
con una sensación de ensimismamiento, de estremecimiento, de desamparo ante la
temible posibilidad planteada, cuando la infancia toma el pulso de su
existencia. Impecable Barba en esta experiencia de terror cotidiano, o de la magistralía
de crear monstruos surgidos no de la fantasía, sino de lo rutinario de nuestras
existencias.
“Hay una extraña relación entre el terror y el
pensamiento, como si el primero fue el inhibidor necesario del segundo y al
mismo tiempo su promotor necesario”
Muy recomendable
esta novela oscura, letárgica, trazada de manera hábil, arriesgada, entre sensaciones
entremetidas de amor y miedo, de una profundidad psicológica no solo con
respecto a la infancia, o de una infancia libre, sino de la sociedad en su
conjunto, con un resultado excepcional.
“Es cierto que habríamos sido incapaces de enunciarlo
con esas palabras. Solo se puede describir con precisión lo que se ha dejado de
sentir, aquello para lo que ya hemos encontrado un límite”
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