El cielo puede esperar.
Aunque esté abierta la puerta al Otro Lado.
Aunque este incómodo calor disfrace el miedo al tránsito.
Aunque la muerte sea olvido, vaho, y en vida recordemos con persistencia que ya somos muertos que no viven o reflejos en un espejo empañado.
Aunque en este silencio no se oigan los susurros, ni menos los secretos.
Aunque la paradoja nos lleve a celebrar lo que en verdad no se desea conmemorar, costumbre desvanecida entre otros ecos lejanos.
Aunque las flores, las luces, un dispendio vivo, sea para los que no están y solo están en nuestra suplantación y oscuridad.
Aunque el morbo, la sugestión, la mirada afuera, contigua, formen parte del espectáculo y el aroma de los crisantemos sea asimismo de plástico.
Aunque ahora, cuando ellos no nos oyen, nos empeñemos en decirles lo que entonces no les dijimos, por prisas o vergüenzas, de mañanas y prórrogas, cuanto callamos, con el peso de las cenizas mojadas por unas lágrimas que rodaron o por una lluvia ya nostálgica que jamás se llevará nada.
El cielo puede esperar, con la puerta abierta de recuerdos que viven de óbitos o estos son sepultados más hondos y aliviados; porque a aquellos que se fueron los seguimos reteniendo a este lado con golpes de pecho más menos actuados, anclados con más cruces y mármol, sin vuelos.
"El cielo puede esperar"
F.J. Calvente.
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