Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 25 de octubre de 2025

FELIZ CUMPLEAÑOS, TITO

 A medida que pasan los años con sus etapas, soy más consciente de que el significado de la vida, su sentido, tiene que ver en si se ha sido o no, en si se es o no una buena persona. Y si concibes a la discreción, al silencio acogedor, a la sonrisa noble y serena, al trabajo sin queja, en una actitud y entrega, entonces, al ser la mesura puerta franca para otras virtudes, para todas, además de una persona buena, te hace humilde, honesta, generosa, tranquila y tierna. Así es mi tío Delfín Sánchez: una buena persona. Gracias. ¡Felicidades, tito!




"CAMBIO DE HORA"

 Esta noche cambio de hora o hay que cambiar de horario. A horario de invierno. A las 3 serán las 2 o a las 2 serán las 1 o a las 1 serán... Pues eso, hay que retroceder, para los nostálgicos en su acaso humor 'vintage' o más bien 'retro', las manecillas del reloj, así con un pellizco, con un frote de los dedos pulgar e índice en la ruedecilla estriada, reculando la aguja más pequeña a la posición, marca o cifra previa, una hora; por el contrario, la "insomne" y abultada mayoría no tendrá que hacer nada, ya se encarga la tecnología o presiones crematísticas de hacerlo y tal como extienden, al igual que una marea negra en la mar, su manejo a todos los aspectos o contextos de una existencia cómoda y apática, la que no se cuestiona nada. 


Una hora de sueño menos, o más bien de dormir o de descansar menos y para aquellos que consigan, de un tirón o a ratos, dormir o descansar o por poco cerrar los ojos, la mente quieta, pues ojalá también soñáramos..., ilusión de que nos lleven los sueños. Sueños. Y con los sueños, tibios anhelos, luminosa imaginación, solidaria creatividad, osada expresividad sin cuerdas, ausente, caprichosa, maravillosa, viéndonos exigidos a retroceder en el tiempo, un pasito atras en nuestro camino, en nuestra realidad, sean minutos, sesenta, y con ello poder disfrutar de nuevo del sueño, inventiva o magia que acaso acabábamos de dejar como un oasis difuso en el desierto blanco de sábanas y almohadas. Asimismo sueño sería, utopía o deseo, en esta coyuntura impuesta de retroceder en el tiempo, sean segundos, tres mil seiscientos, permitiera que determinados hechos o sucesos, trágicos y deshonestos, ruines y malvados, no hubieran sucedido o a no darles la oportunidad de que sucedan. O incluso para quienes siendo imbéciles, de tal manera pudieran redimirse, recuperarse o repararse, librarse de tal condena y observar con paz el amanecer en el horizonte o con empatía al prójimo y diferente. Quiera Dios o Dios lo quiera. También las quimeras se hacen realidad, ¿no? Sueños. 


Sin embargo, hoy está de moda ser un imbécil, o más bien un imbécil canalla; que siéndolo, más por canalla, no hace falta que venga nadie, ni banda o partido para hacerlo acaso más imbécil y canalla. Y una hora menos es una hora más para solazarse en su canallismo y miseria, en su roto e ignorancia. En sus ínfulas. Olviden el supuesto anterior, el final del anterior párrafo, al milagro. 


Solo para los soñadores, esta madrugada hay que atrasar el reloj, o esta otra máquina del tiempo, una hora, a las 3 serán las 2. En punto. Y punto. 



lunes, 20 de octubre de 2025

"Federico..."

 — Federico, que "no por mucho madrugar amanece más temprano."


Oigo la voz, lejana pero acuciosa, cuando abro el balcón para que penetre en casa la mañana. Gala, extraño, parece no haber oído nada; caídas sus orejas y cola, olfateando arriba el fresco o a algún rastro perdido para siempre en una brisa húmeda e inodora. Me incorporo un poco afuera. Están fríos, pero aún no queman los hierros de la baranda. No veo a nadie. No hay nadie. Ni los fantasmas de al lado ni sombras. Solo los primeros bostezos del sol reverberados en las piedras. Etéreos desgarros escarlatas en la noche muerta. 


— ¿Me lo dices o me lo cuentas? -respondo con incertidumbre y aspereza. 


No obtengo respuesta. Ninguna. Gala me mira y escéptica mueve una oreja. Despierta el día y tengo la impresión que ni yo ni lo que creí acababa de acontecer le importan algo, nada. Tampoco a Gala que espira un último sueño y las primeras ansias. Con todo, cansado o molesto, insisto con unas últimas palabras:


— Además, no me llamo Federico. Yo soy el otro.