“Tiene que vigilar de cerca a sus bestias negras porque de alguno de
esos miembros del rebaño podría salir la noción, aún no imaginada, que
desbarate el castillo de arena”
En una primera lectura no me
gustó esta novela, “Las Bestias negras” (Alfaguara, 2015) del autor mexicano
Jaime Mesa. Luego, dejando a un lado el poco atractivo que me insuflaba una
trama sobre los vicios de la burocracia política, la ambición desmedida y la
miseria cultural e intelectual de sus dirigentes públicos, probablemente cansado
de todo esto (opinión particularísima), en una segunda lectura, puesto que me
dejó cierta inquietud la anterior y a la que quise dilucidar de una manera más
detenida, aprecié el valor de este escritor, su valentía, por ofrecernos una particular
semblanza de este contexto. El estilo de Mesa es directo, contundente,
descarnado, sin lirismos, sin florituras narrativas, ni descripciones ni
recreaciones estéticas, no hay nada superfluo, con los adjetivos justos, de premeditada
ausencia de metáforas, una narración cruda y estructural, obscura.
Da la sensación como si el autor
narrara, escribiera en venganza, en coraje, contra su propio protagonista, Eliseo
de la Sota: Éste es el hombre que mueve los hilos de la cultura en una entidad
cualquiera, en México o en la cueva catalana de Artur Mas, igual da, con un
presupuesto que, aunque menor, es interesante para pulir más la pátina del
dirigente que por vocación de despertar el arte y cultura en los ciudadanos. Su
capacidad directiva va más allá de la organización de pequeños festivales,
obras teatrales y conciertos menores, también mueve la vida de sus cuatro
subordinados más cercanos hasta un insoportable grado de humillación y crueldad.
Es un personaje, además, ególatra y desencajado hasta de sí mismo, sin mayor
mérito que venderse de una forma sobredimensionada y artificiosa, acumulando
poder para sobrevivir en el castillo de arena que ha construido desde su
paranoia. Estas son sus bestias negras, sus propios subordinados que un día
pueden rebelarse. Y este protagonista está magníficamente definido por Jaime
Mesa, y contra quien descarga, pues, toda su emoción, toda su animadversión; y
aunque del mismo modo, por su peculiar proceder, esta situación no dilucida si el
odio se deba al miedo o a la atracción que le infiere esa naturaleza
desordenada; como su propio “alter ego” en el relato, Eucario Vega, y en la
paliza... no voy a desvelar nada.
“Había conseguido “clase”, y eso envolvía la fragilidad de un espíritu
patético”
Sintetiza la sinopsis: “Jaime Mesa ha construido un solo ser con
tres caras: la de Eliseo de la Sota, protagonista del drama mayor; Eucario
Vega, némesis grisáceo que viene a reclamar lo que el submundo de los
olvidados, los outsiders, no le puede dar: protagonismo; y Marcelo Combs, el
actor de tercera que busca enmendar su propia soberbia”
Continúa la sinopsis editorial, a
la que podría enmarcarse con una frase de H. Melville, “Yo podía dar una limosna a su cuerpo; pero su cuerpo no le dolía;
tenía el alma enferma, y yo no podía llegar a su alma”:
“Cuando el actor Marcelo Combs creía que todo estaba dicho en términos
de soberbia y humillación, recibe, por parte de Fred Taylor, un actor en
decadencia devenido en director de teatro, la invitación a protagonizar su obra
en el festival de una ciudad pequeña, tanto en extensión como en idiosincrasia.
Marcelo, luego de sobrevivir a la oscuridad en la que lo mantuvo su madre
actriz y superar sus propios demonios, llega a una ciudad sin nombre a
presenciar el ritual de los demonios de Eliseo de la Sota con destino a su
autodestrucción.
Así, el lector de Las bestias negras se enfila hacia tres mundos
distintos que se exploran a sí mismos hasta el hartazgo.
En el primero, Eliseo de la Sota, un dirigente cultural en algún estado
de provincia, es el “Sultán Chiquito” de un reinado construido con la adulación
y un perfil bajo que le permite navegar sin ser objetado, pero siempre
objetando a su entorno cercano desde su trono preferido: la humillación y el
sometimiento. Sus cuatro vasallos, entes que un día dejaron de tener rostro y
aspiraciones propias, pasarán de ser su sostén a detentar la fuerza de un
demonio a punto de la rebelión. En el segundo, Eucario Vega, un director de un
periódico menor, se asoma desde la cloaca para observarse a sí mismo como un
ser dotado de talento que puede y debe desarrollarse en ese mundillo cultural:
iniciará su viaje hacia la obsesión por convertirse en esa otra parte de Eliseo
de la Sota que los convierta a ambos en seres indestructibles. En el tercero,
la omnipotencia y ubicuidad dramática de un actor, Marcelo Combs, será empleada
para sublimar, desear, menospreciar y manipular”
“Las coincidencias en muchos de los casos son la conexión con los
procesos de la vida”
Recomendable esta novela de Jaime
Mesa, “Las bestias negras”, una historia plena de tensión, de una cotidianidad
impostada, henchida de sexo, excesos, degradación… La redacción, en mi segunda
lectura, se hizo más amable, más ágil, más compenetrada con sus protagonistas
en los diez días que dura este paroxismo de descontrol, de ruinas y
construcciones, de poder y sumisión, de miedo… y un amor indefinido el de estos
personajes enfermos de subordinación, del poder y el caos. Aconsejable su
lectura.
“… ese nombre ganado a pulso que, en realidad, era todo lo que tenía en
el mundo, una esperanza y un infierno a la vez,…”
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