“Palabras vacías, frases huecas, como si ella y yo hubiéramos
sobrevivido a nosotros mismos con la condición de no hacer la menor alusión al
pasado”
Olvidémonos, a ser posible, del Nobel
de Literatura otorgado el año pasado a Patrick Modiano. Y no es por alguna y vacía
ocurrencia de objetividad, o de moda. Los premios, premios son: más justos o
injustos según la vara con que se mire o, en este caso, la subjetividad o
entusiasmo por la bibliografía y por quien lo haga o la interprete; de ahí que
la concesión del Nobel, o de cualquier otro premio, a este y no otro autor
dependerá del agrado por uno u otro, del jurado o del marketing. ¿A dónde
quiero llegar? A ver: Este libro, “Más allá del olvido” (Alfaguara, 2014),
escrito por el autor francés en 1996, trata de una historia de amor desdibujada
por el tiempo y recordada por uno de sus protagonistas. Éste, un joven de
veinte años que ha terminado los estudios y se dedica a la reventa de libros
antiguos, conoce a una pareja en París, esa ciudad bohemia de hoteles sórdidos
y típicos cafés, a Jacqueline y Gérard van Bever, asiduos visitantes de fin de
semana a casinos donde Gérard gana dinero, o lo arriesga, en la ruleta
aplicando su estrategia del “cinco neutro”;
y Jacqueline, presentada como una “femme fatale” con perfil de mujer ausente,
delicada de salud y mal vestida, que sueña con vivir algún día en Mallorca
junto con un escritor inglés… “El periodo
de mi vida en el que conocí a Jacqueline se me presentó bajo el mismo contraste
de luz y sombra” El joven se enamora de ella, y ambos escapan a Londres. Allí
él encuentra un sentido a su vida en la escritura y ella vuelve a desaparecer
para reaparecer quince años después, casada, igual de ausente... “Con ella, uno nunca podía saber”
“Los dos habíamos tocado fondo, y había llegado el momento de dar un
salto en el fango para salir a la superficie… Comprendí que deseaba que nos
fuéramos juntos los dos solos para romper con una etapa de su vida. También yo
dejaba atrás los años grises y opacos que había vivido hasta entonces”
Esto, en algo menos de 200
páginas, puede parecer un argumento pobre, trivial, más por su recurrencia en
la historia de la literatura. Si este guion lo armamos con frases cortas, estrictas,
con descripciones de lugares y personajes que no ocupan más de un par de
líneas, sin ninguna hondura psicológica o existencial, de diálogos insulsos o
inabordables, y de no saber realmente dónde está el alcance o atracción de la narración,
entonces, nos parecerá una obra literaria pequeña, mezquina e inclusive
engañosa. De acuerdo hasta aquí ¿no?, en el juego que en estos momentos pretendo
desplegar ante vosotros y que tan fielmente me seguís en este blog. Y ahora, desde
esta simplicidad de la novela, estas escasas perspectivas literarias, brevedad,
claridad superficial sin recónditos trasfondos, traten de jugar, de escribir la
historia y, sobre todo, de que esta guste, atraiga… ¿Vale? Seguro que se
desesperarán, un churro el resultado; porque no es fácil, es muy difícil montar
una novela con estas simples nociones; solo a mano del talento, la sutileza de un
genio; algo así, usando un símil futbolístico, a ese regate de Messi, o a ese
control y pase de Iniesta, que nos parecen sencillos en su ejecución y, en
realidad, son complejísimos, imposibles. Así es, y con ello dilucido la
pretensión de mi juego, señalar la trascendencia del autor y su memorable
resultado: si con este estricto bagaje el escritor logra captar el interés del
lector desde el principio al final del relato, si con estos escasos bártulos
construye una novela admirable, narrada en primera persona y sin apenas
intervenir o juzgar los acontecimientos, estamos ante un ilustre por méritos
propios de la literatura, sin objetividades, ni modas pasajeras, ni
sobrevalorado. La destreza de Modiano al crear tal atmósfera sugestiva como si
los hueros hechos constituyesen los mimbres de un misterio policíaco donde sus
protagonistas, en unos pocos gestos, escuetas palabras, o en esta y no otra
prenda de vestir, por ejemplo, se definen perfectamente; y logra, del mismo
modo, giros inesperados, sorpresivos, en lo que parece ser una trama plana.
Creo que con esto habrán captado la maestría de Patrick Modiano y con
independencia al hecho de obtener el Nobel o no.
“Llevar conmigo una novela que me gustaba me daba cierta seguridad”
A mí me atrajo sobremanera de
“Más allá del olvido” el amargo y desencantado mundo narrado en sus páginas,
envuelto quizás, y si me permitieran describirlo con una técnica de pintura, afirmaría
como un “sfumatto” misterioso a lo Da Vinci, de acuerdo, pero que no deja de
ser difuminado y de ahí su grandeza. La ambigüedad y desasosiego que supongo
será una constante en la obra de Modiano, aquí se reviste de resignación, de
condescendencia, de dejarse llevar por esas para ir más allá del olvido y
encontrar una significación, a pesar de los claroscuros, del destino. “Si toda aquella época sigue aún muy viva en
mi recuerdo se debe a las preguntas que se quedaron sin respuesta” Y todo
ello sin vehemencias retóricas, ni pasiones, ni violencias adjetivas o
adverbiales: los sucesos ocurren así porque tienen que hacerlo y a los que solo
se refieren desde la serenidad intensa de un espectador pasivo.
“Había tantas calles y encrucijadas a nuestro alrededor que las
probabilidades aumentaban, y finalmente terminaríamos por provocar un feliz
azar”
En “Más allá del olvido” la
realidad más prosaica, más vulgar, atesora secretos, dimensiones significadas.
Impasible primera persona en la edificación del relato que se mueve, casi
imperceptiblemente, en esos flash-back que no dejan de ser un continuo
presente. Ya he dicho, y elogiado, la definición de sugerentes personajes con
apenas unos cuantos trazos, dejando al lector dilucidar o intuir, sin
presiones, el misterio de su personalidad. Y de la misma forma pincela la
recreación de los lugares, con esa bruma liviana con la que los presenta. Y
ahora me acuerdo de una de las frases del jurado que otorgó el Nobel a Modiano,
por ser un maestro de “el arte de la
memoria con el que ha evocado los destinos humanos más inefables y ha desvelado
el mundo cotidiano de la Ocupación”
“Yo observaba a aquel hombre, fijado para siempre en su uniforme. A esa
hora los vehículos ya no circulaban por el muelle, y yo había llegado
finalmente al corazón tranquilo y desolado del verano”
En definitiva, admirable la habilidad
de encerrar en unas páginas, en su brevedad, detalles, matices, colores, alguna
sensación, aparentemente insignificantes pero que logran montar el arquetipo en
nuestra mente de una atmósfera sugestiva, tangible; su enorme capacidad de
evocar, con precisión y simplicidad, las calles, los cafés, los hoteles, las
orillas de los ríos, París y Londres…; su onirismo tan palpable. He ahí su magnificencia,
y con ello no afirmo que sea una novela fácil de leer, la dulce paciencia de un
lirismo modesto, las baladíes circunstancias de una vida, o de unos acontecimientos
recordados por su protagonista y que no llegaron a más de unos meses, de unos
personajes perdidos, ellos y con ellos nos perdemos nosotros tras un misterio
que no termina por llegar y porque todo en la novela es él: El misterio y una
profunda desorientación y necesidad, resignada, de encontrar el lugar donde todos
declamemos, uno tras otro, “soy yo”
Una novela conmovedora, extraña,
delicada y, por supuesto, magistral.
“Habría mezclado los papeles, como en un juego de naipes, y los habría
dispuesto sobre la mesa. ¿De modo que aquello era mi vida presente?¿Todo se
reducía para mí, en aquel momento, a unos veinte nombres y direcciones dispares
cuyo vínculo era yo?¿Qué tenía yo de común con aquellos nombres y direcciones?
Me encontraba en medio de uno de esos sueños de los que sabemos que podemos
despertar en cualquier momento, cuando los peligros asechan. Si así lo decidía,
podía abandonar aquella mesa y todo se desharía, todo se perdería en la nada”
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