“El problema era que las respuestas simples rara vez
eran las correctas”
Una lectura amena,
relajada, policíaca, adecuada para estos días que aún se resisten en imponer todo
su castigo, su infierno, su bochorno. Cojo la novela, la décima entrega de la
saga “Los crímenes de Fjällbacka” de Camilla Läckberg, “La Bruja” (Maeva,
2018), y leo en su sinopsis: “Un nuevo hito, la novela más esperada y ambiciosa
de Camilla Läckberg”, tal vez la aseveración, el gancho, ajustado a un
marketing exagerado; sí la novela formal, en la línea exitosa de las mejores
entregas del serial, entretenida. Sigo leyendo: “Fíjate bien”, me fijo. Continúo:
“Nada es lo que parece”, por supuesto, acorde a la característica fundamental
de la novela negra. Insiste, con intriga: “No te fíes del título, de la portada
ni de la sinopsis”, no hago caso, bonita portada, y vuelvo a su sinopsis: “La
desaparición de Linnea, una niña de cuatro años, de una granja en las afueras
de Fjällbacka, despierta trágicos recuerdos. A través de tres líneas
temporales, —el presente, un caso sin resolver de hace treinta años, y el
relato del siglo XVII —, y cuatro tramas conectadas entre ellas, Camilla ha
conseguido componer su novela más ambiciosa hasta la fecha y que si comienzas a
leer no podrás parar hasta el final.” Termino y muestro mi conformidad con que
“La última novela de Camilla Läckberg tampoco es lo que parece”, no, no lo es,
no es lo que parece, pero también es lo que me esperaba. “Resuelve el enigma de
La bruja.”, eso he hecho a lo largo de su lectura, y en este aspecto me ha
ganado la conocida por reina del género negro nórdico. En definitiva, una buena
opción y garantía para echar las horas atrás con una lectura absorbente y animada.
675 páginas, un
libro largo al que su enredo de tramas y subtramas, de varias novelas en una,
no lo hace pesado, no se pierde el hilo ni su interés, por su armadura
perfectamente estructurada, ordenada y de desarrollo ágil, distribuido en
cortos capítulos y con una narración en primera persona que realza su soltura y
ritmo. Insisto en la habilidad de Läckberg por conectar cada una de sus tramas
en un final vertiginoso y conseguido:
-
La clásica pareja de la
saga formada por la escritora Erika Falck y por el policía Patrick Hedström,
con sus cuitas familiares, profesionales, y ambos coincidentes en la
investigación criminal.
-
El nudo principal con la
desaparición de una niña en una granja de Fjällbacka
, concurrente con la
desaparición treinta años atrás de otra niña que apareció asesinada. Dos
adolescentes fueron acusadas entonces, las mismas y ya adultas que vuelven a
coincidir en el caso actual, una vecina, Helen, y una actriz de éxito, Marie.
-
Las vidas privadas de los
personajes secundarios, jóvenes y mayores, en torno a la investigación o entre
la policía como Martin o Gösta.
-
Un grupo de refugiados
sirios que trata de adaptarse a la vida sueca.
-
La historia de la bruja,
Elin, transcurrida siglos atrás.
Y como es habitual
en todas las novelas de Camilla Läckberg, un fondo de crítica social que aquí
incide en temas como el bullying, el racismo, la agresión sexual, los
detonantes de las matanzas colectivas tan frecuentes en los ambientes
estudiantiles…
Una novela divertida.
“- Ellos saben que los odiamos. Ven todo el odio que
ya han creado en nosotros, pero no pueden ayudarse a sí mismos, siguen
vertiéndolo, siguen creando algo que no podrán controlar.”
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