Qué sabrá la realidad, o el olvido presente, de esta noche de invierno en la alameda de mi Barrio, de su aliento de escarchas, de los épicos ecos de batallas de silencio, de antiguas memorias que conducen los pasos por las líneas de mármol, aspavientos de las desnudas ramas, los afilados reflejos, de las letras pérdidas de su leyenda. Qué sabrá la realidad... Qué sabré yo que en mi fondo no sepa.
Aquí estoy...
Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario