Por expresa petición de mi hija Ángela, firme en su espontánea determinación, así es ella, subo estas fotos de nuestro paseo matutino, por entre piedras que edifican la eternidad, y le dan su conmoción y sentido, en un claro o en una sucesión de claros que permite la lluvia distraída, mínima, entre los jirones de un cielo convulso, apresurado, de nubes y cenizas, por los que, a empellones, se abren paso los haces de un sol tibio, blanco, esculpiendo rutilantes diamantes allá y acá, en la tierra o en el envés de hierbas que insólitas lloran su verdor y las lágrimas de la borrasca, lecho de hojas o el desvestir de cuanto ya es pretérito, recuerdo, los pasos precavidos, de los que toma la paciencia cuando se acompaña de la esperanza. Con estos ingredientes mágicos, sin embargo, removidos con la inocencia de mi hija, con su sonrisa luminosa, la belleza más exigente, sus ganas, sigo esperando al otro lado de mi vida, la concreción o la senda de un milagro.
PASEO EN UN DOMINGO CONFUSO
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