Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



lunes, 24 de octubre de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "El ladrón de sueños" de Verónica García-Peña

“Yo sólo describo lo que usted y los demás sueñan, sean buenos o malos sueños”



Historia, misterio y amor en este thriller de Verónica García-Peña, “El ladrón de sueños” (autopublicado, 2016), seleccionado entre las 10 obras finalistas del Premio Planeta 2015 (ganó “Hombres desnudos” de Alicia Giménez Bartlett (http://fjcalv.blogspot.com.es/2015/11/libros-que-voy-leyendo-hombres-desnudos.html) y detrás “La isla de Alice” de Daniel Sánchez Arévalo (http://fjcalv.blogspot.com.es/2015/12/libros-que-voy-leyendo-la-isla-de-alice.html)). Una entretenida novela, sin más, adecuada para estas tardes grises y tormentosas, sin otra ni mayor pretensión que la de llenarlas con una lectura fácil y amena, sin grandes alardes u oficios. Suficiente.

“¿Pueden robarse los sueños? ¿Pueden los libros cambiar el destino?
Ambientada en la posguerra española, en el Logroño de los años 40, “El ladrón de sueños” nos cuenta la historia de un detective de provincias que tendrá que investigar varios casos que marcarán y cambiarán su vida para siempre.
Contratado por una “madame” de la ciudad, deberá encontrar a la hija que ésta entregó muchos años atrás y, además, a petición de una joven, investigar qué se esconde tras un extraño escritor que con su obra ha conseguido que la muchacha dude de sí misma y de la realidad que la rodea. ¿Pueden hacer eso los libros?
Ambos casos le llevarán a descubrir la importancia de las palabras, el amor, con mayúsculas, y la desgracia. Todo ello rodeado de un misterio relacionado con una familia de la ciudad sobre la que recae una terrible y oscura maldición.
Con ciertos toques de romanticismo gótico, “El ladrón de sueños” es una novela que se leerá con ganas, sin pausa, donde se juega con la presencia del lector haciéndole partícipe de una trama llena de misterio, historia, amor y sorpresas, muchas sorpresas.”

La importancia de las palabras, aludía la escritora acerca de su creación; sin duda, enfatizaría yo, y tanto más por su intención y atención sobre un cuidado excesivo en ellas, las palabras. A ver cómo explico esto: a la autora, a quien no le importa los tópicos, muchos, ni lo previsible en un guión confeccionado con mimbres de intriga, y rechina, más al aceptar estos pormenores y declarar con franqueza no importarle el menoscabo ante una apreciación negativa de la obra, solo le preocupa, ostensiblemente, exclusivamente el cuidado de la narración, el cómo de su prosa, de sus párrafos, frases, de sus palabras, adjetivos, sustantivos… escribir bien. Y esto, cuando se concentra la expresión literaria en la forma más que en el contenido, lo escrito termina por rezumar cierta inconsistencia, insustancialidad, simplicidad; y lejos de transmitir, de sentir, impide al lector su consideración por un libro a tener en cuenta una vez finalizada su lectura.

“Quizá vosotros ya sepáis la verdad de todo, pero, de lejos, con distancia, siempre es más sencillo resolver los acertijos”

Sea como fuere, justa la deferencia hacia la autora, y felicitarla, por lograr encaramarse ahí, en la finalísima del Premio Planeta, más por lo entretenido de su historia que por otras virtudes narrativas (tampoco importantes y dado el nivel del Planeta en los últimos años).
Una historia con muchos guiños de novela negra, de misterio gótico y un suspense si bien muy previsible, narrada en primera persona a través del detective protagonista, y al que acompañamos en sus tribulaciones amorosas y en la injerencia de estas y aquellas con las investigaciones que lleva a cabo y que terminan, como no, por confluir en el final, y aunque el lector, insisto, ya las haya imaginado o consabido con mucha anterioridad. La utilización del lenguaje, recalco, es apreciable, gustoso, sin rozar la afectación, fácil de seguir. Por otro lado, en referencia a las descripciones y escenarios, se echa en falta una mayor atención sobre estos, en la ciudad de Logroño y en ese momento histórico de los años 40, y no una simple, o escueta, nomenclatura o señalética de calles, plazas o iglesias por las que erran unos personajes desconocidos.

“Tras una agradable charla en la que quisimos arreglar los rotos del mundo con sólo aguja e hilo”

Una novela entretenida, ya está.


“Los espejos, a veces, son capaces de enseñarnos nuestra propia locura”

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