El último fuego, aunque del mismo modo fue el primero. La instantánea de hace unos días, destacada entre el fárrago de otras en el móvil y aún huérfanas de palabras. Un cartón entre las llamas, donde no hay letras, solo las de una autoría inmediata. El fuego que recuerda al lugar y al momento, festividad de Reyes, atardecer. En buena compañía. Un cobijo agradable. Un silencio de sierra encantada. Un olor a año incinerado y a limpia expectativa. Contento en los niños y en los no tan niños. En todos. Un fuego inaugural y al mismo tiempo postrero que envuelve a un misterio entre su misterio. Un misterio. En la víspera fueron unas piedras y curiosos objetos que la noche arrojó a (...) desde su secreto y vacío. Un pájaro raro revoloteó el ocaso. Un anuncio. Otro. Y de una manera más contundente, al día siguiente, el de la imagen, juntos en torno a ese fuego preliminar y concluyente, con un horizonte de más ascuas latentes a las del hogar y derramado por las cárdenas peñas, un desplome de enser agudo y estruendoso; asimismo milagroso por la indemnidad de los familiares presentes, muy inquietos y desamparados de certezas o cohibidos por el miedo. Un mueble descuajeringado fuera, en la calle. Un muñeco decapitado. La cabeza del caudillo no aparece en el revoltijo de cristales y maderas, de lozas rotas, adornos mutilados, un molinillo de latón abollado, de morteros o almireces íntegros por metálicos, pero pesados, cerámicas y suvenires destrozados, mejor. Sombras adentro o dudas que estremecen. Un exorcismo o un brindis con cava por la suerte. El aviso definitivo. Esperemos. Porque un espejo seguía llorando lágrimas negras, tal vez de nostalgia por un azogue perdido o del que fue despojado.
"MISTERIO"
F.J. Calvente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario