Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



miércoles, 8 de febrero de 2023

"CAMINO"

 


"Lo real me resulta increíble y remoto.

Hablo aquí y estoy lejos.

Soy yo, pero soy otro."


Sin prisas. Sin mirada adelante y menos atrás. Detente, y siéntate. El poyete de la alameda está frío. No es un frío irreversible. No es un frío inexorable. Un aviso de estar, de estar vivo. La noche es amable con estas reflexiones, con estas voces, con estas emociones, con estas letras con vocación de versos. Y aunque su exhalación sea gélida, de desarraigo, de morriña por otros hogares cómodos y funcionales, también monótonos, del sudor del errático en el desierto, seco o helado, en la nada, o en lo absoluto, por ejemplo la noche, por ejemplo el mito que acontece, es una invitación al encuentro, lo imposible a lo factible, o al menos un intento, a intentarlo. No hay en el espacio, en sus paralelas de mármol, ningún camino de baldosas amarillas. Alguna vez lo hubo. Alguna vez. Siéntate y escucha, escúchate.  


“No vemos dos veces el mismo cerezo ni la misma luna sobre la que se recorta un pino. Todo momento es el último porque es único. Para el viajero, esa percepción se agudiza debido a la ausencia de rutinas engañosamente tranquilizadoras, propias del sedentario, que nos hacen creer que la existencia va a seguir siendo como es por algún tiempo”.


Al detenerte, sin embargo, al sentarte en el longitudinal banco del poyete, percibes que la existencia también se ha parado, se ha suspendido, o no es la de antes que acaso venga a ser lo mismo. Un aviso de estar vivo.  Esquirlas de escarcha en la nueva candela de las farolas. Los coches huyen, en sus luces sanguinolentas hay una declaración de rabia. El gato del otoño está escondido, o avizor, expectante e indiferente, muy ambiguo, en el portal que comienza a abrirse y del que no sabes, no entiendes. Por esto disimulas, disimulas mal,  arrojando el examen a otro lado, a cuanto crees de seguro, cómodo, no infuso y por tanto confuso; a resultas, como arena que se escapa entre los dedos.


La entrada a otro lado, o a la verdad de este. Acaso el ingreso que ya se ha abierto en uno o en todos los agujeros, como gritos fosilizados, en la rugosa corteza de los árboles. Árboles cuyas ramas desnudas, rígidas, doblegadas por el peso del invierno, tienden al pronóstico de otros horizontes donde se oculta el sol. Ramas que toman la forma de una súplica, e incluso de una tétrica amenaza,  a lo que no se ve, o de lo que no se comprende. Demacradas extremidades de unos espectros ciegos y anclados en la tierra y en el tiempo, inclinados hacia donde te has sentado e intentas discernir, entre el críptico susurro del ramaje, la leve sordina de la realidad,  de alientos como el titilar de unas estrellas que murieron hace milenios, su mensaje. En un instante, con un estremecimiento confirmatorio, despejas la incógnita de estar ahí, sedente y pensativo. Deshaces la encrucijada, cuando la corazonada sobre el camino de tu vida irrumpe, con fiebre y anhelo, en tu interior, para aferrarse con ganas a esa penumbra derramada de luna nueva, de un visaje del misterio.


"Hora en que la yerba crece

en la memoria del caballo.

El viento pronuncia discursos ingenuos

en honor de las lilas,

y alguien entra en la muerte

con los ojos abiertos

como Alicia en el país de lo ya visto."


Porque se trata de tu vida, ¿o hasta entonces era existencia? De tu discurrir por la realidad y la fantasía. De eso se trata, al asombrarte, detenerte y sentarte en el poyete en esta noche fría. A interiorizar e iluminar el camino de tus días. El sentido de tu paso. La identificación con la tierra. Una sincronía de latidos. Tu leyenda. Un intento. Un momento. Porque si la vida está colmada de momentos, la muerte se abre solo en uno, aunque no concluyente o mejor definitivo. El descubrimiento es un renacimiento. Si bien, antes de asombrarte, detenerte y sentarte en estos límites de la alameda, de recorrer con la mirada las señales, tu reflejo en los ojos del mundo, de este universo afín y cercano, tú ya eras piedra, noche, tradición. Tú ya eras lugar, letra y belleza. Tú ya eras camino. El camino. 


"Soy yo, pero soy otro."


📝 Aquellos entrecomillados por orden de aparición:

🖋️Gabriel Celaya.

🖋️Marguerite Yourcenar.

🖋️Alejandra Pizarnik.


📸 Alameda de San Francisco. Ronda.


"CAMINO"

F.J. Calvente.

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