Esta mañana tenía ganas de escribir; pero no tenía ninguna historia, ninguna
reflexión, ni descripción, ni al menos una fantasía que colorear o, por
mimetismo con el ambiente, unos
contrastes de garabatos más o menos aquí, ahí, allí, en este paisaje de cenizas
que desde pronto lloraba melancolías sobre quizá un papel mojado; realzando las
sombras, ahondándolas, vaciando esa claridad perpleja, incómoda... Nada.
Necesitaba escribir, pero no existía relato o palabras o letras que lo hicieran
posible. Así que, sin alcohol, sin unas cartas afortunadas o fracasadas, algún
desconsuelo sucio o amoroso, un ruido de las alcantarillas desbordadas por el
caudal, fulgores de estaño en la cal de las paredes, sin... Escribí, sí, mas subrayé
a Bukowski. O fue él quien satisfizo mi ansia de escribir, o facilitándome un
desahogo por no concebirlo conforme a lo propio, por mi imaginación indolente o
tan solo infértil por unas horas, días, y jamás permanente, sería fatídico. Transcribí,
escuché a Charles Bukowski. Algo. Llovía afuera. Llovían adentro estas frases,
estos versos, este consejo:
“¿Así que quieres ser escritor?” –me dijo y de esta manera lo escribo.
Él desgranó y yo copié su poema:-
“Si no te sale ardiendo
de dentro,
a pesar de todo,
no lo hagas.
A no ser que salga
espontáneamente de tu corazón
y de tu mente y de tu
boca
y de tus tripas,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
durante horas
con la mirada fija en
la pantalla del ordenador
o clavado en tu máquina
de escribir
buscando las palabras,
no lo hagas.
Si lo haces por dinero
o fama,
no lo hagas.
Si lo haces porque
quieres mujeres en tu cama,
no lo hagas.
Si tienes que sentarte
y reescribirlo una y
otra vez,
no lo hagas.
Si te cansa sólo pensar
en hacerlo,
no lo hagas.
Si estás intentando
escribir
como cualquier otro,
olvídalo.
Si tienes que esperar a
que salga rugiendo de ti,
espera pacientemente.
Si nunca sale rugiendo
de ti, haz otra cosa.
Si primero tienes que
leerlo a tu esposa
o a tu novia o a tu
novio
o a tus padres o a
cualquiera,
no estás preparado.
No seas como tantos
escritores,
no seas como tantos
miles de
personas que se llaman
a sí mismos escritores,
no seas soso y aburrido
y pretencioso,
no te consumas en tu
amor propio.
Las bibliotecas del
mundo
bostezan hasta dormirse
con esa gente.
No seas uno de ellos.
No lo hagas.
A no ser que salga de
tu alma
como un cohete,
a no ser que quedarte
quieto
pudiera llevarte a la
locura,
al suicidio o al
asesinato,
no lo hagas.
A no ser que el sol
dentro de ti
esté quemando tus
tripas, no lo hagas.
Cuando sea
verdaderamente el momento,
y si has sido elegido,
sucederá por sí solo y
seguirá sucediendo
hasta que mueras
o hasta que muera en
ti.
No hay otro camino.
Y nunca lo hubo.”
Entonces, al terminar, me sentí tranquilo. Ya he escrito, o
le he seguido, a Bukowski, y me ha servido, acaso para estar contento. Compensado.
Gracias. Miré y todavía llovía tras los cristales de la ventana, pero era noche.
Una noche fría de otoño.
F.J. Calvente
No hay comentarios:
Publicar un comentario