Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 21 de abril de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El amante lesbiano" de José Luis Sampedro

“Los dos pertenecemos a la misma raza de vanguardia, a los adelantados en la frontera de la vida”



Os lo recomiendo, por supuesto, “El amante lesbiano” (DeBolsillo, 2014) de José Luis Sampedro. Leí esta novela hace años, creo en el 2001 o 2002, y hoy la releo, en esta edición que encontré de manera inesperada y en el lugar más inesperado y porque inesperadamente ha coincidido con el aniversario de la muerte del autor, días atrás, 8 de Abril. Ahora más que entonces, ha sido un placer leer a Sampedro, embriagarme con su sutil inteligencia, tan lucida, la ternura de su prosa, tan rotunda, y la sensualidad elevada en su grado máximo o en todas sus variantes o al trascender la misma separación o reunión entre sexo y género; en la sublimidad de su exaltación me ha recordado al memorable Terenci Moix, otro que rajó la moral convencional para emplazarnos en la poesía de la diversidad sexual: homosexualidad, travestismo, lesbianismo, androginia, dominación y sumisión, sadomasoquismo;… y en su reivindicación más lírica: la libertad. Libertad que comienza en el mismo epígrafe del libro con unas palabras de San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. La libertad del sexo, sí, de pasiones obsesivas, exaltadas, como la de su protagonista Mario, o Miriam, o “una mujer muy hombre”, con su pareja, maestra, guía, amante, Farida, quien lo transforma en el amante que siempre quiso ser, “el amante lesbiano”; pero sobre todo es un libro del amor.

“Empecé a comprender que la vida no habla ni se confunde con palabras; lo que hace es crear y destruir a la vez. No sólo reproducirse, porque varía al recrear y así progresa”

Un libro que se lee con el deleite propio de la atención sin tiempo, de la tranquilidad sin prisas, para recrearse las veces que fueran en sus delicadas descripciones, elegantes, las frescas comparaciones entre religión y sexualidad, “una vez más el erotismo conecta con los místicos y con los mártires, dichosos en la tortura”, San Sebastián traspasado por las flechas en una magistral irreverencia, “Pero no olvides que el dios de las mitologías es una creencia valiosa para muchos desgraciados ansiosos de esperanzas. Por eso está presente, con variantes, en todas las culturas, lo cual no prueba –como se dice– la existencia de dios, sino la ventaja de inventarlo, a falta de algo mejor, ofreciendo otra vida cuyo acceso administran los que se erigen en intérpretes y administradores de la divinidad”, el arquetipo de la madre, “Tu madre y tú cruzándoos en la noche y ciegos uno para el otro por el ansia misma de encontraros...”, el fetichismo de la ropa, el erotismo de los zapatos, el Tantra y el pensamiento Sufí, “Los místicos del Islam creen que Allah aniquila el mundo entero en cada inspiración de su aliento para volver a recrearlo en su siguiente expiración”, la “ipsoterapia”, “… ayudar a cada cual a vivir de acuerdo con su ser auténtico y su derecho a realizarse, sin más restricción que el respeto a los demás… Mientras no te desprecies a ti mismo ríete del desprecio ajeno y vive según tu propia verdad”, el espacio imaginario de “Las Afueras”, el lugar desinhibido, “el lugar donde vivimos los otrosciudad donde todo y cualquier amor es Amor cuando lo legitima una pasión auténtica, cuajada en el tuétano de los amantes”. No está mal, o bello por demás, o necesario, imponerse leer algo serio, brillante, plástico, en tiempos y situaciones de tanta frivolidad, desfachatez y vacío.

“…nuestra sociedad está dominada por una mitología religiosa cuyos libros, declarados sagrados e infalibles, imponen una moral enemiga del placer carnal y tan antinatural que valora la castidad como más perfecta que el sexo dado a los humanos para su creador. Una moral que declara contra natura, aberrantes y perversas, las modalidades del placer no encaminadas a la procreación, aunque esas variantes sean espontáneas manifestaciones de la vida”.

“Una ardorosa historia de amor entre una mujer sedienta de un varón sin machismo y un amante fetichista que goza en la sumisión. Una fantasía erótica ajena a la represiva educación sexual contra natura todavía imperante. Una indagación en las múltiples variantes cerebro-genitales del amor. Con una libertad expresiva fundada en el rigor de la razón, el autor aborda el tema de la identidad de género y la búsqueda de la autenticidad a través de la transformación sexual. Al narrar la vivencia de su amante lesbiano, José Luís Sampedro nos invita de nuevo -como ya propuso en Octubre, Octubre y en Real sitio-, a entrar "más adentro, en la espesura de las pasiones"”

“Comprendí que el placer y el dolor están tan juntos como lo están la vida y la muerte”

Indudablemente nadie va ahora a sorprenderse de la enorme capacidad narrativa de José Luis Sampedro, pero sí que nos sorprendamos cada vez que retomemos su obra; con admiración, asimismo, por su humanismo al inquirir en los estados más profundos, íntimos, recónditos, de la personalidad humana; de su compromiso con los tiempos. Sean estos distintivos presentes en esta historia sobre Mario, el protagonista que, a la salida de su revisión con el cardiólogo por un infarto anterior, encontrándose sin querer en un extraño lugar, evoca su vida y, esencialmente, al personaje verdadero o a aquel Mario que siempre quiso ser, asumiendo y congratulándose, desenvuelto, no castigándose, ni martirizándose, por su complejidad llamémosle psicosomática. A ver, utilizando cierto símil metafísico, sería como en esas experiencias cercanas a la muerte, en el túnel por el que al final brilla una luz esplendente, cuando el sujeto, como si de una película se tratase, ve proyectada toda su vida, hasta en los detalles más insignificantes o sus represiones escondidas, impenetrables. La elección magistral por las elipsis, por ello, los cambios argumentales y de lugar, permiten al autor condesar en algo más de 240 páginas unos hechos tan densos, tan prolijos en detalles y sensaciones, en color y emociones, allá, en esa onírica, ilusoria, mas vivificante, “Las Afueras”, en el paraíso como fundamento de todas las religiones, de las ansías ancestrales, de todos y de todo, “el paraíso de la vida es realizarse del todo” Ya que es la realización, la personal, exclusiva, ineludible, la que aquí no encuentra demora, o desprecio, sino expresión, decisión, la que no tiene espera, “todo gran deseo tiene una gran espera. Negarse nace a veces de la misma violencia del deseo”, pues en el final no hay lugar para ellas, quizás solo los juicios, o una última escenificación de cómo pudieron ser, realización y en este caso el reconocimiento de la propia naturaleza sexual, de la pasión intrínseca.

“¡Oh, Zadar: Me has hecho tan tú que yo me disiparía en nada si se evaporasen esas marcas de tu posesión! Me has vaciado de mí y sólo de ti estoy lleno”

Y esto es cuanto consigue el protagonista, Mario, cambiar la dinámica de su vida frustrada, desajustada, para entender, gracias a Farida y a la inenarrable “ipsoterapia”, que “Mi sexo es masculino, pero mi género es femenino, atraído hacia las mujeres y, para concluir, sumiso. Así es que resulto lesbiano” La condición y la necesidad de expresión, de comunión, de sensualidad y sexualidad, sumisión y acción, superando a la simple identificación de homosexualidad para elevarse a la androginia.

“Acepta tu género. Lo esencial es el modo de amar y tú amas a la mujer, pero sintiéndote mujer”

Recomiendo, una vez más, esta inteligente y fina historia en la que nada es lo que parece porque nada puede circunscribirse a férreos patrones o consideraciones, a hueras afectaciones. Máxime en este osado requerimiento por una sexualidad que deja atrás la simple dicotomía macho-hembra, masculino-femenino, pene-vagina, hombre activo-mujer sumisa, “casi todas las relaciones humanas son, en el fondo, situaciones de dominación; muy rara vez de equilibrio”, para hacer de la libertad, de las pasiones, del amor y el sexo, un lugar ideal, y mágico, donde desaprender lo aprendido, donde abandonar al personaje forjado por las exigencias de la sociedad, de la religión, de la moral, pero contrario a su esencia, a su naturaleza interior.  

“Me has apresado en la red de tu hombría como el cazador a la paloma" Me miró sonriente, reconociendo el archifamoso verso del poema de Leyla y Majnun, mientras yo añadía: "Sólo me quedaría como tu esclava, tu sierva, tu odalisca." Fui capaz de decirlo con firmeza, mirándole a los ojos, y cuando le oí responderme que ése era justamente su deseo me arrebató la ira: "Entonces ¿por qué has sido tan cruel estos días? ¿No me has visto sufrir esperándote en vano desde mi llegada? ¿Sadismo de leopardo, placer de la caza?" ... Se levantó, vino junto a mí, se sentó a mi lado y me abrazó por el hombro, con lo que me rindió: "Te equivocas, gacela mía. Eres tú quien atrapó al leopardo, le hizo desearte, necesitarte, desde que te adiviné por tus escritos y me nació un amor que se confirmó con tu presencia. Yo también he sufrido reteniéndome, pero era menester padecer ambos para llegar ahora a estar maduros en la exasperación, como el místico que vuela mejor hacia la luz desde el abismo ... Ha llegado el momento, lejos de congresos y de todo; te recojo en el límite y juntos construimos nuestro encuentro total. Serás mi odalisca, como deseas, gacela tiempo esperada. Viviremos como Rumí y su amante Shams, según cantó en aquel cuarteto que conoces:

En verdad somos un alma única tú y yo
Nos mostramos y nos ocultamos tú en mí, yo en ti.
Esa meta persiguen nuestros cuerpos al enlazarse,
pues tú y yo no existimos ni yo ni tú”






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