Determinadas o todas las tareas, domésticas, son más llevaderas, incluso eficaces, con música, con la música que me llega y penetra de la secuencia de un concierto en el televisor, discreta, sin esta alterar ni desviar la mecánica de la faena en el hogar; un acompañamiento sin interrupción, como si a Ian Gillan, Ritchie Blackmore, Jon Lord, Ian Paice y Roger Glover los tuviera sentados en los sofás, cuando lo estaban, no descansando, tocando Rock en New York, en 1973. Sonaba «Strange Kind of Woman»... «Everything's good, everything's fine/ You don't know it's the end of your time/ Sly, sly, like the demon's eye/ Like the demon's eye...» He terminado, la tarea. Sigo oyendo, disfrutando de DEEP PURPLE.
Aquí estoy...
Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.
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