Aquí estoy...

Como si fuese un discípulo de Borges, amo con derroche los atardeceres, los arrabales, algunos espejos de azogue interior, lo mítico y la desdicha. Me gustaría disfrutar ahora de la sencillez de la Belleza. Pero con sosiego. Aunque mis ojos, en un remedo de Terenci Moix, ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor, acaso de lo mío que encuentro en mi Barrio, de la gloria mítica, no voy a afligirme, ni con la infelicidad, porque la belleza siempre perdura en el recuerdo.



jueves, 12 de mayo de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Fahrenheit 451" de Ray Bradbury

“Los libros sólo eran un tipo de receptáculo donde almacenábamos una serie de cosas que temíamos olvidar. No hay nada mágico en ellos. La magia sólo está en lo que dicen los libros, en cómo unían los diversos aspectos del Universo hasta formar un conjunto para nosotros”



De nuevo la misma sensación desasosegante al releer, aprovechando que ha llegado a mis manos una edición de 1984, Ediciones Orbis, Biblioteca Grandes Éxitos, de esta joya de la literatura de “ciencia-ficción” y que poco tiene de género y bastante, de ahí la turbación, de realidad. Tal como “un chasquido, como el de la caída de un sueño confeccionado con cristal, espejos y prismas”, “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury (1953) pertenece a la conocida trilogía de novelas distópicas del siglo XX, junto a “1984” de Orwell y “Un mundo feliz” de Huxley. Hay una película homónima de François Truffaut (1966), innecesaria, y aunque todavía me sobrecoja la escena de la bibliotecaria envuelta en las mismas llamas de sus libros. ¿Novela distópica? Dícese de aquella historia sobre una sociedad imaginaria indeseable en sí misma. ¿Y el título? Referencia a la temperatura en la escala de Fahrenheit (ºF), equivalente a 232.8 ºC, y en la que el papel de los libros se inflama y arde. Entre una y otra pregunta, “Fahrenheit 451 es el más convincente de todos los infiernos conformistas”.

“-No hablo de cosas, señor -dijo Faber - Hablo del significado de las cosas. Me siento aquí y sé que estoy vivo”

Un “mundo feliz” en el que los libros están prohibidos, “un libro es un arma cargada en la casa de al lado … ¿Quién sabe cuál podría ser el objetivo del hombre que leyese mucho?”; puesto que leer incita a pensar, tanto en quien asimismo lee como en su consideración del mundo; volúmenes que marcan la diferencia, la diversidad, la curiosidad ilimitada, aportan el idealismo capaz de desmantelar a una promoción estamental de la felicidad a través del placer y las emociones superficiales. De hecho, en esa sociedad “ficticia” del relato, el ocio, el bienestar de los ciudadanos, está garantizado por un hedonismo exagerado, pero decretado e intervenido rigurosamente por el gobierno a través de la tecnología, de la televisión, endosando a sus súbditos una felicidad vacua y conformista que los hace estúpidamente contentos. Un bombero es el protagonista de la novela, Montag. Un bombero, sin embargo, que no apaga incendios; pues en esta sociedad apocalíptica los bomberos prenden fuego, no tienen mangueras sino lanzallamas, su cometido es quemar libros para velar por el orden imperante. Montag, de manera inconsciente, coge y oculta entre sus ropas uno de los libros que tenía que incinerar. Conoce a una joven, Clarisse, inocente, diáfana, sugerente, un aliento extraño y fresco en la realidad. Montag dejará de ser el mismo… “tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar, para hacer que una mujer permanezca voluntariamente en una casa que arde… quizás los libros puedan sacarnos a medias del agujero… muestran los poros del rostro de la vida…derecho a emprender acciones basadas en lo que aprendemos leyendo” La agitación de Montag, la inquietud, le hace buscar respuestas, o más bien preguntas que comienzan por porqués, en un antiguo profesor de literatura, Faber, a leer, a enfrentarse al sistema, a cometer un crimen, a ser un fugitivo, a conocer a los hombres-libro, “vagabundos por el exterior, bibliotecas por el interior”, los últimos resistentes que guardan de memoria en su cabeza a Byron, a Swift, a Thoreau, a Schopenhauer, a Confucio, con la finalidad de legar su mensaje a los lectores del futuro, y cuando la “gran guerra” ponga fin a esta sociedad totalitaria. “Esto es lo maravilloso del hombre: nunca se desalienta o disgusta lo suficiente para abandonar algo que debe hacer porque sabe que es importante y que merece la pena serlo

“Hay que aguantar firme. No permitir que el torrente de melancolía y la funesta Filosofía ahoguen nuestro mundo”

“Fahrenheit 451” es una crítica a los gobiernos utilitarios que utilizan la demagogia y la mentira como armas de opresión, de control. Crítica a la sociedad del consumismo y la tecnología. ¿No es entonces una crítica de los tiempos actuales? No, no es curioso el don profético de Bradbury cuando, allá en 1953 y en pleno apogeo de la televisión, señaló el problema de que aquella sustituiría al libro, a la lectura. Hoy es irrefutable esa predicción que permitió al autor escribir este oscuro, apasionante y memorable libro. Basta ver la idiotización de los ciudadanos convertidos en huecos televidentes, en tiempos de confusión sujetados por un entretenimiento fraudulento, basura, de la programación televisiva (“Sálvame” y demasiados “reality shows” … Y tantos debates políticos, o tendencias maleables, que adormecen el discernimiento de la población, a la que es posible controlar, manipular, de manera más fácil y efectiva) para comprobar que esta denuncia de Bradbury sigue de rabiosa actualidad. De ahí que no sea apropiado definir a esta obra dentro del género narrativo de la “ciencia ficción”, pues, aun siéndolo, Bradbury lo trasciende para dotarlo de un realismo cercano y apabullante. Hoy en día, a la vista está, la afición por la lectura está bajo mínimos, preocupante, sin respuesta alguna. La televisión, las redes sociales, mediatizan, condicionan la necesidad de los jóvenes y no tan jóvenes, que se dejan guiar dóciles por las tendencias, las modas auspiciadas por los poderes económicos. Desde la más temprana edad, el sistema educativo y escolar no garantiza ni promueve la comprensión lectora de los estudiantes, moldeando una generación de ignorantes, que hacen de las faltas de ortografía, de las puñaladas a la gramática, la excusa para su indiferencia en su cierta y única comunicación escrita a través de wasaps y otros usos explícitos. Y cuando éstos crecen, sin haber leído un libro, transmiten esta actitud del que te lo den todo hecho, la que no sabe de dónde vienen ni a dónde van, a sus hijos… “-Nadie escucha ya. No puedo hablar a las paredes, porque éstas están chillándome a mí. No puedo hablar con mi esposa, porque ella escucha a las paredes. Sólo quiero alguien que oiga lo que tengo que decir Y quizá, si hablo lo suficiente diga algo con sentido. Y quiero que me enseñe usted a comprender lo que leo” Un mundo con los medios de comunicación más profusos que mantienen a sus usuarios, contrariamente, cada vez más aislados, menos empáticos, concretando la supuesta pesadilla pirómana de Bradbury. La realidad, nunca mejor dicho, supera a la ficción.

“Calidad, textura de información... tiene poros, tiene facciones... Cuantos más poros, más detalles de la vida verídicamente registrados puede obtener de cada hoja de papel... Los libros... Muestran los poros del rostro de la vida”

“Fahrenheit 451” tendría que ser una novela de obligada lectura, y de reflexión, en todos los sistemas de enseñanza, en todos los colegios, en secundaria, en la universidad, invitar a leerla varias veces a lo largo de la vida académica, auspiciada por profesores y padres. Todavía, y es un compromiso de todos, podemos dificultar esta estupidez global en la que pretenden imbuirnos y controlarnos los que manejan el cotarro político y económico. Una obra maestra.


“Cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío -decía mi abuelo- algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremos olvidado lo terrible y real que puede ser”

domingo, 8 de mayo de 2016

LIBROS QUE VOY LEYENDO: "Higiene del asesino" de Amélie Nothomb

“Frente a un universo informe e insensato, el escritor se ve obligado a interpretar el papel de demiurgo.”



Genial. Sorprendente novela. Ahora comprendo por qué la literatura de Amélie Nothomb es adictiva. Y es genial y sorprendente puesto que no deja indiferente al lector, al que atrapa en un universo provocador, en una atmósfera asfixiante, y a través, como es este el caso, de un personaje incalificable, cínico, misántropo, inteligente y desagradable. Y da igual que la crítica a Nothomb sea favorable o desatenta, agudas tanto una como otra, y que juntas inciden ante un fenómeno de la escritura, de la admirable construcción de historias. “Higiene del asesino” (Circe, 1996) es el primer libro de Amélie Nothomb, y lo escribió en 1992 tras presenciar la trágica escena de cómo un borracho mataba a su hermano. Quizás por esto el libro rezuma rabia, directa, desnuda y sobrecogedora, que busca y consigue la implicación emocional del lector. Ardor narrativo perfectamente dosificado en pocas páginas, 184, pero en las que obra el milagro de condensar aquel universo insólito y asimismo vasto, intenso, penetrante, fuerte y emocionante. El desarrollo de la narración se hace con un diálogo continuo, rápido, comprometido, estructurado de forma teatral, con la acción ceñida a un único escenario, la casa de un viejo Nobel de Literatura, en una serie de sucesivas entrevistas, cinco, concedidas por éste en los últimos días de vida a unos periodistas, y en las que, además de aflorar la enorme personalidad del personaje, surgen ya por primera vez las características que definirán la obra de Amélie Nothomb: Belleza y fealdad, seres agraciados y horripilantes, obesos o flacuchos, enfermos, sin términos medios; temas como la gula, los desórdenes alimentarios, el hedonismo…

“Al anciano Prétextat Tach, premio Nobel de Literatura y acérrimo enemigo de las entrevistas, sólo le quedan dos meses de vida. Al hacerse pública la noticia de su próximo fallecimiento, en plena guerra del Golfo, periodistas de todo el mundo solicitan un encuentro con el novelista. Sólo cinco lograrán su propósito; los cuatro primeros serán víctimas de la arrogancia y capacidad destructiva de un genio decidido a vengarse del mundo despreciándoles y sometiéndoles a toda clase de humillaciones. La última entrevista, plagada de sorpresas, resolverá el enigma de tanta amargura con un violento y despiadado interrogatorio por parte de los dos duelistas dialécticos. El descubrimiento de un terrible secreto y un desenlace espeluznante, constituyen el colofón de esta historia sombría que se fundamenta en la magistral brillantez de los diálogos. Primera obra de Amélie Nothomb, Higiene del asesino dio a conocer el talento de su autora al manejar la crueldad, el cinismo y la ambigüedad para construir una atmósfera tan irrespirable como literaria”

La obra se divide en dos partes:

La primera que comprendería la entrevista a Tach de los primeros cuatro periodistas, o tal vez el juego del escritor con aquellos y en los que éste no duda, quizás para provocar, en mostrarse racista, sexista, pretencioso, en definitiva desagradable, inconmovible,… o tal vez sea un juego para humillarlos, destruirlos. Esta parte desprende crueldad, humillaciones, desagrado, aunque del mismo modo un ingenio rotundo, perspicaz, divertido y muchísima literatura.

La segunda parte, más extensa, incorpora la quinta y última entrevista, además de un relato delirante, intrigante, gótico. La lucha encarnizada, emocional y dialéctica, entre el escritor y la periodista, con esa terrible fascinación que al igual que incomoda, atrae y mucho.  

Los diálogos, casi teatrales, sin explicaciones ni descripciones, mantienen la tensión en una lectura realista, como si el lector presenciara, viva y nítidamente, la acción allí mismo, en la casa del Nobel. Primero con el destrozo perverso del escritor a los cuatro periodistas iniciales e instalado en su superioridad intelectual, y luego el duelo sublime con la última periodista. En una inspiración, recalcada en el propio texto, hacia la figura de Céline, no ya solo en lo desmedido de su protagonista, Prétextat Tach, sino con la misma escritora:

“Céline lo comprendió, cuando en sus prólogos afirmaba haber escrito sus libros más venenosos por desinteresada generosidad, por irreprimible ternura hacia sus detractores. Ése es el verdadero amor”

Nothomb sabe escribir y lo hace muy bien, de manera precisa, directa, con una retórica, aunque alguna vez pueda resultar pedante, concisa, lúcida, y fascinante; con retazos hilarantes desprendidos de la propia perspicacia intelectual de los diálogos; con giros imprevistos, intensos, asombrosos en una trama que la hacen no solo entretenida, lúdica, sino del mismo modo espeluznante. Indudablemente sería una pérdida de tiempo buscar antecedentes o inspiradores en la técnica narrativa de Amélie Nothomb, puesto que ella misma es un universo diferente y seductor. Y por esto último, esta genialidad, y rareza, las encontramos en la construcción de sus personajes, en especial con Prétextat Tach, un anciano de obesidad mórbida, monstruoso, pero que perturba por su brillantez hasta en humillar y despreciar a quienes lo conocen y cuando él mismo busca desesperadamente un encuentro que llene su soledad o lo vacíe de sí mismo. Y sin dejar atrás al otro personaje, femenino, de físico poco agraciado, pero con un cerebro privilegiado y al mismo nivel que el de su oponente, el escritor.

“un novelista es una persona que plantea preguntas, no que las responde”

Y con sus personajes, estos de “Higiene del asesino” en concreto, las críticas, a favor y en contra, se hacen más acerbas o elásticas. Más al tener en cuenta que estos protagonistas son un alter ego de la escritora, Tach y Nina son trasuntos de ella: Pretextat Tach escribe todos los días sin cesar, Nothomb no es una excepción; Tach se niega a conceder entrevistas al igual que su autora; si los títulos de los libros del personaje son raros, basta con echar un vistazo a la bibliografía de la escritora para pensar igual; e igual a las reflexiones acerca del engaño de la ficción, de las metáforas profundas cuando no son más que construcciones extravagantes y ya que de terciar reflexiones concretas y enjundiosas, no artificiosas, las plasmaría desnuda y concisamente, sin dobleces, ni subterfugios literarios…  Comparaciones que, insisto, podrán odiarse o alabarse, como aquella de los lectores-hombres rana que atraviesan los libros sin mojarse, o que los escritores tienen la obligación de ser solitarios y abyectos, de la supresión de los adverbios, de la degradación o del regocijo mordaz…; pero dan también cuenta de las miserias, en otro tiempo enaltecidas, de la propia desolación personal de la escritora, y entendida de sus problemas adolescentes con la anorexia junto a su hermana Juliette, semejante a los personajes Prétextat Tach y Léopoldine en el cuento gótico, tema del que ahora no quiero pensar.  

“—Señor Tach, con un hombre como usted no utilizaré las perífrasis habituales en mi profesión. Así que me permito preguntarle cuáles son los pensamientos y el estado de ánimo de un gran escritor consciente de que está a punto de morir.
Silencio. Suspiro.
—No lo sé, caballero.
—¿No lo sabe?
—Si supiera cuáles son mis pensamientos, supongo que no me habría hecho escritor.
—¿Insinúa que escribe para saber finalmente cuáles son sus pensamientos?
—Es posible. No estoy muy seguro, hace mucho tiempo que no escribo”

En conclusión, una novela muy bien escrita, brillante, directa, ágil, con un alarde inolvidable de crueldad y fascinación, de humor negro, de diálogos y personajes que traslucen el absoluto dominio e ingenio de la autora, y a los que vacía, con similar agudeza, la intensidad de los extremos de su naturaleza, de la naturaleza humana. Una novela recomendable y una escritora a la que seguir leyendo.


“nadie conoce mejor a un individuo que su asesino”