“Como
todo el mundo, tenía la ideología que necesitaba para justificar su propia vida”
José Batlló, íntimo
amigo de Manuel Vázquez Montalbán, durante un almuerzo que terminó con ambos
achispados, en plena euforia etílica desafió a Manuel a escribir una novela “de
guardias y ladrones”, con el ánimo de mofarse de la literatura contemporánea de
la que Montalbán era autor docto y considerado; y éste, sea por la cantidad de
alcohol en sangre, aceptó el reto. Escribió “Tatuaje” en quince días y, aunque
la crítica fue despiadada, tanto como para afrontarle de que profesionalmente se
había suicidado al postrarse a lo vulgar y comercial, gracias a esta apuesta la
novela negra alcanzó un valor literario excepcional en la España de un tiempo
difícil, el final del franquismo, 1974, y dejarnos para la posteridad al
singular Pepe Carvalho, el detective inusual, ex comunista y ex agente de la
CIA, de vasta
cultura y origen gallego, de cínica afición en encender la chimenea, no importa
que sea verano, con libros de su nutrida biblioteca (3.000 volúmenes), entre
ellos “El Quijote”, por representar según él las aventuras de un imbécil, con
lo cual experimenta un deleite especial en un acto purificador. Carvalho vive
en Barcelona, en una casa de Vallvidrera situada en las faldas del Tibidabo, ciudad
a la que ama en exceso como ama a las mujeres, mantiene una relación con una
prostituta llamada Charo, y a la buena gastronomía, un cocinero exigente y brillante...
“-
¿Qué eres tú? ¿Un poli? ¿Un marxista? ¿Un gourmet?
-
Un ex poli, un ex marxista y un gourmet”
“Tatuaje” es uno de los
libros de la Colección Vázquez Montalbán que se entregaban con el diario
Público hace algunos años y que ahora he rescatado, admirado, de uno de los
fondos de mi biblioteca. Trata del extraño encargo que como detective recibe
Carvalho del propietario de una peluquería de Barcelona para que averigüe la
identidad de un cadáver que ha aparecido en la playa, con el rostro
desfigurado, y un tatuaje que dice “He
nacido para revolucionar el infierno”.
“Pero
en el caso del joven alto y rubio como la cerveza había variantes notables y
agradecidas. Las cien mil pesetas que le pagaba el señor Ramón era la más
notable. Y luego la leyenda del tatuaje, un desafío de príncipe renacentista en
el cuerpo de un obrero emigrado, venido primero a macarra y finalmente a hombre
pez sin rostro, con misterio de animal anfibio sin rostro ni señas de identidad”
Con estos exiguos
datos, Carvalho va desgranando una complicada trama que le llevará de Barcelona
a Ámsterdam, ciudades que enamoran al investigador, en una perfecta y sentida
cartografía de sus calles, sus canales, Las Ramblas, la zona "roja"
holandesa, la gastronomía... Y
sobre todo su gente. “Esa gente siempre
es simpática. Porque como no se exigen nada a sí mismos no exigen nada a los
demás”. Los personajes alcanzan distintos registros según el ambiente y la clase
social a la que pertenecen, todos perfectamente definidos, en una
caracterización impresionista, en unos diálogos ingeniosos. Sin embargo,
necesario es destacar en esta primera novela de una larga saga, a los
personajes llamémosle “fijos”: Bromuro, el limpiabotas y confidente, de marcado
tono histriónico y conspiranoico. Charo, la pareja prostituta de Carvalho, cuya
profesión no es indigna sino una salida laboral como cualquier otra, necesaria
para su independencia y seguridad… Finalmente Pepe Carvalho, el protagonista
inefable, escéptico y cínico, desencantado de lejanas convicciones, tan
contradictorias como su filiación comunista o su trabajo de espía en la CIA; gallego
y errante, Madrid, La Habana, Ámsterdam… hasta el culmen de su esencia,
Barcelona; igual de contradictorio, destilando un humor muy fino, respecto a su
enorme cultura que adquiere una chabacanería sublime y vital: “Los museos le producían alergia, tal vez
como compensación al pasado encantamiento, a las pretéritas adoraciones por su
silencio catedralicio y el sucesivo éxtasis ante tanto valor convencional.
Cambiaba a todo Rembrandt por un culo femenino hermoso o un plato de spaghetti
a la carbonara”. Admirable su actitud inquisitiva y curiosa y distante, que
no juzga sino observa, impulsándolo, de acuerdo que de manera suspicaz, incondicional,
a buscar la verdad, a perseguirla, a desentrañarla, en sus relaciones
personales, profesionales, culturales, metafísicas, culinarias, o en el crimen.
Personajes que reúnen esta máxima: “Unos
nacen para hacer la historia y otros
para padecerla” También la novela es una comparación y una sutil crítica de
dos sociedades opuestas: la española y la holandesa. La española, sumida en las
postrimerías del franquismo, reprimida, hipócrita, pobre, en la que muchos
trabajadores se ven obligados a emigrar y otros muchos solo subsisten como
pueden. La holandesa, una sociedad moderna, receptora de esos emigrantes,
abierta y tolerante. Una escena alusiva es la protagonizada, precisamente, por
dos emigrantes españoles en Ámsterdam cuyo único fin, dicen a Carvalho mientras
miran los escaparates del Barrio Rojo porque es gratis pero no pueden
permitirse entrar, es ahorrar “unas
pesetas para volver a España” “Ser
español es duro”, sentencia el detective.
“Las ciudades extrañas siempre mienten la
promesa de placeres novedosos. Pero cuando te metes en su dura geografía
descubres la impenetrabilidad de los cuerpos, la repetida vulgaridad de las
situaciones y personas. Si quería ligar debía ir por las buenas a un cuerpo de
alquiler o a una larga escaramuza verbal de dudoso resultado. Le fastidiaba
todo el ceremonial previo, toda la etapa de persuasión. Este tipo de
comunicación debiera ser automático. Un Hombre mira a una mujer y la mujer dice
sí o no. Y a la inversa. Todo lo demás es cultura”
Todo personaje tiene
mucho o poco de su autor. Indudablemente. Manuel Vázquez Montalbán fue un
intelectual de izquierdas, despechado de cualquier militancia partidista,
erudito y sibarita. ¿A quién nos recuerda? Sí, a Carvalho… ¿O es Manuel Vázquez
Montalbán una creación de Pepe Carvalho? De hecho, el autor vuelca en su
personaje, o a la inversa, su pasión gastronómica, uno de los placeres
absolutos de la vida. La gastronomía es un buen indicador y marcador del ritmo
de la investigación en ciernes y de la vida personal de Carvalho, cuando come
no es por necesidad orgánica, sino por disfrute: “Carvalho comía con ese entusiasmo inmutable que caracteriza a los
gourmets eficaces y poco dramáticos... Carvalho contenía sus emociones íntimas
en parte porque los goces solitarios siempre le habían parecido
intransferibles... Un camarero es un fino analista psicológico y en cuanto
descubre en tus ojos el éxtasis se te acerca, te pide de viva voz que se lo
confirmes y te mira los bolsillos del alma y del cuerpo con una complicidad de
compañero de goce que para él no será orgasmo hasta que le dejes un quince por
ciento de la nota en concepto de propina”. Y el otro deleite son las
mujeres: “Si quería ligar debía ir por
las buenas a un cuerpo de alquiler o a una larga escaramuza verbal de dudoso resultado.
Le fastidiaba todo el ceremonial previo, toda la etapa de persuasión. Este tipo
de comunicación debiera ser automático. Un hombre mira a una mujer y la mujer
dice sí o no. Y a la inversa. Todo lo demás es cultura.” Tanto que influyó
sobremanera en otros escritores y en otros personajes, o viceversa, y de
ejemplo ineludible en el comisario Montalbano, curiosamente, de Camilleri.
Y al hilo de estas influencias,
este estilo de Vázquez Montalbán tan irónico y desenfadado, claro, conciso, se
aproxima al de Raymond Chandler, ya visto en este blog, al mítico ingenio de Marlowe,
o al abrumador recelo del Agente de la Continental de Dashiell Hammett; esa
metodología, tan oscura, de reunir pistas, de encadenarlas, de interrogar a
soplones, testigos, y sin importar al detective protagonista jugarse la vida por
un atisbo de luz; o la trama sustentada en diálogos agudos y sarcásticos, de “ironía
gallega”, inteligentes y corrosivos, sin forzamientos ni alardes excesivos que
añaden más realismo tanto a la caracterización psicológica de los personajes
como a la historia y aportan una visión completa de los ambientes más negros de
la realidad, y todo relatado con ese lenguaje llamémosle cinematográfico, más
elaborado y generoso en Montalbán… Y empero, único. Pepe Carvalho es único, un
investigador singular con los pies en la tierra.
“Tatuaje” es una novela
para disfrutar. Un libro corto, intenso, de final asombroso, inesperado,
fascinante por su complejidad y que, en contraste, resuelve ya no solo la
investigación clásica de un asesinato, sino el amor, la pasión, de unos
personajes tan precisos, tan cercanos, y con tal sencillez a la que no queda
otra opción que calificar de magistral.
Por último solo me
queda agradecer a José Batlló por aquel reto a Manuel Vázquez Montalbán,
provocado por un engreimiento piadoso y los efluvios etílicos, y puesto que de
esta manera contribuyó a crear, mediante la ruptura, un nuevo modelo para el
género policíaco con un personaje excepcional y carismático, Pepe Carvalho, y de
tan profusa emulación, vale que con sus propios distintivos, en Rankin,
Mankell, Connelly, P.D. James o el ya mencionado Camilleri, en héroes que
crecen y envejecen en la serie de sus novelas; sino también por ese retrato honrado
y fiel de la realidad social de España, de la Barcelona pre y post franquista
que, pese a su tiempo, continúan siendo una crónica imprescindible para
entender muchos de los problemas modernos y, literariamente, disfrutar de una
calidad narrativa soberbia, en atractivas tramas que en nada, evidentemente, al
contrario, envidian la moda de los thrillers nórdicos o suecos o la violencia
norteamericana. La novela negra en España alcanzó su arte con Manuel Vázquez
Montalbán.
Que ustedes la
disfruten.
Por cierto, Vázquez Montalbán
realizó también el guion de la película “Tatuaje” basada en la novela, dirigida
en 1976 por Bigas Luna e interpretada por Carlos Ballesteros en el papel de
Carvalho, Pilar Velázquez en Charo y Mónica Randall como Teresa Marsé. Mejor
disfruten del libro.
“Se
sentía poseído por la investigación, como antes, cuando se sentía ligado a los
enigmas hasta su develamiento. Era como si recuperara una potencia perdida,
aunque dolorosa: la capacidad de entusiasmo”.
Para mí el más que interesante Pepe Carvalho tiene el rostro de Eusebio Poncela, a veces el de Juanjo Puigcorbé, aunque este no sé por qué no llegó a calar tan hondo. La última vez que pusieron una de estas series en televisión duró un capítulo o dos, supongo que las audiencias serían las culpables de su retirada. De esto hará ya quince años. También he leído alguna, que conste ;). Muy bonita la reseña!
ResponderEliminarGracias. Yo también prefiero a Poncela como Carvalho. Aunque siempre mejor el libro.
ResponderEliminarGracias. Yo también prefiero a Poncela como Carvalho. Aunque siempre mejor el libro.
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