NO SOSTENGAS, DÉJATE LLEVAR
F.J. CALVENTE
El rumor del agua, indescifrable. Aluminios entreverados en el verde
cromatismo de las hojas de los árboles; mudas, quietas, quizás absortas
en despejar los misterios de la fuente. Arriba, sobre un pedestal
poligonal, la estatua de San Francisco, inerte por una maldición a su
atisbo de herrumbrosas huidas. Chorros de agua del devenir de los
tiempos, que se detienen en los mundos inocentes que rebullen en el
parque infantil. Horrendas sombrillas que ensombrecen mesas y sillas,
tapas y alcohol, historias y olvidos de sus fugaces moradores. Hoy aquí,
maňana... Un campaneo metálico en la iglesia del Espíritu Santo,
recorre en un segundo las raíces míticas del Barrio. Un aire de
eternidad. Alguien dice algo o ha sido un desliz en el hermetismo del
susurro del agua de la fuente: "No sostengas, déjate llevar".

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