Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 9 de abril de 2015

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Tatuaje" de Manuel Vázquez Montalbán



“Como todo el mundo, tenía la ideología que necesitaba para justificar su propia vida”



José Batlló, íntimo amigo de Manuel Vázquez Montalbán, durante un almuerzo que terminó con ambos achispados, en plena euforia etílica desafió a Manuel a escribir una novela “de guardias y ladrones”, con el ánimo de mofarse de la literatura contemporánea de la que Montalbán era autor docto y considerado; y éste, sea por la cantidad de alcohol en sangre, aceptó el reto. Escribió “Tatuaje” en quince días y, aunque la crítica fue despiadada, tanto como para afrontarle de que profesionalmente se había suicidado al postrarse a lo vulgar y comercial, gracias a esta apuesta la novela negra alcanzó un valor literario excepcional en la España de un tiempo difícil, el final del franquismo, 1974, y dejarnos para la posteridad al singular Pepe Carvalho, el detective inusual, ex comunista y ex agente de la CIA, de vasta cultura y origen gallego, de cínica afición en encender la chimenea, no importa que sea verano, con libros de su nutrida biblioteca (3.000 volúmenes), entre ellos “El Quijote”, por representar según él las aventuras de un imbécil, con lo cual experimenta un deleite especial en un acto purificador. Carvalho vive en Barcelona, en una casa de Vallvidrera situada en las faldas del Tibidabo, ciudad a la que ama en exceso como ama a las mujeres, mantiene una relación con una prostituta llamada Charo, y a la buena gastronomía, un cocinero exigente y brillante...


“- ¿Qué eres tú? ¿Un poli? ¿Un marxista? ¿Un gourmet?

- Un ex poli, un ex marxista y un gourmet”


“Tatuaje” es uno de los libros de la Colección Vázquez Montalbán que se entregaban con el diario Público hace algunos años y que ahora he rescatado, admirado, de uno de los fondos de mi biblioteca. Trata del extraño encargo que como detective recibe Carvalho del propietario de una peluquería de Barcelona para que averigüe la identidad de un cadáver que ha aparecido en la playa, con el rostro desfigurado, y un tatuaje que dice “He nacido para revolucionar el infierno”. 


“Pero en el caso del joven alto y rubio como la cerveza había variantes notables y agradecidas. Las cien mil pesetas que le pagaba el señor Ramón era la más notable. Y luego la leyenda del tatuaje, un desafío de príncipe renacentista en el cuerpo de un obrero emigrado, venido primero a macarra y finalmente a hombre pez sin rostro, con misterio de animal anfibio sin rostro ni señas de identidad”


Con estos exiguos datos, Carvalho va desgranando una complicada trama que le llevará de Barcelona a Ámsterdam, ciudades que enamoran al investigador, en una perfecta y sentida cartografía de sus calles, sus canales, Las Ramblas, la zona "roja" holandesa, la gastronomía...  Y sobre todo su gente. “Esa gente siempre es simpática. Porque como no se exigen nada a sí mismos no exigen nada a los demás”. Los personajes alcanzan distintos registros según el ambiente y la clase social a la que pertenecen, todos perfectamente definidos, en una caracterización impresionista, en unos diálogos ingeniosos. Sin embargo, necesario es destacar en esta primera novela de una larga saga, a los personajes llamémosle “fijos”: Bromuro, el limpiabotas y confidente, de marcado tono histriónico y conspiranoico. Charo, la pareja prostituta de Carvalho, cuya profesión no es indigna sino una salida laboral como cualquier otra, necesaria para su independencia y seguridad… Finalmente Pepe Carvalho, el protagonista inefable, escéptico y cínico, desencantado de lejanas convicciones, tan contradictorias como su filiación comunista o su trabajo de espía en la CIA; gallego y errante, Madrid, La Habana, Ámsterdam… hasta el culmen de su esencia, Barcelona; igual de contradictorio, destilando un humor muy fino, respecto a su enorme cultura que adquiere una chabacanería sublime y vital: “Los museos le producían alergia, tal vez como compensación al pasado encantamiento, a las pretéritas adoraciones por su silencio catedralicio y el sucesivo éxtasis ante tanto valor convencional. Cambiaba a todo Rembrandt por un culo femenino hermoso o un plato de spaghetti a la carbonara”. Admirable su actitud inquisitiva y curiosa y distante, que no juzga sino observa, impulsándolo, de acuerdo que de manera suspicaz, incondicional, a buscar la verdad, a perseguirla, a desentrañarla, en sus relaciones personales, profesionales, culturales, metafísicas, culinarias, o en el crimen. Personajes que reúnen esta máxima: “Unos nacen para hacer la  historia y otros para padecerla” También la novela es una comparación y una sutil crítica de dos sociedades opuestas: la española y la holandesa. La española, sumida en las postrimerías del franquismo, reprimida, hipócrita, pobre, en la que muchos trabajadores se ven obligados a emigrar y otros muchos solo subsisten como pueden. La holandesa, una sociedad moderna, receptora de esos emigrantes, abierta y tolerante. Una escena alusiva es la protagonizada, precisamente, por dos emigrantes españoles en Ámsterdam cuyo único fin, dicen a Carvalho mientras miran los escaparates del Barrio Rojo porque es gratis pero no pueden permitirse entrar, es ahorrar “unas pesetas para volver a España” “Ser español es duro”, sentencia el detective.


Las ciudades extrañas siempre mienten la promesa de placeres novedosos. Pero cuando te metes en su dura geografía descubres la impenetrabilidad de los cuerpos, la repetida vulgaridad de las situaciones y personas. Si quería ligar debía ir por las buenas a un cuerpo de alquiler o a una larga escaramuza verbal de dudoso resultado. Le fastidiaba todo el ceremonial previo, toda la etapa de persuasión. Este tipo de comunicación debiera ser automático. Un Hombre mira a una mujer y la mujer dice sí o no. Y a la inversa. Todo lo demás es cultura


Todo personaje tiene mucho o poco de su autor. Indudablemente. Manuel Vázquez Montalbán fue un intelectual de izquierdas, despechado de cualquier militancia partidista, erudito y sibarita. ¿A quién nos recuerda? Sí, a Carvalho… ¿O es Manuel Vázquez Montalbán una creación de Pepe Carvalho? De hecho, el autor vuelca en su personaje, o a la inversa, su pasión gastronómica, uno de los placeres absolutos de la vida. La gastronomía es un buen indicador y marcador del ritmo de la investigación en ciernes y de la vida personal de Carvalho, cuando come no es por necesidad orgánica, sino por disfrute: “Carvalho comía con ese entusiasmo inmutable que caracteriza a los gourmets eficaces y poco dramáticos... Carvalho contenía sus emociones íntimas en parte porque los goces solitarios siempre le habían parecido intransferibles... Un camarero es un fino analista psicológico y en cuanto descubre en tus ojos el éxtasis se te acerca, te pide de viva voz que se lo confirmes y te mira los bolsillos del alma y del cuerpo con una complicidad de compañero de goce que para él no será orgasmo hasta que le dejes un quince por ciento de la nota en concepto de propina”. Y el otro deleite son las mujeres: “Si quería ligar debía ir por las buenas a un cuerpo de alquiler o a una larga escaramuza verbal de dudoso resultado. Le fastidiaba todo el ceremonial previo, toda la etapa de persuasión. Este tipo de comunicación debiera ser automático. Un hombre mira a una mujer y la mujer dice sí o no. Y a la inversa. Todo lo demás es cultura.” Tanto que influyó sobremanera en otros escritores y en otros personajes, o viceversa, y de ejemplo ineludible en el comisario Montalbano, curiosamente, de Camilleri. 


Y al hilo de estas influencias, este estilo de Vázquez Montalbán tan irónico y desenfadado, claro, conciso, se aproxima al de Raymond Chandler, ya visto en este blog, al mítico ingenio de Marlowe, o al abrumador recelo del Agente de la Continental de Dashiell Hammett; esa metodología, tan oscura, de reunir pistas, de encadenarlas, de interrogar a soplones, testigos, y sin importar al detective protagonista jugarse la vida por un atisbo de luz; o la trama sustentada en diálogos agudos y sarcásticos, de “ironía gallega”, inteligentes y corrosivos, sin forzamientos ni alardes excesivos que añaden más realismo tanto a la caracterización psicológica de los personajes como a la historia y aportan una visión completa de los ambientes más negros de la realidad, y todo relatado con ese lenguaje llamémosle cinematográfico, más elaborado y generoso en Montalbán… Y empero, único. Pepe Carvalho es único, un investigador singular con los pies en la tierra. 


“Tatuaje” es una novela para disfrutar. Un libro corto, intenso, de final asombroso, inesperado, fascinante por su complejidad y que, en contraste, resuelve ya no solo la investigación clásica de un asesinato, sino el amor, la pasión, de unos personajes tan precisos, tan cercanos, y con tal sencillez a la que no queda otra opción que calificar de magistral. 


Por último solo me queda agradecer a José Batlló por aquel reto a Manuel Vázquez Montalbán, provocado por un engreimiento piadoso y los efluvios etílicos, y puesto que de esta manera contribuyó a crear, mediante la ruptura, un nuevo modelo para el género policíaco con un personaje excepcional y carismático, Pepe Carvalho, y de tan profusa emulación, vale que con sus propios distintivos, en Rankin, Mankell, Connelly, P.D. James o el ya mencionado Camilleri, en héroes que crecen y envejecen en la serie de sus novelas; sino también por ese retrato honrado y fiel de la realidad social de España, de la Barcelona pre y post franquista que, pese a su tiempo, continúan siendo una crónica imprescindible para entender muchos de los problemas modernos y, literariamente, disfrutar de una calidad narrativa soberbia, en atractivas tramas que en nada, evidentemente, al contrario, envidian la moda de los thrillers nórdicos o suecos o la violencia norteamericana. La novela negra en España alcanzó su arte con Manuel Vázquez Montalbán.


Que ustedes la disfruten. 


Por cierto, Vázquez Montalbán realizó también el guion de la película “Tatuaje” basada en la novela, dirigida en 1976 por Bigas Luna e interpretada por Carlos Ballesteros en el papel de Carvalho, Pilar Velázquez en Charo y Mónica Randall como Teresa Marsé. Mejor disfruten del libro.


“Se sentía poseído por la investigación, como antes, cuando se sentía ligado a los enigmas hasta su develamiento. Era como si recuperara una potencia perdida, aunque dolorosa: la capacidad de entusiasmo”.

3 comentarios:

  1. Para mí el más que interesante Pepe Carvalho tiene el rostro de Eusebio Poncela, a veces el de Juanjo Puigcorbé, aunque este no sé por qué no llegó a calar tan hondo. La última vez que pusieron una de estas series en televisión duró un capítulo o dos, supongo que las audiencias serían las culpables de su retirada. De esto hará ya quince años. También he leído alguna, que conste ;). Muy bonita la reseña!

    ResponderEliminar
  2. Gracias. Yo también prefiero a Poncela como Carvalho. Aunque siempre mejor el libro.

    ResponderEliminar
  3. Gracias. Yo también prefiero a Poncela como Carvalho. Aunque siempre mejor el libro.

    ResponderEliminar