Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



sábado, 24 de enero de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Los cuerpos extraños"


“Tenía los años, los rasguños y la perspicacia suficientes como para saber que la vida es corta, y que cada uno de nuestros titubeos la acorta un poco más”
 

Lo siento. Creo estarán al corriente que es habitual en mis lecturas intercalar una novela negra o policíaca entre otras de distinto género. También que, ciertamente, estaba casi absorbido por los autores suecos y sus personajes, (Anders Knutas de Mari Jungstedt, Erica Falck y Patrik Hedström de Camilla Lackbërg, Anna-Maria Mella y Rebecka Martinsson de Asa Larsson, y sin olvidar al maestro de maestros Kurt Wallander de Henning Mankell, culpable de éstos y de mi casi insistente pauta los Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander del malogrado Stieg Larsson); vale que de entre tanto nórdico apareció nuestra Dolores Redondo y la trilogía del Baztán con Amaia Salazar, lo que del mismo modo me impidió releer a los clásicos (Sherlock Holmes de Conan Doyle, Poirot o Mrs. Marple de Agatha Christie, El Padre Brown de G.K. Chesterton, Rouletabille de Gaston Leroux, Dupin de Poe o Jules Maigret de Simenon), y olvidar tanto bueno y entretenido de la literatura hispana como el inmejorable brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro de Lorenzo Silva; de acuerdo que con el permiso de Carvalho de Vázquez Montalbán, Toni Romano de Juan Madrid o el inspector Méndez de González Ledesma. Y ahora, con este “Los Cuerpos Extraños”, sin ninguna duda, Lorenzo Silva sigue sin defraudarme con sus Bevilacqua, este pintoresco Guardia Civil que estudió psicología y lee a Stendhal y Rilke, y Virginia Chamorro que abre aquí más su intimidad y sombras.

¿De qué va? Mientras pasa el fin de semana en familia, el brigada Bevilacqua recibe el aviso de que el cadáver de la alcaldesa de una localidad levantina, Karen Ortí Hansen, cuya desaparición había sido previamente denunciada por el marido, ha sido hallado por unos turistas en la playa. Para cuando el Guardia Civil y su equipo llegan y se hacen cargo de la investigación, el juez ya ha levantado el cadáver, las primeras disposiciones están tomadas y se está preparando el funeral. (No ha existido oportunismo de Silva en este argumento, aprovechando el asesinato en mayo de 2014 de la presidenta del PP en León. Solo es coincidencia) El lugar es un avispero en el que se desatan todo tipo de rumores sobre la víctima, una joven promesa que venía a romper con los modos y corruptelas de los viejos mandarines del partido y que apostaba por renovar el modo de hacer política. (¿Les suena de algo?) Además, el descubrimiento de su agitada vida sexual, que puede calificarse de liberal y apasionada, arroja sobre el caso una luz turbulenta. Pero no hay mucho tiempo para indagar y en esta ocasión Bevilacqua debe apresurar una hipótesis en un fuego de intereses cruzados, en el que la causa de la joven política es también la causa de la integridad personal, de la que el país entero parece haberse apeado.

¿Qué me ha parecido? En “Los cuerpos extraños” Silva reincide en la clase política española, en sus casos de corrupción. Sin embargo, conocido el discurrir y sentido de las obras predecesoras, impera más la confrontación psicológica de los protagonistas que el acto delictivo y las pesquisas para desentrañarlo. De hecho, aludido en el anterior párrafo, la sargento Chamorro se nos presenta arrastrando bajo su apariencia de funcionaria responsable y competente un drama privado, tan triste como irresoluble. De acuerdo que aquí, y desafortunadamente, parece haberse interrumpido, desde la anterior novela “La marca del meridiano”, la tensión sexual latente entre brigada y sargento a lo Remington Steele, Luz de luna, Expediente X, o la actual Castle. Hubiera ganado la novela con ello. Pero no es así, se asegura una exclusiva relación de amistad, marcada en los límites de la profesión, sin mayores desafíos y con un Bevilacqua que a su vez incide o mantiene o insiste, a través de su inteligencia instintiva, el a verlas venir, tanto para la justicia, como en lo sentimental y la moral. No es este u otro aspecto un anquilosamiento en la definición del personaje, ni mucho menos. No. Bevilacqua es un personaje muy normal, que envejece novela a novela, como lo hacemos todos, como lo hace el autor en el paso del tiempo y la realidad española reflejada en sus historias. Por eso su vida, sus reflexiones van cambiando y madurando con el paso de los años: “Para bien o para mal, ya había rebasado esa edad en que colgarse chatarra de la pechera el día de la patrona (que viene siendo el único en que un tipo como yo se pone el uniforme, para descubrir que desde la patrona anterior la dieta fue excesiva o el ejercicio físico insuficiente) le parecía a uno una distinción”

Y esto se garantiza, y gusta, por su realismo, al estar la novela, como todas las anteriores, narrada en primera persona. El personaje crece o envejece en el transcurso de sus palabras, de sus historias, libro a libro, creándose una identificación familiar y llana con él. De acuerdo en que esto aleja la serie del típico thriller de acción, constituyendo un desafío captar el interés del lector y envolverlo y hacer que disfrute del tono pausado, reflexivo, detallado de los pormenores de la investigación, hasta, concretamente en esta entrega, la dilucidación del caso en su último capítulo, como mandan los cánones.

Continúan siendo una delicia los diálogos, una gozada, todo un maestro Lorenzo Silva en sacar punta, emoción o disquisición en los cruces de palabras, profundizando en la curiosidad de todos, en la inquietud de todos, personajes y lectores, y todos gravitando en torno al mundo actual, muy realista, que nos rodea. Asimismo, no hay que obviar el sentido peculiar de humor, característico, corrosivo, de una hondura impropia pero admirable. “Llevar una pipa bajo el sobaco vuelve un poco peligroso el ejercicio de pensar sobre si los que mandan deberían mandar o los ciudadanos deberían poner a otros. Se empieza por ahí y se termina entrando a tiros en el Congreso a salvar la patria

¿Por qué este título de “Los Cuerpos Extraños”? No voy a contestar, a lo mejor porque también con él se garantiza mayor interés e intriga. Solo diré que está relacionado con el llamémosle surrealista entorno de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, edificios que se describen como “esos cuerpos extraños emplazados en la médula de aquella vieja ciudad”. No voy a desvelar más, quizás ciertos apuntes, asombrosos cuando se lee la novela, sobre la fatalidad de la vida, la respuesta hacia ella, como la reflexión de Bevilacqua al verse “muy debajo de la pirámide”, pero en la negación de un presente resignado, un no rendirse a pesar de los recursos limitados, “De la resistencia a dejarse aniquilar por el achicamiento venía, acaso, la única grandeza de todo cuanto nos rodeaba”, para que “haciendo cosas pequeñas”…

Buena y entretenida novela. Mi compromiso de no dejar mucho tiempo en el olvido al ya suboficial Rubén Bevilacqua y su fiel escudera la sargento Virginia Chamorro.

Esto es como la muerte: solo se muere una vez, pero quien piensa en ella todo el rato muerte todos los días

3 comentarios:

  1. No he leído el resumen por temor al spoiler, sólo la introducción :)

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    1. No te preocupes, desde Ofrenda a la tormenta de Dolores Redondo, a tí se lo debo, mil perdones aún, cuido mucho de no desvelar llamémosle argumento sensible para el hipotético lector no ya de mi crítica, sino de la novela en cuestión. Puedes leer mi comentario con toda la tranquilidad.

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    2. No te preocupes, desde Ofrenda a la tormenta de Dolores Redondo, a tí se lo debo, mil perdones aún, cuido mucho de no desvelar llamémosle argumento sensible para el hipotético lector no ya de mi crítica, sino de la novela en cuestión. Puedes leer mi comentario con toda la tranquilidad.

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