Mi colaboración en el programa de la Real Feria del Barrio San Francisco de Ronda...
B A R R I O
F.J. CALVENTE
No
sé ya cómo escribirte, qué escribirte, porque todas mis palabras serán incapaces
de descifrarte, aunque descubran mis existencias que hay en ti. No sé qué
decirte, no sé explicarlo, son estas emociones que me sonríen al retener tu mirada.
La mirada de la que me enamoré, ciega aún de los mismos infinitos de la
infancia, la que me hace vivir queriéndote, querer viviéndote. La mirada que se
incendiaba con un crepúsculo de otoño, por San Francisco, derramado en las
hojas que caían, como lágrimas de nostalgia, de los árboles de la Alameda.
Ahora cada vez es más distante el otoño, más cercano el verano, las hojas no
caen al igual que los anhelos, declinarán más tarde con el frío de los
destierros, no están bruñidas de atardecer, sino verdes de ciegas esperanzas.
Hoy
he regresado una vez más a ti, para ver cómo maquillas con la Feria tu cara,
para contarte que me siento más realizado, más apasionado de ti. Y sin embargo,
también perdido. Perdido regreso a uno de tus viejos poyetes de la Alameda, en
los que nada se pierde, porque resisten en ellos almas ceporreras que velan tu
Historia, guardan la Tradición y las revelan a quien tenga oídos para oírlas y
conciencia por sentirlas. Regreso para cerrar una herida. El perdón. Quiero
pedirte perdón, tengo que hacerlo, y estirar a éste como tus calles de piedras,
elevarlo como tus luces sepias, como tú eternidad de cal y fierros…; todas las
manifestaciones de la ilusión y la tristeza, las mismas que inspiran al amor,
las mismas que conducen a tantos instantes, risas, gestos, llantos… de mi
propia vida que he dejado contigo, mi Barrio, y que llegué a olvidar. Rogar tu
perdón, y tal vez absolución, por imponer mis cosas, mis intereses o
posesiones, mis efímeras miserias, y con ellas negarte, abandonarte. Padecí los
mismos desatinos que me apenan de algunos de mis vecinos a los que el Barrio se
les quedó pequeño y mi corazón al verlos. Y gracias a éstos, en cambio, por
abrirme los ojos, encoger mis entrañas, y aspirar hoy a ser perdonado. Ya no
huyo. Desnudo me presento en estas líneas ante ti. Mi búsqueda de perdón, lo
sé, es un reencuentro con mi gente, con todos los que somos de aquí, quienes te
hacemos y a quienes nos acoges en tu humilde seno. “Alguna vez era una amistad
este Barrio, un argumento de aversiones y afectos, como las otras cosas del
amor, apenas si persiste esa fe… Este disperso amor es nuestro desanimado
secreto… perdura ese hecho servicial y amistoso, esa lealtad oscura que mi
palabra está declarando: Barrio” ¡Cuántas páginas de Borges leí en tu asiento
de piedra, susurradas por el soplo de la tarde, en la nítida noche, en tus
entretelas!
Nací
y quiero morir en este Barrio. Aunque recorra el mundo entero y mil cosas me
atraigan o condenen, mi hogar siempre me aguardará aquí, al lado de una Alameda
amable, bajo un cielo cercano, confirmando mi afinidad en un Viernes Santo o en
un Cuatro de Octubre franciscano. “Contigo -y Cernuda- ¿Mi tierra?/ Mi tierra
eres tú/ ¿Mi gente?/ Mi gente eres tú/ El destierro y la muerte/ para mi están
adonde/ no esté tú/ ¿Y mi vida?/ Dime, mi vida,/ ¿qué es, si no eres tú?”
Anochece.
Bombillas que se encienden. Sirenas de los cacharros. Tintinan los suspiros en
las melodías del recuerdo… Gracias. Ya es hora de entrar a la Feria. Estoy en
mi casa. Y es también la vuestra.
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